OPINIóN
La cruzada evangelizadora de Milei
El Presidente sigue creyendo que arrasará en las elecciones y descuida a los aliados. La boleta libertaria que encabeza Espert.
James Neilson para Revista Noticias
Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986).
Javier Milei | Foto:Pablo Temes
Aojos de muchos europeos y latinoamericanos, Donald Trump es un representante fiel del norteamericano estereotípico, un ser bravucón, patriotero y desdeñoso de todo cuanto ignora. ¿Cumple el mismo rol en su propio país Javier Milei? Claro que no; sería difícil concebir un personaje más atípico según las pautas nacionales que el presidente actual.
A diferencia de Trump, cuyo asombroso éxito político se ha debido a su voluntad de decir en voz alta lo que realmente piensan decenas de millones de norteamericanos que se sienten estafados por el sistema imperante que sigue dominado por progresistas que los deprecian, la popularidad de Milei puede atribuirse a su extrema excentricidad, al hecho evidente de que tiene muy poco en común con el grueso de sus compatriotas. Antes de su llegada al poder, la minoría reducida que sabía algo de la escuela austríaca de economía a la que alude con frecuencia, no manifestaba interés en los relatos bíblicos o lo que podrían enseñarles sus amigos caninos.
Para más señas, de todos los dirigentes políticos del país, Milei es, por lejos, el más ideologizado. Convencido como está que el destino lo ha elegido para liderar la transformación de la Argentina en un paraíso anarco-capitalista que sirva de ejemplo para el resto del mundo, le cuesta tratar con respeto a quienes no comparten su ideario. En su opinión, tienen que ser o estúpidos o corruptos. Felizmente para él, casi la mitad del electorado coincide. Si bien pocos entenderán muy bien los tecnicismos que Milei emplea cuando habla de economía, muchos dan por descontado que, con escasas excepciones, los políticos del montón son tan perversos como dice y es por tal razón que se inclinan por apoyarlo en octubre. No es que todos sientan entusiasmo por lo que está haciendo el gobierno sino que, por ahora, no ven una alternativa que sea claramente mejor.
En la provincia de Buenos Aires las perspectivas electorales frente al oficialismo nacional son menos promisorias que en el país en su conjunto. A pesar de los esfuerzos de los influencers de La Libertad Avanza por convertir a los habitantes de los distritos más problemáticos del conurbano a su modo particular de pensar, parecería que sólo una franja reducida de la población de La Matanza y otros lugares igualmente deprimidos ha abandonado su fe en las bondades del peronismo kirchnerista. Para ellos, la lealtad tribal importa más que lo que efectivamente hacen los legisladores que eligen. A su manera, se asemejan a aquellos partidarios de Trump que lo quieren sólo porque lo sienten afín.
En el país, es limitado el peso político del ultra-conservadurismo de los más pobres del conurbano que, a pesar de los resultados desafortunados de la gestión peronista, se aferran a lo ya conocido, pero en la provincia puede ser decisivo, lo que plantea un problema muy grande a un movimiento que aspira a reemplazar al peronismo en todo el territorio nacional y que, en parte por instinto y en parte por cálculo, no ha vacilado en adoptar modalidades que son propias de su enemigo principal.
Los libertarios esperaban que el peronismo se dividiera antes del cierre de listas, pero desgraciadamente para ellos, a último momento los adherentes de Cristina Kirchner, Sergio Massa y Axel Kicillof optaron por unirse bajo el liderazgo meramente nominal de Jorge Taiana por considerarlo el menos ofensivo de los candidatos a dicho papel. Si bien es poco probable que Taiana logre enfervorizar a multitudes, es de prever que, para los mileístas, sea un blanco menos vulnerable de lo que hubiera sido alguien como Máximo Kirchner.
José Luis Espert, el encargado de liderar el asalto libertario al bastión peronista principal, suele ser tan filoso, o más, que el mismísimo Milei. Dice que los kirchneristas han transformado la provincia de Buenos Aires en “una cloaca a cielo abierto” y se afirma resuelto a “desmantelar todo el andamiaje putrefacto de ideas nefastas que el kirchnerismo ha planteado” en la mente de la gente.
En estas lides, Espert es un veterano; bien antes de la aparición de Milei, adquirió notoriedad mediática por su voluntad de defender con vehemencia ideas clave que resultaron ser muy similares a las que, andando el tiempo, reivindicaría con pasión parecida el destinado a erigirse en presidente de la República. Como Juan el Bautista, Espert ayudó a despejar el camino para la llegada del Mesías salvador.
