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Negocios
Economía. Turbulencias de julio: ¿subir la tasa de interés diluye su impacto electoral?
La sintonía fina en lo monetario y la búsqueda de condiciones para que el Banco Central vuelva a recuperar reservas implican revisar algunas decisiones adoptadas desde el 11 de abril, la fecha en la que arrancó el régimen de bandas cambiarias.
Jorge Vasconcelos (*)
Diario La Voz de Cordoba
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Ilustración Eric Zampieri.
Las turbulencias de julio dejaron como resabio tasas de interés muy por encima del andarivel previo. Para bonos del Tesoro, caso de las Lecaps, el rendimiento por encima de la inflación esperada está llegando en los últimos datos a 24% anual, viniendo de 8% en marzo pasado y de 13% entre abril y junio. En préstamos de corto plazo a empresas, la tasa de interés se ubica ahora en torno al 57% anual, y los créditos personales en el 70%, pero con un costo financiero de más del 100%, dada la incidencia de cargas distorsivas como Ingresos Brutos y tasas municipales.
De persistir este escenario, se profundizará la desaceleración del nivel de actividad, habrá más complicaciones para el cumplimiento de los créditos, y se hará sentir en un incremento del stock de deuda pública doméstica, dado que de aquí a enero de 2026 los vencimientos a refinanciar equivalen a 12,3% del PIB, con una concentración de 8,7% del PIB entre agosto y septiembre. Para encauzar el desborde de las tasas de interés, es clave que las negociaciones políticas introduzcan racionalidad en las leyes que se tramitan en el Congreso, pero también que se robustezca la credibilidad del régimen de bandas cambiarias.
En marzo, con una pauta cambiaria que se deslizaba al 1% mensual, también hubo varias semanas de mercados alterados, pero en esa oportunidad la calma retornó con el lanzamiento del programa del 11 de abril que, con un desembolso inicial de U$S 12,2 mil millones por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), inauguró el período de las bandas cambiarias de intervención, con la eliminación del cepo para personas físicas y con metas monetarias que, se sabía, traerían volatilidad, pero no al extremo de las verificadas pocos días atrás.
Diferencias con marzo
¿Qué diferencias presenta agosto en relación a marzo, al margen del brutal cambio de nivel de las tasas reales de interés, de 8% a 24% anual en términos reales (rendimientos Lecaps vs. inflación proyectada REM)?
-En aquel momento, las reservas líquidas del Banco Central de la República Argentina (BCRA) estaban cerca de cero, mientras que ahora se ubican en torno a U$S 15 mil millones (cierto que se corresponden con encajes de los depósitos). Además, hay unos U$S 14 mil millones adicionales originados en los desembolsos del FMI.
-El precio del dólar subió en términos reales 15,5% respecto del fin de marzo, y está a 8,5% de distancia del techo de la banda cambiaria, actualmente en $ 1.450. El riesgo país ha variado poco, comparando marzo con agosto, manteniéndose por encima de los 750 puntos.
-En el sector externo, el déficit de la balanza comercial (incluyendo servicios) podría comenzar a estabilizarse, a diferencia de un primer cuatrimestre de crecimiento explosivo de las importaciones en bienes y en turismo. El cambio, en esta dinámica obedece a la reciente suba del precio del dólar y, sobre todo, al enfriamiento del nivel de actividad.
-Pero esto no implica que el país deje de necesitar un flujo sostenido de entrada de capitales de largo plazo, ya que el stock de las reservas del BCRA es todavía insuficiente, mientras que el ahorro nacional sigue siendo muy limitado para financiar un nivel de tasa de inversión compatible con el crecimiento sostenido. Y en la cuenta capital del balance de pagos pesan, con signo negativo, las compras del sector privado de activos externos, que en junio alcanzaron a U$S 4,0 mil millones.
-La diferencia relevante entre marzo y agosto tiene que ver con la cercanía de las elecciones legislativas y el hecho que el Gobierno ha perdido la iniciativa, con una agenda parlamentaria tomada por la oposición.
