miércoles, 10 de septiembre de 2025

"Editorial Columba: Dennis Martin - Libro 1" (¡¡¡148 PAGINAS!!!)





martes, 9 de septiembre de 2025

Viene Tiririca











COLUMNISTA


Viene Tiririca


La política no determina a la economía, pero lo que ocurrió este domingo va a afectar al programa económico. Fue un comicio provincial para elegir diputados locales que normalmente no tiene importancia, pero la Casa Rosada cometió el error de convertirla en un plebiscito sobre su desempeño. Para ganarlas hay que saber trabajar en elecciones y en estas La Libertad Avanza hizo todo tan mal, que solo podía obtener esta grave derrota. El resultado fue contundente, pero no significa que el peronismo tiene pavimentada la vía para ganar en 2027: todavía hay una gran demanda de cambio que sigue vacante.

Jaime Duran Barba

Diario Perfil


Axel Kicillof por Pablo Temes





Se ha instalado en la Argentina que la política depende de la economía. La mayoría cree que, si se llega a la inflación cero, Milei ganaría las elecciones en la provincia de Buenos Aires, y si se duplica, ganará el peronismo. Hay también un análisis inmediatista: en cuanto ocurre algo, se averigua sobre su impacto en las próximas elecciones. Pero ni los seres humanos son hojas de Excel del Ministerio de Finanzas, ni viven dedicados a la política.


Existe una correlación entre las variables económicas y las políticas, pero no es una relación de causalidad. Si se llega a la inflación cero, bajando todavía más las jubilaciones y cerrando los hospitales, seguramente el gobierno tendría una derrota mayor a la de este domingo. En las últimas presidenciales había la sensación de que la economía estaba destruida, pero Sergio Massa estuvo a dos puntos de ganar la presidencia en la primera vuelta. Trump y Bolsonaro tuvieron éxito en el manejo económico, pero no lograron la reelección.



La política no determina a la economía, pero lo que ocurrió en estas elecciones va a afectar al programa económico. En el extranjero circulan pocas noticias sobre Argentina, pero en estos días se vio a Milei y a sus candidatos huyendo de una caravana en la que participaban, con un candidato que se hizo conocido en el mundo por escapar ridículamente en una moto. En otra noticia, el presidente salía del cierre de campaña en medio de una lluvia de piedras. Algunos funcionarios no tuvieron mejor idea que decir que se había producido un atentado y existía un plan para matar a Milei.


La siguiente noticia llegará mañana: La Libertad Avanza fue derrotada estrepitosamente en las elecciones. ¿Habrá alguien que, con todo esto, quiera invertir en el país? Va a repetirse lo que hemos visto en otras ocasiones: los inversores dirán “esto está difícil, para decidir si invertimos esperaremos las siguientes presidenciales”. Aunque parezca una verdad de perogrullo, para ganar las elecciones hay que saber trabajar en elecciones.


Con el 33,85% de los votos, La Libertad Avanza solo se impuso en la quinta y sexta sección electoral


En las presidenciales dijimos repetidamente que Milei hacía una campaña moderna, bien armada, con estrategia, y fuimos de los primeros en hablar de la posibilidad de su triunfo. En estas elecciones hicieron todo tan mal, que solo podían obtener esta grave derrota. No supieron manejar la crisis que se armó con los precios de los medicamentos para discapacitados, o más bien, como analizamos en el curso sobre crisis que dictamos en la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA), hicieron todo lo contrario a lo que aconseja la academia para esas ocasiones.


“Si se llega a la inflación cero bajando todavía más las jubilaciones y cerrando los hospitales, seguramente el gobierno tendría una derrota mayor a la de este domingo"


El tránsito de un partido moderno que vive en la red a un partido tradicional es difícil. Empezó a lograrlo el PRO en 2017 con una campaña meticulosa, en la que un buen candidato, Esteban Bullrich, derrotó a Cristina Fernández en la provincia de Buenos Aires. Si la campaña bonaerense estaba pensada y dirigida por los que llevaron a Milei a la presidencia, otro pudo ser el resultado. Los viejos punteros de la política no estaban en capacidad de dirigir a los mileístas que buscaban un cambio para construir una Argentina sin corrupción.