Por ser tan innegablemente malas las condiciones de vida en zonas extensas del conurbano bonaerense luego de muchos años de hegemonía peronista, sería de suponer que quienes han tenido que soportarlas estarían decididos a probar suerte con algo que sea radicalmente distinto pero, huelga decirlo, éste dista de ser el caso. Para frustración de izquierdistas, radicales y, últimamente, libertarios, muchos siguen comportándose como víctimas del llamado “síndrome de Estocolmo” en que rehenes de delincuentes armados terminaron simpatizando con sus captores.
Así las cosas, aun cuando antes del 7 de setiembre haya mucho más asesinatos callejeros brutales y estallen más escándalos de corrupción o abuso sexual protagonizados por kirchneristas, a los libertarios no les sería nada fácil sacar provecho de las deficiencias patentes de la gestión del gobernador Kiciloff e intendentes locales como el matancero Fernando Espinoza. Puede que Espert no exagere demasiado cuando alude a las características menos elogiables que atribuye a quienes figuran en la lista de diputados provinciales en potencia de Fuerza Patria, pero sorprendería que sus diatribas consiguieran penetrar la armadura psicológica de fabricación peronista que sus habitantes se han acostumbrado a llevar.
Conscientes de esta realidad desagradable, los estrategas libertarios están preparándose mentalmente para minimizar el significado de una eventual derrota en la provincia con la esperanza, que a juzgar por lo que dicen las encuestas está bien fundada, de que las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre pongan las cosas en lo que para ellos sería el lugar apropiado. Dadas las circunstancias, no tienen más opción, aunque no pueden sino temer que un revés en Buenos Aires tenga un impacto muy negativo tanto en los mercados como en la imaginación colectiva.
Desde fines de 2023, Milei se ha visto beneficiado por la noción de que la Argentina ha experimentado una revolución cultural tan profunda que es virtualmente inevitable que La Libertad Avanza siga sumando triunfos épicos en todos los distritos del país. Mientras que los afiliados de partidos o movimientos arraigados están anímicamente condicionados para absorber derrotas coyunturales porque saben que en política nada dura para siempre y que es necesario aprovechar periodos en el llano para reordenar sus propuestas, aún no lo están Milei y sus huestes celestiales que, por cierto, no se caracterizan por su madurez.
La larguísima hegemonía espiritual del peronismo que, andando el tiempo, incidiría en las actitudes de casi todos, incluyendo a quienes lo combatían, puede atribuirse a que su fundador, el general Juan Domingo Perón, logró presentarse como la encarnación de la argentinidad. Milei aspira a emularlo, pero para tener éxito tendría que reformatear el hipotético carácter nacional, de ahí las furibundas “batallas culturales” que está librando con el apoyo de un conjunto abigarrado de conversos. Aunque a primera vista parece muy poco probable que Milei consiga lo que se ha propuesto, a juzgar por la experiencia tanto nacional como universal, en todas partes abundan los dispuestos a hacer suyas ideas que hasta hacía poco les hubieran parecido absurdas. Por raro que a muchos aún les parezca, el evangelio según Milei no es más esperpéntico que el relato kirchnerista o las extravagancias woke que siguen entusiasmando a sectores de la intelectualidad occidental.
Así y todo, no cabe duda de que las ideas económicas severas que reivindica Milei ya han modificado positivamente la cultura política del país. Si bien el fracaso espectacular del “modelo” corporativista se había hecho patente antes de su llegada al centro del escenario, era necesario que alguien señalara de manera nítida y contundente las razones por la cual sólo generaba miseria e inflación. Mientras que Mauricio Macri intentaba alejarse poco a poco del viejo consenso, Milei entendió que habría que abandonarlo por completo. También dio por descontado que sería peor que inútil procurar pactar con aquellos políticos que dependían de un orden ruinoso por su prestigio social, sus ingresos y, en ciertos casos, su libertad personal.
Además de querer que pusiera fin a la inflación crónica que, como una enfermedad degenerativa, depauperaba a millones, y reconstruir la macroeconomía para que la Argentina pudiera prosperar como habían hecho tantos otros países, en 2023 la sociedad le pidió a Milei que, en efecto, cambiara la clase política o “casta” existente. ¿Serán mejores los diputados y senadores que se elijan en octubre que los remplazados? Por desgracia, no hay muchas razones para el optimismo. Mal que a muchos les pese, todo indica que los responsables de las diversas listas partidarias privilegiaban la presunta lealtad, es decir, sus propios intereses personales, por encima de nociones exóticas acerca de la eventual idoneidad de los seleccionados para ocupar bancas en las dos cámaras del Congreso.
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