lunes, 13 de octubre de 2025

La Libertad ya no Avanza, se bate en retirada


























OPINIóN

La Libertad ya no Avanza, se bate en retirada

El caso de Espert y el Narcogate marcó un punto de inflexión en la campaña, como antes el de las coimas. El tortuoso camino a las elecciones.

James Neilson para Revista Noticias

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).


Jose Luis Espert por PABLO TEMES


Nunca ha sido fácil subir en el mundillo político sin ensuciarse, sobre todo en países en que la corrupción es endémica y pocos confían en las instituciones jurídicas.  En el camino hacia la cima, quienes aspiran a ocupar lugares destacados en el orden nacional tienen que codearse con sujetos venales que querrán que todos se contaminen con sus propios vicios y se especializan en expulsar a los reacios a respetar lo que llaman “los códigos de la política”.   



¿Cuántos logran mantener bien limpia la ficha propia? Puesto que para sobrevivir casi todos habrán tenido que pasar por alto las canalladas ajenas por temor a desatar una interna que los perjudique, sorprendería que hubiera muchos. La conciencia de que en cualquier momento ellos también podrían ser blancos de acusaciones tremendas aumenta el riesgo de que hasta los más honestos caigan en la tentación de colaborar con malhechores o, por lo menos, de apaciguarlos con la esperanza de ahorrarse dificultades. Asimismo, el que, merced a las redes informáticas hoy en día virtualmente cualquiera será capaz de conseguir datos que antes hubieran permanecido ocultos significa que errores que fueron cometidos hace décadas pueden salir a la superficie para poner fin a una carrera promisoria,


Desgraciadamente para Javier Milei, los vínculos del ex candidato libertario José Luis Espert con Federico “Fred” Machado, un presunto narcotraficante que Estados Unidos espera extraditar que durante años le había aportado dinero, además de prestarle autos blindados y el uso de aviones privados, salieron a la luz justo cuando la campaña electoral de medio término entraba en su fase decisiva. Los esfuerzos de Milei por defender a Espert, tratándolo como una víctima de una campaña de difamación basada en “chismes de peluquería”, fueron contraproducentes; entre otras cosas, distraían la atención del electorado del papel del kirchnerismo en la transformación de zonas del conurbano en territorio liberado para narcos sádicos, como aquellos que asesinaron, después de torturarlas, a tres chicas, un crimen horrendo que hizo temer que la Argentina corra peligro de compartir la suerte de países como México en que tales atrocidades son rutinarias.


La voluntad de Milei de pagar un precio político elevado para apoyar a Espert puede explicarse; el economista era uno de los escasos integrantes de La Libertad Avanza que compartía plenamente sus convicciones ideológicas. No era un converso reciente al movimiento seducido por la popularidad del roquero anarcocapitalista sino un creyente auténtico en el evangelio libertario que, bien antes del surgimiento de Milei, figuraba como un paladín beligerante del ultraliberalismo puro y duro.


Aunque para el presidente las ideas importan mucho más que la conducta personal y la imagen resultante de quienes las expresan, en política éste dista de ser el caso; en efecto, la prolongada tragedia argentina se debe en buena medida a que amplios sectores del electorado se han acostumbrado a simpatizar con los partidarios de esquemas que, a la larga, tendrían consecuencias terriblemente negativas, por suponer que compartieran su propia escala de valores.


De todos modos, si bien hablar pestes de “la casta política”, es decir, la clase dirigente del país, sin discriminar entre sus miembros, le sirvió a Milei para alcanzar la presidencia, se resistió a entender que, para gobernar con un mínimo de eficacia, necesitaría contar con la ayuda de una multitud de personas experimentadas que, bien que mal, habrán integrado el aglomerado que había satanizado. Era fantasioso de su parte suponer que le sería fácil reemplazarlo por otro muy distinto conformado por quienes festejaban sus diatribas y asistían a sus grotescos shows musicales.


Como no pudo ser de otra manera, su propio éxito electoral hizo de él un imán para una horda de improvisados resueltos a sacar provecho de la oportunidad que les brindaba para asegurarse un buen pasar. Puede que entre ellos hayan estado algunas personas muy valiosas, pero a juzgar por las listas de candidatos que merecieron la aprobación de la poderosísima hermana presidencial Karina, también incluyen a aventureros que no están en condiciones de contribuir nada útil a un gobierno que se imagina destinado a refaccionar el país.