Esta es una elección de diputados locales que normalmente no tiene importancia. El gobierno cometió el error de convertirla en un plebiscito sobre su desempeño. Es poco probable que Milei pueda repetir la hazaña de Macri en 2019, cuando logró subir, entre las PASO y la primera vuelta, varios millones de votos con una estrategia de manifestaciones autoconvocadas, como explicamos en nuestros cursos. Es algo que no pueden entender los punteros y políticos que han manejado las elecciones en la provincia en esta ocasión.


El resultado de hoy es contundente, pero no significa que el peronismo tenga pavimentada la vía para ganar las próximas elecciones presidenciales. Los estudios siguen registrando que la mayoría de los argentinos reclama un cambio radical que no se realiza volviendo al pasado. Esa demanda de cambio fue la que impulsó a Milei y ahora se ha frustrado con lo que ha pasado con su gobierno. El espacio del cambio está abierto.


Kicillof desafió a Milei a que lo llame este mismo lunes y celebró la victoria: "Es un triunfo de los bonaerenses para todo el país"


¿Puede recuperarse Milei? Tal vez pueda mejorar en octubre si cambia los equipos que manejaron la campaña en la provincia de Buenos Aires. En política es necesario ser objetivos: los resultados obtenidos son un desastre. Hay que comprender que los electores son seres humanos y no cuadros estadísticos. Tal vez se ahorre mucho cerrando hospitales para niños y quitando los servicios a los discapacitados, pero eso conduce a un desastre político que cuesta muchos millones.


En América Latina un año fue siempre demasiado tiempo para saber lo que ocurrirá en la política. Con la velocidad que adquirió la comunicación en la sociedad interconectada, es una eternidad. Lo que está claro, como lo estuvo en los demás países que han tenido elecciones en los últimos años, es que, ante una polarización que rechaza, la gente arma nuevas alternativas que a veces tienen sentido y a veces son simplemente improvisaciones. Si esto se cierra entre Cristina y Milei, puede ganar Tiririca.

Elecciones en Buenos Aires: ganadores y perdedores de una noche que marca un punto de inflexión











LA NACION > Política 


Elecciones en Buenos Aires: ganadores y perdedores de una noche que marca un punto de inflexión 


Cómo quedaron los distintos actores políticos después del inesperado resultado en la provincia, con más de 13 puntos de distancia en favor de Fuerza Patria


LA NACION


Damián Nabot



Axel Kicillof y Karina Milei por Alfredo Sábat


La contundente victoria de Fuerza Patria en la provincia de Buenos Aires, que rompió todos los pronósticos, desató una nueva dinámica política en el escenario nacional y trazó una clara línea divisoria entre ganadores y perdedores. Muy pocos oficialistas se salvaron de la debacle libertaria, mientras que en el peronismo, aun en el festejo, se viven coletazos de la interna por el liderazgo vacante desde que Cristina Kirchner quedó en prisión domiciliaria.


Los ganadores


Axel Kicillof


Impuso su decisión de desdoblar la elección bonaerense de la pulseada nacional, en contra del deseo de Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y Sergio Massa. El resultado le dio la razón: logró un triunfo del kirchnerismo y revalidó su lugar en la interna del PJ. La elección solidifica sus aspiraciones para una candidatura nacional en 2027.


Gabriel Katopodis


El ministro de Infraestructura y Servicios Públicos de la provincia, alineado con el gobernador, se impuso en la primera sección electoral. Logró ganarle a Diego Valenzuela, que aparecía como uno de los postulantes más competitivos de La Libertad Avanza. De esa forma, Katopodis logró reforzar el triunfo de Kicillof en la interna peronista.



Verónica Magario


Logró el triunfo más amplio del peronismo en las secciones electorales. Fue la expresión del poder de los intendentes del PJ. Confirmó el eje que estableció Kicillof con los jefes comunales, muchos de los cuales lograron amplios triunfos en sus distritos, como Jorge Ferraresi (Avellaneda), Mario Secco (Ensenada) y Julio Alak (La Plata).