Negociar con los gobernadores
Todo indica que, para neutralizar con el veto algunos de los proyectos más desequilibrantes en el plano fiscal, el ejecutivo deberá negociar con un número no menor de gobernadores, sacrificando algunos objetivos para preservar los que considere más importantes. Este miércoles 13 habrá un test relevante en ese sentido, ya que Diputados llamó a tratar en comisión los proyectos de ley vinculados con la distribución de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y de lo recaudado por el impuesto a los Combustibles. Se verá en ese momento si se reconstruyen los puentes cortados entre la Nación y los ejecutivos provinciales.
El Gobierno nacional debería ser cuidadoso en el suma y resta de las partidas por redistribuir con las provincias, considerando también los costos de oportunidad de no acordar. Y la necesidad de avanzar en reformas estructurales pendientes, para lo cual se requieren alianzas políticas, cualquiera sea el resultado de octubre.
Ese replanteo debería alcanzar también algunos aspectos del manejo de la macro. No hay que olvidar que las turbulencias empezaron en julio, derivadas del rescate completo de las LEFIs, letras que habían pasado a ser un instrumento de regulación de la liquidez bancaria, que implicaban un costo financiero de 29% anual para el Tesoro.
Así, la emisión de pesos para rescatar las LEFIs (el 10 de julio) fue equivalente al 30% de la base monetaria, con el consiguiente desplome de las tasas de interés y el despertar del dólar. El 18 de julio vino el “volantazo”, absorbiendo parte de los excesos de liquidez con la colocación de Lecaps, medida que se complementó a fin de mes con la suba de encajes bancarios que, con vigencia desde el 1° de agosto, retiraron liquidez adicional por uno $ 6,5 billones. Más arriba se describió cómo estos zigzags llevaron las tasas de interés al andarivel actual, que no es sostenible por demasiado tiempo.
En este sentido, una “reforma estructural” que no depende del Congreso es retomar la “sintonía fina” de la política monetaria, dando al Banco Central el rol que no debería haber perdido como regulador de liquidez diaria, lo cual es factible aun respetando tasas de interés “de mercado”. Esto permitiría, a su vez, empezar a cumplir con las reservas netas del BCRA acordadas con el FMI. Si bien las metas se relajaron en la reciente revisión, hay que acumular unos U$S 3,5 mil millones hasta fin de año, y eso obliga a adquirir unos 6,0 mil millones en el período.
La sintonía fina en lo monetario y la búsqueda de condiciones para que el Banco Central vuelva a recuperar reservas implican revisar algunas decisiones adoptadas desde el 11 de abril, la fecha en la que arrancó el régimen de bandas cambiarias. Hubo demasiadas interferencias en el camino, con venta masiva de dólares en el mercado de futuros (ex-Rofex), y operaciones de refinanciación de deuda doméstica en las que las tasas de corte de las licitaciones resultaron, en algunas oportunidades, difíciles de “leer” por el mercado.
El esquema de bandas tiene un objetivo, y es básicamente que el mercado no termine pulseando contra el Banco Central en el techo de intervención. Para esto es fundamental la credibilidad, algo que se construye cada día, y donde importa la determinación del propio Gobierno en respetar las reglas de juego del sistema. A mayores interferencias, más interrogantes que tienden a generar una sobretasa de interés, más allá del piso (de por si elevado) impuesto por la prima de riesgo país. No es un lujo que el Gobierno pueda darse en estas circunstancias. Para encauzar el desborde de las tasas de interés, es clave que las negociaciones políticas y las medidas monetario-cambiarias permitan reconstruir un escenario en el cual las bandas cambiarias resulten consistentes con una macroeconomía en equilibrio.
(*) Economista
Panorama Político Nacional
El escenario
¡A ver! ¿El Gobierno de Milei es "tan bueno" como el de Menem?
