martes, 23 de septiembre de 2025

Santiago y todos los escenarios de su salida del Gobierno

 Editorial


Con los pies para adelante


Santiago y todos los escenarios de su salida del Gobierno


Santiago Caputo ya no es el asesor estrella y el arquitecto que tanto amaba Javier Milei al principio

(Dibujo: Fernando Rocchia para AGENCIA NOVA)


En el vértice del poder de la Casa Rosada hay un equilibrio que hoy chirría: Santiago Caputo, hasta hace poco uno de los operadores más influyentes del círculo de Javier Milei, aparece debilitado y a la espera de un veredicto político que todavía no se pronuncia en voz alta.


No es una despedida formal (al menos todavía), pero los indicios que marcan su posible salida son demasiado numerosos para ignorarlos.


Caputo llegó a ocupar un lugar de confianza por su pericia en comunicación y su capacidad para mover estructuras dentro del Estado.


Desde esa trinchera impulsó nombramientos, manejó espacios estratégicos y consolidó redes de poder que, en un gobierno tan personalizado como el de Milei, le dieron visibilidad y peso político.


Sin embargo, la política no perdona los tropezones: la derrota en iniciativas clave, como el rechazo parlamentario a disposiciones que pretendían fortalecer partidas y organismos vinculados a su gestión, erosionó su aura de imbatible. Ese revés fue interpretado por adversarios internos como una señal de vulnerabilidad.


La otra pata de la crisis es interna: la reconstrucción del armado electoral y la consolidación del protagonismo de Karina Milei dejaron al mando de Caputo en situación de asedio.


En los últimos meses se observó una reconfiguración en la que Karina ganó terreno en la Provincia de Buenos Aires y en el diseño de listas, mientras que cuadros cercanos a Caputo fueron desplazados o marginados. Esas decisiones alimentaron versiones sobre su aislamiento dentro del propio gobierno.


A ese cuadro se suman momentos de ruido público que terminaron por poner a Caputo en el centro de la escena por las razones equivocadas.


Filtraciones, audios y declaraciones cruzadas que trascendieron a la opinión pública aumentaron la sensación de que el triángulo (Milei, Karina y Caputo) ya no funciona como una sola pieza pulida. En algunos pasajes, fuentes periodísticas sostuvieron que Caputo habría ofrecido su renuncia y que el presidente la habría rechazado; otras voces plantearon que la oferta de partida respondió más a una maniobra de contención que a una decisión consumada.


Entonces: ¿se va o se queda? Hay que distinguir entre la salida formal y la pérdida de poder real. Una renuncia oficial, con firma y comunicado, todavía no apareció.


Pero la acumulación de derrotas políticas, la pérdida de terreno electoral y la erosión de sus respaldos internos configuran un escenario en el que la salida funcional (quedar sin influencia sobre decisiones clave) puede preceder a la salida formal.


En otras palabras: Caputo puede terminar fuera de la toma de decisiones sin haber firmado una renuncia, simplemente porque su capacidad de incidencia se reduzca hasta hacer irrelevante su presencia.


Las consecuencias de ese reacomodamiento merecen lectura atenta. Para Milei, desprenderse de un operador de ese calibre implica riesgos: pérdida de experiencia en comunicación, fracturas en redes de apoyo y la posibilidad de desgaste de imagen ante la opinión pública.


Para Karina, ganar control e imponer su estilo supone consolidar liderazgo, pero también asumir la responsabilidad plena de decisiones impopulares que puedan venir.


Y para Caputo, el desgaste público abre dos salidas: replegarse al trabajo de consultoría y la militancia digital, o intentar recomponer alianzas con otros sectores políticos fuera del núcleo original.


El periodismo, en estas horas, debe mirar tres señales concretas: cambios en la estructura de nombramientos y cargos; declaraciones públicas de Javier y Karina Milei que confirmen o desmientan versiones; y movimientos dentro de los organismos y espacios que Caputo controla.


Si esas tres variables se inclinan de manera sostenida en su contra, la salida habrá dejado de ser una posibilidad para convertirse en un hecho político irreversible.


Por ahora, la lectura más prudente es que Santiago Caputo está con un pie en la cuerda floja: su influencia está herida y su posición es frágil, pero la salida formal aún no ocurrió.


En la política argentina, la impotencia real suele sustituir a la renuncia, y el poder se mide tanto por lo que se declara en público como por lo que se decide en los pasillos.


Las próximas semanas, con el cierre de listas, nuevos nombramientos y la agenda parlamentaria, definirán si la Casa Rosada asiste a la salida de un operador o a una purga interna que redefine definitivamente el mapa del poder.

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