Intendentes


Intendentes ganadores, en el conurbano: Fernando Espinoza, Mario Secco, Mario Ishii, Jorge Ferraresi, Gustavo Menéndez, Mayra Mendoza, Mariano Cascallares, Fernando Gray, Juan José Mussi, Federico de Achával


Fueron los grandes ganadores de la elección. En 85 de los 135 municipios ganó en el tramo provincial la alianza que apoyaba el intendente. En 45 perdió y cinco fueron con boleta corta.


Guillermo Montenegro


El intendente de Mar del Plata encabezó las listas libertarias en la quinta sección electoral. Fue uno de los pocos candidatos de La Libertad Avanza que lograron salir victoriosos de una elección desfavorable. Había pasado de Pro a las filas libertarias. Demostró la debilidad del resto de los candidatos, con poco arraigo territorial en la provincia.


Los perdedores


Karina Milei


Fue la ideóloga de la estrategia libertaria en la provincia de Buenos Aires y tuvo el poder de veto de los candidatos. Eligió como armador a Sebastián Pareja, un operador político que había estado cerca de Emilio Monzó. Respondió a la dupla que la hermana presidencial formó con Eduardo “Lule” Menem, principales responsables del armado.


Javier Milei


Apostó a nacionalizar la campaña y polarizar. Por eso, la contundencia de la derrota transformó el resultado electoral también en un mensaje para el gobierno nacional. Deberá enfrentar los próximos meses de gestión con la presión de una oposición revalidada, que ya había dado golpes legislativos en el Congreso.


Cristian Ritondo


Fue el dirigente macrista que impulsó la alianza de Pro con La Libertad Avanza. Aceptó la estrategia del trío conformado por Karina Milei, Sebastián Pareja y Lule Menem. La derrota diluyó la presencia de Pro en la provincia, sin lograr el éxito de sus candidatos.


Máximo Kirchner


Fue el primer opositor interno a Axel Kicillof, se resistió a desdoblar las elecciones e incluso en la campaña cuestionó al gobernador. Al final, el triunfo de la estrategia de Kicillof lo dejó del lado de los perdedores internos y debilitó el poder de su agrupación, La Cámpora.


Por Damián Nabot

Milei y los clavos en el cajón equivocado

LA NACION > Política 

Milei y los clavos en el cajón equivocado 

Desaparecido JxC, Pro no arrastró los votos esperados en la elección bonaerense; el macrismo buscó camuflarse en un triunfo libertario pero terminó expuesto en su derrota: quedó claro el achicamiento de su aporte; el resultado del domingo revive al kirchnerismo 

9 de septiembre de 2025

PARA LA NACION

Luciana Vázquez


Mauricio Macri y Sergio Massa por Alfredo Sábat



La derrota libertaria en territorio bonaerense fue sorpresiva por lo contundente. Las variables para explicarla se superponen. Pero hay una en la que convergen: los efectos colaterales de mediano plazo de la elección general 2023, que arrinconaron al macrismo hasta la desaparición este año del amarillo Pro detrás del violeta libertario. El domingo, ese caudal amarillo falló en las urnas.

Buscando ponerle los clavos definitivos al cajón del kirchnerismo, ¿Milei le puso los clavos al cajón equivocado? Juntos por el Cambio y sobre todo Pro, que venía siendo su socio político necesario y razonable, son las formaciones políticas en proceso de extinción electoral en este 2025. Al kirchnerismo, en cambio, Milei le acaba de regalar un shock de adrenalina vital este domingo.


Milei se quedó solo en las urnas bonaerenses, y cada vez más, en el Congreso. La gobernabilidad mileísta corre el riesgo de no encontrar base de sustentación política. Detrás de la derrota brutal de La Libertad Avanza en la Provincia de Buenos Aires, hay una pregunta: ¿Por qué el votante de Pro no acompañó la alianza con el mileismo?