El prescindente Javier Milei y el difunto mandatario Carlos Saúl Menem. (Dibujo: NOVA)En apenas 2 décadas se repite una pregunta que los mercados, los analistas y la opinión pública vuelven a hacerse: ¿Hay paralelismos reales entre el despegue económico que prometió Carlos Saúl Menem en los años '90 y el reordenamiento que impulsa Javier Milei desde 2023?
Más allá del titular y del ruido político, la comparación exige mirar resultados, contexto y sostenibilidad.
Un arranque parecido, pero en escenarios distintos
Ambos gobiernos inauguraron mandatos con medidas contundentes para frenar crisis: Menem puso en marcha la Convertibilidad y detuvo la hiperinflación; Milei aplicó un paquete de ajuste fiscal, desregulación y orden monetario tras años de inflación galopante.
En los 2 casos, las reacciones de corto plazo (baja de inflación reportada en meses, recuperación del crecimiento y mejora en expectativas) fueron recibidas con alivio por los mercados y por sectores económicos claves.
Sin embargo, el contexto es distinto. Menem operó en un mundo con menor rápida movilidad de capitales que hoy; su anclaje cambiario ofreció estabilidad pero también generó rigideces que, con el tiempo, terminaron exponiendo vulnerabilidades.
Milei llega a su reordenamiento apoyado por financiamiento externo y por acuerdos que facilitan maniobras rápidas, pero esa dependencia aumenta su margen de riesgo político y económico si cambian las condiciones internacionales.
Modernización y ajuste: ganancias productivas, costos sociales
La receta menemista incluyó privatizaciones y apertura comercial que modernizaron sectores y atrajeron inversiones en los '90; la gestión de Milei, por su parte, impulsó una reducción considerable del tamaño del Estado, la eliminación de regulaciones y recortes en organismos estatales con el objetivo declarado de aumentar eficiencia y confianza.
Los logros son tangibles: inversiones recuperadas, crecimiento del PIB en algunos trimestres y fortalecimiento de ciertas variables fiscales.
No obstante, ambas estrategias tuvieron (o tienen) un costo social evidente. Las políticas de ajuste y las privatizaciones de los noventa remodelaron el mercado laboral y la estructura del Estado; en el presente, los recortes y la reconfiguración de programas públicos generan tensiones con jubilados, trabajadores de la salud, la educación y sindicatos.
Aquí se juega una parte esencial del juicio sobre “qué tan bueno” es un gobierno: si los beneficios macroeconómicos se traducen o no en mejora sostenida del bienestar de la mayoría.
Institucionalidad y sostenibilidad
Otra diferencia crucial es la relación con las instituciones. El experimento de los años '90 terminó anclado a un esquema que fue perdiendo adaptabilidad; la crisis posterior a 2001 expuso la fragilidad de aquel modelo.
En la actualidad, los analistas subrayan riesgos asociados a decisiones rápidas, tensiones con poderes intermedios y posibles impactos en la calidad democrática que, a la larga, pueden condicionar cualquier éxito económico.
La sostenibilidad también pasa por la capacidad de sostener confianza sin depender de combustibles externos incosteables: endeudamiento, acuerdos internacionales y flujos de capital que, si se retiran, pueden obligar a ajustes más profundos.
¿Son comparables?
Los resultados macroeconómicos de arranque permiten trazar paralelismos: ambos gobiernos mostraron, en etapas iniciales, reducción de problemas urgentes y señales de recuperación.
Pero decir que “Milei es tan bueno como Menem” exige un horizonte temporal más amplio y un criterio claro sobre qué se valora: ¿La eficacia para controlar un problema inmediato o la capacidad de construir un crecimiento estable, inclusivo y con instituciones sólidas?
Por ahora, la respuesta pública y técnica tiende a dividirse: los primeros meses del gobierno de Milei presentan logros comparables a los primeros años de Menem en materia de estabilización, pero también llegaron acompañados de costos sociales y riesgos de sostenibilidad que deberán resolverse en los próximos años para que el balance final sea equivalente (o mejor) al que muchos adjudican a la Presidencia de Carlos.
