sábado, 25 de octubre de 2025

Un león que debe volverse herbívoro


























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Un león que debe volverse herbívoro


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Sergio Suppo


Javier Milei por Alfredo Sabat


Javier Milei corrió desde atrás toda la campaña electoral. A partir de mañana a la noche estará obligado a adelantarse. No será fácil. Números más o menos al margen, las circunstancias le impondrán una compleja reingeniería del Gobierno a partir de un cambio de su propio comportamiento. Nada fácil.


Autodefinido bilardista, el Presidente se aferra a la obtención de resultados sin reparar en los medios para alcanzarlos. Anticiparse a los hechos implicará precisamente eso: cambiar la forma de relacionarse con el resto del mundo.



Es una mutación de una enorme dimensión encerrada en su personalidad. El león de los libertarios tendrá que aprender a representar la segunda versión de un león herbívoro en la presidencia.


Milei, en las antípodas ideológicas de Perón, tiene por delante la misión de encontrar entre el variopinto universo político un sistema de afinidades que le permita relanzar su gestión


Juan Domingo Perón se autorretrató de esa manera cuando regresó de su exilio para ser presidente y morir en su país. Esa versión del Perón conciliador se expresó en las relaciones que estableció con los viejos adversarios políticos de sus primeros dos mandatos. No fue tan herbívoro en su trato final a los Montoneros y el ala izquierda de su movimiento.


El Perón conciliador que pretendía una convivencia armoniosa con los opositores a quienes les había negado todos sus derechos en los años ‘40 y ‘50 llegó a imaginar que su continuidad sería el jefe del radicalismo de entonces, Ricardo Balbín. Murió sin tiempo para definir su herencia. Aquella es otra historia.



Milei, en las antípodas ideológicas de Perón, tiene por delante la misión de encontrar entre el variopinto universo político con el que mañana perderá y ganará un sistema de afinidades que le permita relanzar su gestión.


Como reacción a la pretensión de colonización libertaria de todos los distritos, hasta los gobernadores más afines se atrincheraron para salvar la ropa en un enfrentamiento inicialmente desigual frente a Milei


No es un dato nuevo. El presidente libertario despreció crear esas alianzas y convertirlas en acuerdos electorales. Ocho meses atrás, al menos 15 gobernadores le insinuaron a la Casa Rosada la posibilidad de convertir las votaciones circunstanciales en el Congreso en listas comunes, pactos tácitos de convivencia o una diferenciación limitada a meros matices.


Milei eligió construir la fuerza política que no tenía y ponerla de punta contra cada uno de los gobernadores y jefes de otros partidos. Peleó y derrotó a Jorge y Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires y luego sometió al PRO porteño y bonaerense a un acuerdo tan leonino como los que estableció con los gobernadores radicales de Mendoza y Chaco.


La intervención del gobierno de Donald Trump en el mercado cambiario y la extraordinaria promesa de ayuda concreta fue, a la vez, remedio y alarma


Como reacción a la pretensión de colonización libertaria de todos los distritos, hasta los gobernadores más afines se atrincheraron para salvar la ropa en un enfrentamiento inicialmente desigual frente a Milei.


Ocurrió entonces una serie de hechos que inclinaron la cancha en contra del oficialismo. Lo primero, la consolidación de la convicción de que la situación económica personal no tendría ninguna mejora más allá del reconocible freno de la inflación.


Atadas a esa causa principal de la definición electoral de mañana, se anudaron una serie de casos de corrupción que deslegitimaron el discurso anticasta. Y para finalizar, la corrida cambiaria que llegó hasta el mismo momento de las urnas y agregó la clásica dosis de incertidumbre que aparece cada vez que el kirchnerismo asoma como el riesgo de regreso del populismo al poder.


La intervención del gobierno de Donald Trump en el mercado cambiario y la extraordinaria promesa de ayuda concreta fue, a la vez, remedio y alarma. La incondicionalidad que eligió Milei respecto de la administración republicana obtuvo un premio bien concreto en el momento en el que más lo necesitaba. Mejor no imaginar la situación en la que el país hubiese llegado a las elecciones sin la intervención directa del Departamento del Tesoro en el mercado cambiario local.


La otra cara de la moneda tiene menos brillo. La dimensión del salvataje volvió a poner sobre la mesa que el plan de ajuste económico tenía y tiene una profunda falla estructural en su flanco financiero. Descargar toda la culpa en el miedo de los mercados al kirchnerismo es apenas parte del asunto; la solidez se demuestra precisamente en blindar el sistema contra posibles regresiones políticas.


Milei apostó al juego del todo o nada contra el kirchnerismo y en una pelea que no debió haber dado, la de la provincia de Buenos Aires, chocó de frente en septiembre con la victoria de Axel Kicillof. Peor que eso, además de la derrota previsible, la diferencia fue amplia e inquietante.


El miércoles, en Córdoba, el ministro Luis Caputo, revivido por la ayuda de Donald Trump, encaminó un discurso bastante diferente al de la beligerancia que Milei utilizó hasta hace poco tiempo.


“La mayoría de los gobernadores son razonables”, dijo. Y remató contando que con muchos de ellos tiene una “relación bárbara” basada en la comprensión común del rumbo capitalista que debe tomar la Argentina.


Es la misma gente a la que el Presidente llamó “degenerados fiscales” cada vez que el Congreso votaba algo en contra de su férrea voluntad de mantener el superávit fiscal.


Convencido de que se quedará en el ministerio a partir de la “relación de hermano” que construyó con el Presidente, Caputo cree que con los gobernadores logrará negociar los votos para una reforma impositiva en un paquete que podría incluir en una primera etapa una reforma laboral. Y, para más adelante, un cambio de régimen jubilatorio.


Es ahí donde aparece la principal dificultad. ¿Será Milei el león herbívoro que las circunstancias le están imponiendo? Ni aun haciendo una buena elección que implique sacar más votos que el resto de los partidos, la cantidad de diputados y senadores será suficiente para votar esos cambios. Este dato es tan viejo como nuevo es el partido de Milei y escasa su presencia parlamentaria.


Entre el destrato, las promesas incumplidas y la desconfianza permanente añadida a la inexperiencia de los negociadores, la relación con quienes podían ayudarlo a cambio de alguna contraprestación terminó de arruinarse cuando se supo que habría más enfrentamientos que pactos en las elecciones.


Entender el resultado puede terminar siendo más sencillo para Milei que recomponer con sus potenciales socios. Hacerlo implica cambiar su estilo, aceptar que en el comienzo de la segunda mitad tendrá que encontrar la paciencia que nunca tuvo y registrar que el otro existe.


El cambio del Presidente empieza en su interior. Tal vez ser bilardista lo ayude.


Por Sergio Suppo

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