La orfandad del voto macrista complica al Gobierno: hay apoyo a la concepción macro del mileísmo pero críticas a los ajustes sensibles, como discapacidad y universidad, y duro cuestionamiento al estilo de liderazgo y la batalla cultural. Pro ya no contiene esas demandas: el mileísmo lo vació de sentido. Por efecto transitivo, los libertarios no recogen esa representación.

De 2023 a 2025, ¿victoria táctica o error impensado?
Milei. Macri. Massa. Entre esos tres nombres se juega parte de la explicación de la derrota mileista del domingo. Son las esquirlas de la implosión política modelo 2023 que llegan hasta las elecciones 2025. El escenario de fragmentación actual del antikirchnerismo y el cuadrante de centroderecha, de pérdida de representación identitaria nacional de Pro, de reducción drástica de su influencia política en su enclave fundacional, la CABA, y el poco arrastre en la Provincia de Buenos Aires nacen en el proceso político de 2023. Es responsabilidad de Macri y su estrategia de identidad total con el mileísmo y también de Milei y su voluntad de llegar al poder por sus propios medios, hacer un partido propio y gestionar sin tutores, aunque los necesite.


Esa línea interpretativa está llena de paradojas: el principal triunfo de Milei en aquella particular alianza táctica y semi tácita con Massa en 2023 le permitió a los dos dirigentes correr al filo del abismo político a Juntos por el Cambio, y sobre todo a Pro, el actor central de esa sociedad política hoy desaparecida.

En aquel escenario de tercios electorales y de tres rondas, las PASO, la primera vuelta y el balotaje, cada tercio debió jugar estratégicamente en cada uno de esos tres escalones. En la PASO, la conveniencia mutua acercó a Milei y Massa: Milei, en busca de fiscalización para ganarle a JxC; Massa, dispuesto a prestarla en pos de la meta final de borrar a JxC del escenario.

Los “gordos tuiteros” tuvieron un rol instalando a Milei en la conversación de redes y de ahí, el salto a los medios tradicionales, pero sin Massa la territorialidad le hubiera jugado en contra a Milei. Ahora Massa y el kirchnerismo sueñan con cobrarse lo que no pudieron en el balotaje de 2023: ganarle a Milei también en octubre.

Gracias a aquella elección que funcionó como un juego de estrategia, Milei se quedó con la presidencia de la Nación: la utopía drástica del shock macroeconómico se fagocitó a la utopía posible del gradualismo fallido de Macri y JxC. Y Massa, está quedando claro, logró lo impensado hasta el domingo: dejó abierta una posibilidad de supervivencia para el perokirchnerismo aún en medio del desconcierto de su dirigencia. ¿Cómo? Le insufló vida a un adversario político inexperto en los vericuetos de la gobernabilidad, con minoría dramática en el Congreso, de armado partidario precario y de estilo de liderazgo intransigente: la gestión mileista se muestra ahora como una oportunidad para el regreso del kirchnerismo con Kicillof y su alianza con Massa.

No está claro para cuánto le alcanza al kirchnerismo esta victoria: si lo vuelve competitivo o no a nivel nacional en octubre, o si el kicillofismo es un fenómeno exclusivamente bonaerense, con epicentro en el conurbano. O si la interna entre Kicillof, Cristina Kirchner y Massa y Grabois vuelve a dominar el panorama y su potencia electoral se licua. O si los intendentes y la dimensión local de la Provincia pierde entusiasmo en octubre y la nacionalización de la elección esta vez beneficia a Milei. Pero lo que si está claro es que el resultado electoral de este domingo revivió al kirchnerismo a pesar de su estado terminal en muchos aspectos.