COLUMNISTAS
Negociar con la realidad
A partir de que Milei prometió no insultar más
Jorge Fontevecchia
Diario Perfil
Milei | pablo temesReflexiono sobre mi profesión. Sobre la relación del periodismo con lo que pasa. Y sobre la relación de lo que pasa con el periodismo. Los lectores de PERFIL conocen que la existencia de un presidente como Milei me interpela: ¿cuánto tuvieron que ver los medios con que haya un presidente como Milei? ¿Cuánto tiene que ver Milei con que haya medios como los que hay?
Responsables de medios muy importantes que, habiendo sido insultados por Milei, sostuvieron y sostienen a periodistas que defienden a Milei acríticamente siendo prácticamente sus voceros, en 2010 estuvieron dispuestos a un periodismo más combativo por ofensas menores del programa 6, 7, 8 y otros integrantes del kirchnerismo.
Me argumentan que volverían a votar por Milei como lo hicieron en el balotaje porque lo otro era una “mafia organizada”, que con las SIRA (permisos de importación cuando era difícil conseguirlos) Massa tendría mil millones de dólares escondidos, que el kirchnerismo es un régimen corrupto y el peronismo es responsable de la decadencia de Argentina.
Coincido en pensar que Néstor Kirchner usufructuaba sus distintos cargos políticos para también enriquecerse personalmente: era corrupto. Y además bruto: Lázaro Báez o López con sus bolsos, además de corrupción, demostraron un entorno incompetente incluso para el delito. Dudo respecto de que Cristina Kirchner, ella personalmente, también lo sea, aunque mínimamente le cabe la responsabilidad política de encubrir a su esposo. Los defectos que le percibo a Cristina son más parecidos a parte de los de Milei: la intolerancia, el anticonsensualismo, la violencia verbal de menor intensidad, pero igualmente despectiva, y el dogmatismo.
¿Es el antiperonismo lo que disculpa a Milei? ¿Sea peronismo de izquierda, de centro o de derecha?
Pero hoy el kirchnerismo es un lánguido fantasma de aquel “vamos por todo” que nunca se materializó en acción: ya en 2015 su candidato fue Daniel Scioli, entregó el mando con una diferencia en el balotaje de menos de dos puntos; no pudo jubilar al juez Carlos Fayt de la Corte Suprema; los medios que lo enfrentamos padecimos, pero le ganamos todos los juicios; tampoco clausuró ningún medio contrario a sus intereses, ni siquiera pudo retirarle la licencia a Fibertel, del Grupo Clarín, cuando quiso hacerlo. Ya en 2019 era un espectro que tuvo que colocar al frente de la fórmula a Alberto Fernández, un crítico de la propia Cristina cuyo eslogan era “volver mejores”, reconociendo que habían sido peores de lo esperado, y en 2023 con Sergio Massa encabezando la candidatura presidencial, de progresismo kirchnerista –como sostiene Grabois– ya no quedaba casi nada.
¿Es entonces el antiperonismo lo que disculpa a Milei? ¿Sea peronismo de izquierda, de centro o de derecha? Cuando se argumenta que el peronismo es responsable de la decadencia de los últimos cincuenta u ochenta años, se omite que en cualquiera de esos dos períodos hubo tantos gobiernos peronistas como no peronistas: en los ochenta años desde 1945 hubo justo la mitad: cuarenta años de peronismo, y en los últimos cincuenta años, cuando Argentina aceleró su decadencia, desde 1973 hubo treinta años de peronismo, pero no se podría decir que fueran treinta años de políticas económicas distribucionistas (peronistas) porque los diez años de Menem fueron lo opuesto. Sí se podría decir que mientras hubo democracia el peronismo fue el partido con más gobernadores, con mayoría en el Senado y con el apoyo de los sindicatos. Pero se podría contraargumentar que el peronismo tuvo y tiene menor representación en el Poder Judicial y en los medios de comunicación, por lo que lo que hubo verdaderamente estos últimos ochenta o cincuenta años fue ese empate hegemónico que siempre se le cita de Portantiero: un poder verdaderamente compartido.