A menos que Milei logre recuperarse de los reveses de los meses últimos, casi todos debidos a su propia impericia y a la precariedad del gobierno que le responde, para sobrevivir en el poder dependerá del apego de los demás políticos al calendario constitucional. Felizmente para él, parecería que la mayoría entiende que la Argentina sencillamente no está en condiciones de soportar otra gran crisis político-económica, de suerte que sería mejor tolerar lo que hay y no arriesgarse a provocar una nueva catástrofe.


Con todo, si bien Milei está decidido a postergar la renovación de su gobierno por algunas semanas más mientras reza para que los escándalos que de un modo u otro ha protagonizado no hagan que los resultados de las elecciones legislativas nacionales se asemejen a los de los comicios bonaerenses del 7 de septiembre,  parece haberse dado cuenta de que no tiene más alternativa que aliarse formalmente con el PRO de Mauricio Macri. Así las cosas, podría motivar algunos problemas el que Diego Santilli, el seleccionado por Milei para sustituir a Espert como cabeza de lista en la provincia de Buenos Aires, se haya distanciado del expresidente. Como tantos otros políticos, Macri, que a buen seguro despeñará un rol clave en el drama argentino en los meses próximos, suele valorar la lealtad y tiene buenos motivos para desconfiar de quienes optaron por sumarse a La Libertad Avanza cuando parecía encaminada a erigirse en una fuerza hegemónica.


Tal ilusión ya pertenece al pasado. Si bien Milei soñó con dominar la política nacional hasta las calendas griegas, parecería que tendrá que conformarse con lo ya hecho que, desde luego, no es poco. Al fin y al cabo, puede ufanarse de haber salvado al país del tsunami hiperinflacionario que lo amenazaba y haber hecho más que nadie para instalar la convicción de que en adelante tendría que vivir de los recursos que lograra generar. Aunque últimamente se hayan multiplicado indicios de que la sociedad se sienta cansada de la austeridad impuesta no por la “crueldad” de Milei sino por las deficiencias de una economía nacional poco productiva, un gobierno más amplio y más competente que el actual debería poder crear una base de sustentación capaz de impedir una recaída en el facilismo suicida que ha llevado al país a la situación en que se encuentra.


Siempre fue de prever que, andando el tiempo, se diluiría “el carisma” de Milei que le permitía dominar el escenario político hasta que, de súbito, el clima cambió al ser acusada su hermana de perpetrar actos de corrupción en desmedro de los discapacitados. Aunque la “luna de miel” disfrutada por Milei y la ciudadanía duró más de lo que muchos vaticinaron, terminó hace un par de meses; ahora corre riesgo de quedar abandonado a su suerte a menos a que se resigne a ser el líder titular de una coalición amplia en que los despreciados “ñoños republicanos” tendrían que encargarse del lado técnico de la gestión.


Por fortuna, parecería que, en términos generales, el rumbo que emprendió Milei hace casi dos años cuenta con el apoyo no sólo del gobierno del amigo norteamericano Donald Trump y “el Messi de las finanzas” Scott Bessent, sino también de una parte sustancial de la sociedad, razón por la cual no le sería tan traumático procurar desempeñarse más como un presidente “normal” que como un profeta iluminado que jura contar con el respaldo de “las fuerzas del cielo”.


Aunque no es ningún consuelo, Milei dista de ser el único mandatario democráticamente elegido que ha visto esfumarse con rapidez desconcertante un consenso que creía sería duradero. Lo mismo ha ocurrido en Francia, el Reino Unido, Alemania y muchos  otros países. Sucede que, en todas partes, el progreso explosivo de los medios de comunicación electrónicos está acelerando los cambios políticos al brindar mucho más poder a los disconformes con el statu quo. Asuntos escandalosos, como el protagonizado aquí por Espert, que en otros tiempos se hubieran desarrollado con lentitud, hoy en día pueden impactar en la opinión pública en pocas horas, lo que descoloca a gobiernos que se ven constreñidos a reaccionar enseguida pero pronto encuentran que los demás cuentan con aún más información que antes o que ya se hayan producido más episodios que tendrían que intentar manejar.


Aquí, la sensación de que todo está en flujo se ve intensificada por la frecuencia insólita de elecciones. Pocas semanas trascurren sin que el gobierno nacional tenga que rendir examen en una municipalidad, como ocurrió en la Capital Federal, una provincia, sea Corrientes o Buenos Aires, o el país en su conjunto, lo que hace aún más difícil de lo que sería en otras circunstancias que se dedique a lo que en buena lógica debería ser su trabajo fundamental. Aunque es imposible concebir la democracia sin elecciones, las campañas incesantes hacen todavía más difícil la tarea frente a un gobierno, como el de Milei, que está procurando revertir una crisis sistémica de raíces muy profundas. 

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