¿La oportunidad perdida?
“Kirchnerismo nunca más” fue el slogan elegido por el mileismo para la campaña bonaerense. El mileismo nacionalizó la elección por necesidad. Los problemas en el rumbo económico, las derrotas en el Congreso y las sospechas de corrupción lo obligaron. Buscó oxígeno en el voto popular: si el aparato legislativo lo ponía contra las cuerdas, el voto popular le daría aire hasta octubre. Un triunfo módico o una derrota raspando era lo que necesitaba el Gobierno para aguantar hasta la elección nacional. Pero el resultado le acaba de complicar la vida: ahora, la ansiedad crece hasta octubre con la esperanza de que entonces sí, ese triunfo nacional borre esta debilidad.

Con “Kirchnerismo nunca más”, el mileismo buscó consolidar a sus leales y atraer a los votantes de Pro y del residual de JxC. Pero no alcanzó: para buena parte de esos votantes, la batalla cultural del mileismo es otra versión del kirchnerismo, esta vez, populismo por derecha. Hubo un momento mejor para eso del “Kirchnerismo nunca más”, pero ya pasó: fue 2023, la elección general, cuando los votos de JxC sumados a los de LLA en el bastión kirchnerista por excelencia, la PBA, habrían llegado al 52 por ciento. Milei nunca estuvo dispuesto a esa alianza: su vocación de poder hegemónico fue mayor que su antikirchnerismo, o su anti massismo.

Este domingo, la victoria táctica de Milei sobre JxC en 2023 trazó un arco en el tiempo y terminó jugando contra el mismo Milei: desaparecido JxC, Pro no arrastró los votos esperados en la elección bonaerense. El macrismo buscó camuflarse en un triunfo libertario pero terminó expuesto en su derrota: quedó claro el achicamiento de su aporte.

En 2023, el kirchnerismo ganó la elección de la Provincia de Buenos Aires con el 45 por ciento de los votos, pero JxC quedó segundo con el 26 por ciento y 2.545.545 votos y LLA, tercera con el 24,5 por ciento. En la elección de este domingo, la LLA en alianza con Pro quedó segunda con el 33,71 por ciento y apenas sumó 232.680 votos más que hace dos años: pasó de 2.348.108 votos a 2.580.788 votos.

Si la base electoral de Pro hubiera sobrevivido al menos en parte, Kicillof habría enfrentado mayor desafío: en aquel 2023, Massa también le hizo un favor al Kicillof de hoy. Se acentúan las dudas sobre el trasvase de votos Pro hacia LLA en octubre. La dirigencia de Pro no logró interpretar a su votante en las elecciones bonaerenses; hay dudas sobre cómo podría entusiasmar con la misma alianza en octubre. Sin el aporte de ese afluente, se le hace difícil al mileismo llegar a ser algo más que el 30 por ciento de 2023.

“No lo voy a decir públicamente pero no llega a 40 puntos de ninguna manera. Su base electoral es del 30 por ciento, y el resultado va estar cerca de esa cifra”: dos días y medio exactos antes de la elección de este domingo, un dirigente baqueano de la Provincia de Buenos Aires, que conoce como pocos los dos mundos opuestos de la polarización, tenía claro el resultado.

Aunque el GPS mileista confundió triunfo en el balotaje 2023 con desembarco de una hegemonía cultural que sólo había que consolidar, el 30 por ciento que obtuvo en la elección general nacional de hace dos años describe mejor su realidad. Sobre todo, cuando la economía y la gestión le empiezan a dar problemas. La hegemonía cultural es un sueño eterno, sobre todo cuando el diagnóstico se parece más a una ilusión óptica.

Echale la culpa a la política
Encapsular el rumbo macroeconómico; responsabilizar a la dimensión política: Milei dejó claro el storytelling con el que apunta a digerir la derrota contundente y a intentar reconstruir algo de esperanza con vistas a octubre. Para dejarlo más claro todavía, una motosierra real apareció ayer en el primer plano de su encuentro con las autoridades del BID.

El domingo tarde, después del discurso de Milei, Luis Caputo ratificó la línea interpretativa con posteo breve: “Nada va a cambiar en lo económico. Ni en lo fiscal, ni en lo monetario, ni en lo cambiario. Un abrazo a todos”. Casi un epígrafe para la foto de la motosierra gigante.