Y cuando se calculan mil millones de dólares que tendría guardados Massa de las coimas por las SIRA, me recuerda al Producto Bruto entero que se habría robado el matrimonio Kirchner, por el que hasta se hicieron pozos con excavadoras en Santa Cruz suponiendo lugares donde estarían enterrados. Pero aun aceptando que la matriz del peronismo sea más corrupta: ¿no hubo sospechas de corrupción en los gobiernos del PRO en la ciudad de Buenos Aires que Jorge Asís irónicamente califica como “maxikiosco”? Y al revés, cuando se les pregunta por la corrupción de Kicillof todos reconocen que es honesto. Entonces: ¿es la corrupción condición única del peronismo o de diferentes grados de parte de los actores políticos de ambos sectores? Más aún, conocen los comentarios sobre que Milei no critica seriamente nunca a Massa porque parte de la campaña de La Libertad Avanza se habría hecho con financiamiento del peronismo (para debilitar al PRO, que había ganado las elecciones de 2021) y Massa tendría filmada a la hermana de Milei o de funcionarios cercanos del gobierno de Milei retirando ese dinero. Vale preguntarse, si fuera cierto que Massa se guardó mil millones de dólares por otorgar permisos de exportación, ¿por qué el gobierno de Milei contando con el aparato probatorio del Estado no lo denuncia, como hizo Macri en 2015 con el kirchnerismo?
Y llego a la conclusión de que el antiperonismo puede tener algunos componentes racionales pero no todos se explican en evidencia. Un prominente peronista republicano me dijo: “Si Espinoza, el intendente de La Matanza (como ejemplo del arquetipo de lo más despreciado por el antiperonismo), fuera electo presidente, e inaugurando la Exposición Rural en lugar de anunciar que baja del 33% al 26% las retenciones de la soja, como hizo Milei, anunciara que las eliminaba, llevándolas a cero, igual lo chiflarían”.
Se me argumenta también que los medios hoy no tienen la importancia y el poder de hace 15 años, cuando enfrentaban institucionalmente al gobierno de Cristina Kirchner, que tanto las audiencias están empoderadas por la enorme oferta de alternativas que hay, como también algunos periodistas, que se convirtieron en estrellas autónomas y receptores exclusivos de las entrevistas con fuentes oficiales y, entonces, los medios tiene que “negociar con la realidad” para no insignificarse.
Que hay alrededor de seis periodistas audiovisuales de los medios profesionales (varios streamings de política son directamente aparatos de propaganda) con acceso a entrevistas con el Presidente y los ministros de Economía y Seguridad, que se cotizan cada año en el mercado de pases como las estrellas más destacadas de los equipos de fútbol y que los medios ya no los conducen. Que los aceptan o aceptan perder rating. Incluso tienen que aceptar que esos periodistas defiendan el “derecho” del Presidente de insultar a sus colegas del mismo medio.
Algo continúa interpelándome porque, siguiendo este último argumento, si mañana volviese un gobierno de corte kirchnerista que atacase a los principales medios y el clima de época de las audiencias prefiriera periodismo militante como el de 6, 7, 8, me cuesta creer que esos grandes medios profesionales contrataran a un equivalente de Víctor Hugo o la principal figura de C5N para no perder audiencia. Creo que falta agregar también, sin que sea el elemento excluyente, que creen que la política económica de Milei resulta correcta y prefieren soportar los insultos de quien implementa una economía que comparten, a quien los trate con educación o hasta les haga reverencias pero implemente una economía que juzguen equivocada.
En síntesis, Milei puede seguir insultando tranquilo a esos periodistas, que sus medios no saldrán a defenderlos en bloque e institucionalmente, como se hizo con el kirhcnerismo. Quizás ahora que el Presidente anunció que dejará de insultar, todas estas líneas se tornen en abstractas y sirvan solo para la arqueología del periodismo argentino, pero igual vale la pena pensar qué nos pasó a nosotros para que pasara esto con nosotros.