Si el Gobierno no está dispuesto a tocar la economía, se impone una pregunta: ¿qué quiere decir “política”? Porque en los últimos meses, los desafíos políticos más desafiantes para el Gobierno llegaron desde el Congreso, que cuestiona recortes en áreas sensibles para la ciudadanía: la macro versus el bolsillo.

El ajuste anti inflación se ha vuelto un tema político: ahí se ejerce la mayor presión de la oposición dura, el kirchnerismo, pero también la pérdida de apoyo de la oposición blanda, parte del macrismo y Pro, y radicales que acompañaban al oficialismo en el Congreso. Otra vez, el vaciamiento de Pro y su no-lugar en el escenario actual como el efecto autoinfiglido de un mileismo con pretensión hegemónica.

Como Cambiemos en 2019, la principal estrategia del Gobierno para generar certeza es creer en un triunfo seguro que reordene la macro. Es decir, la gestión económica deposita todo en una variable política inmanejable desde el ministerio de Economía de Caputo. Federico Furiase, director del Banco Central y hombre clave del equipo económico, lo dejó claro la semana pasada en X, a días de la elección: “La suba de tasas es transitoria (...): Se corregirá luego del triunfo de LLA en las elecciones de medio término”, posteó.

En su discurso de aceptación de la derrota el domingo, Milei introdujo una variante a ese argumento: se lo impuso la realidad bonaerense. “No es el techo sino el piso, y el del PJ es el techo y no el piso. En octubre, llegamos al techo”, dijo. Sólo queda cruzar los dedos.

Por Luciana Vázquez

A Milei le urge entender cuál fue su error





















LA NACION > Política

A Milei le urge entender cuál fue su error

La derrota en la provincia de Buenos Aires no responde únicamente a la estrategia política de su hermana y los Menem; hubo un llamado que interpela el corazón de su proyecto económico 

9 de septiembre de 2025

LA NACION

Jorge Fernández Díaz


Javier Milei y Axel Kicillof por Alfredo Sábat

Alguien dijo alguna vez que el verdadero error es aquél del que no aprendemos nada. Las razones de la paliza electoral que dejó grogui a la escuadra libertaria son múltiples y bastante conocidas, pero si el oficialismo no las analiza detenidamente y sin prejuicios de secta, y no encuentra el núcleo del malestar, es probable que equivoque su diagnóstico, punto crucial de esta hora dramática.


Séneca advertía que el médico no puede curar bien sin tener presente al enfermo. Aludía a lo que luego el padre de la medicina moderna, William Osler, traducía de este modo: “El buen médico trata la enfermedad; el gran médico trata al paciente que tiene la enfermedad”. Concentrarse únicamente en las planillas de Excel y en los más extravagantes libros de teoría económica sin atender las secuelas devastadoras de la economía real (recesión, enfriamiento, desempleo) y sin plantearse una reconversión cuidadosa y planificada de los damnificados por el cambio para que logren atravesar el puente de la dura coyuntura, asimila al Presidente de la Nación y al “mejor equipo económico de la historia” con entusiastas gamers de videojuegos, sordos a todo y en medio de estragos y escombros humeantes.

La búsqueda del equilibrio fiscal y la baja de la inflación es, aquí y en cualquier país, una condición necesaria pero insuficiente, y un objetivo virtuoso siempre y cuando la operación no se haga sin planificación y sin anestesia, o incluso bajo la idea de que esa variable por sí sola garantiza la felicidad terrenal. Pero aquí había triunfado la cultura del shock y se miraba con desprecio cualquier clase de gradualismo, de manera que todo había que hacerlo rápido, a lo guapo y sin mirar por nadie: se ganó la batalla cultural, la gente modificó su cabeza, ya lo entendería; tengamos superávit, lo demás no importa. La obra pública, la industria, las pymes, la agricultura, los jubilados y el bolsillo de los ciudadanos de a pie padecieron las consecuencias de esa frívola desaprensión, y los médicos discutían la enfermedad en un ateneo erudito mientras el paciente se retorcía en el quirófano.

Los libertarios, por otra parte, invirtieron tiempo y dinero en una narrativa que no usaron para comprar paciencia y contener a la población sino para agredir a los disidentes y para fanfarronear con los goles que todavía no habían anotado: contaban plata delante de los pobres. La falta de cuidado, el no reconocimiento de las angustias concretas que provocaba la motosierra, muestra el encapsulamiento de un grupo que se reía del dolor, como si fuera una evidencia del buen rumbo, y nunca condescendía a la sensibilidad social; más bien la consideraba una tara demagógica de “los zurdos”. Ese espíritu sacrificial que demandaba para la calle no cundía en el palacio, donde se acumulaban sospechas de venalidad, y esos detalles tampoco pasaban inadvertidos.


El rencor servía cuando hace dos años la sociedad estaba indignada con la “casta” y cuando Javier Milei aprendió a encarnarlo con sinceridad y vehemencia. Pero hoy esos mismos sectores acusan penurias equivalentes y el León no se hace cargo de ese nuevo sentimiento desgarrador, más bien lo ignora. Menem decía, en medio de su ajuste, “estamos mal, pero vamos bien” para que la base social no pensara que vivía en un tupper y que no comprendía la dimensión de sus desdichas. Kirchner aseveraba que habían dejado atrás el infierno, pero a continuación siempre agregaba que seguíamos en el purgatorio y que faltaba mucho para llegar al paraíso. Milei se autopromocionaba como el mejor gobierno de la historia, merecedor del premio Nobel y factótum de un modelo maravilloso que venía a destruir el Estado: los que padecían, los que no llegaban a fin de mes, sólo podían ver en esos gestos ampulosos traición y negacionismo.

El círculo que se formó es perfecto, un perro que se muerde la cola: furia, sonrisa, mueca, lágrima y de nuevo ira. Primero vieron que Milei estaba tan enojado como ellos, luego sonrieron con esperanza, a poco de andar sintieron en carne propia el filo injusto de la motosierra y esbozaron una mueca de espanto; más tarde se abandonaron a las lágrimas y al final retornaron a la bronca, que demostraron quedándose en casa y dándole la espalda en las urnas: al peronismo le bastó con movilizar su aparato y recoger a sus víctimas. El que las hace las paga.

La aplicación de un modelo dogmático, con buenas intenciones aunque mal instrumentado, es un asunto nodal y quedó fuera del discurso que Milei pronunció al cabo de su noche más negra. Se habían cometido, según él, sólo algunos errores en el “plano político”. Pero esta derrota aplastante y de consecuencias impredecibles, no sólo refiere a la equivocada estrategia de Karina y de los Menem, la formación de listas donde cunden filibusteros con ínfulas o la vana imposición de la consigna “violeta o nada”, que terminó aislándolos y dejando al Gobierno sin gobernabilidad. También se conecta con la mishiadura generalizada, y con que los mileístas no abrieron su presupuesto nacional a discusión y se guardaron para sí, con altivez insólita, la prerrogativa de elegir en exclusividad dónde y cómo cortar del gasto público para alcanzar las metas fiscales. Los genios son así.


Sería fácil decir que naufragaron en la provincia de Buenos Aires por la estrategia de Sebastián Pareja, e ignorar que fracasaron por la gestión: la micro fue mala y la macro, aunque tuvo principios loables, no ayudó, fue deficientemente ejecutada y se les fue de las manos. También faltaron afecto y credibilidad: las formas, y no solo las republicanas. No se han dejado querer, más bien se han hecho aborrecer porque fueron odiosos con actores sensibles como los discapacitados, los médicos del Garraham, la ciencia y la educación. Hoy el oficialismo enfrenta no el “riesgo kuka” sino el riesgo Milei, que provocó una crisis endógena, inherente a su praxis y a su amateurismo. Y el desastre electoral bonaerense pone en tela de juicio varias supersticiones de toda esta época: el outsider está preparado para gobernar, no se necesitan profesionales de la administración ni de la política, lo central ocurre en las redes sociales, el ajuste puede ser brutal e indiscriminado y aun así tener consenso, y el encumbramiento de esos líderes solitarios es una tendencia irreductible que proviene fatalmente de la revolución tecnológica. Cuando, en verdad, todo es transitorio en la viña del Señor, y así como la única cultura imperante es la emoción personal, el único rasgo imperturbable es la volatilidad: el ciudadano usa el voto (efectivo o en blanco) como un gatillo caliente. Hoy te levanto y mañana te entierro. Y no hay outsider que valga. Nadie tiene la vaca atada, y eso lo saben más que nadie los peronistas, que no se atrevieron a mostrar euforia porque, con este esquema, el que ríe un domingo puede llorar un lunes.

Milei quiso meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo, pero se clavó un pie al hacer algo imprevisto: nacionalizar unos comicios municipales. Cristina Kirchner intentó convencer a Axel Kicillof de que no desdoblara las elecciones precisamente por el peligro de que se discutiera la temática local: admisión implícita de que el conurbano es la obra maestra de terror del justicialismo. Pero el León, en lugar de hacer lo que dañaba a su enemigo, le dio una mano inesperada y planteó la contienda como un plebiscito de su modelo económico. El resultado fue demoledor en el territorio con más población de la Argentina y donde más víctimas puras y duras tienen las políticas libertarias. Asimismo, sus tuiteros e influencers, que responden a Santiago Caputo y son liderados por el Gordo Dan, se presentaban anoche indignados con los “terrenales”, que habían conducido la perdidosa campaña mientras ellos habían sido marginados. También esta es toda una paradoja, puesto que el Mago del Kremlin (Pagni dixit) pretendía más aliados y Karina solo quería “violetas”, pero resulta que la tropa de la hermanísima era menos belicosa y corrosiva, mientras que los guerreros digitales del gran asesor protagonizaron una verdadera carnicería en redes.


Un gran ejemplo piantavotos tuvo precisamente como actor principal al doctor Parisini, que escupió un tuit soez y vergonzoso de gran repercusión contra el senador Luis Juez, emulando a Herminio Iglesias y a horas del sufragio. Los “celestiales” no fueron funcionales a los acuerdos soñados por el Mago del Kremlin; más bien fueron una repugnante maquinaria de intimidación y una factoría de enemistades innecesarias.

Kicillof, que aprovechó todos estos yerros e inexperiencias, fue hábil al admitir que el kirchnerismo viene de un gobierno decepcionante y haber sugerido alguna vez que debía cambiar su canción (será creíble sólo cuando se autocritique y modere su ideología); también al insinuar que se librará de la tutela de la arquitecta egipcia y al proponer “unidad de todos” más alianzas con segmentos no peronistas: la Gran Lula. Pero no resultó verosímil al asegurar que el peronismo amó siempre la paz y la democracia, puesto que varias veces la fuerza de Perón integró el Club del Helicóptero y algunos de sus herederos, en estos mismos días, amagan ya en el Congreso de la Nación con tácticas destituyentes. No deberían hacerse los rulos: todavía las mayorías sociales no parecen estar preparadas para regresar a una experiencia que fue objetivamente calamitosa. Pero, dado el cariz y la velocidad de los acontecimientos, habrá que ver si los actuales estropicios no fabrican una nueva amnesia colectiva.


Milei tienen poco tiempo para detectar el error fundamental y aprender de la experiencia. Y se demostrará en unos días si puede ser un gran médico –es decir, si arribará a un buen diagnóstico y será capaz de dejar de pensar sólo en la enfermedad y tendrá en cuenta también al paciente-, y luego si la dinámica argenta le permitirá rehacerse en octubre. Es difícil imaginar una salida para su laberinto como no sea abandonar el aislamiento y abrir su gabinete a la liga de gobernadores, única entidad de tercera posición que podría ser un escudo contra los embates de los conjurados de siempre. Séneca también decía: “La adversidad es ocasión de virtud”. Veremos.

Por Jorge Fernández Díaz

HUMOR DIARIO