martes, 30 de septiembre de 2025

Engañapichanga











Amigos americanos


Engañapichanga


Las limitaciones teóricas de la gestión del Gobierno tuvieron un episodio más esta semana.


Carlos Fara


Diario Perfil


“Ejecutá, campeón”. Luis Caputo por Pablo Temes


Los vivos miran solo la coyuntura. Los perspicaces miran la estructura de los experimentos. Los primeros dicen: “¡Mirá cómo zafó!”. Los segundos dicen: “Pan para hoy, hambre para mañana”. Hace como un año que este segundo grupo mira las variables macro y se pregunta: “¿Cuándo llegaremos a 2018?” (por la crisis que obligó a Macri a ir al FMI). A 2018 ya llegamos: el salvataje del Pato Donald lo certifica. “Noooo, esta vez es distinto”. Ya lo analizamos en detalle hace dos semanas en esta columna, post-7S: parece que no es muy distinto.


Es mejor llegar al 26O con la soga de El Amigo Americano –antológico film de Win Wenders basado en una novela de Patricia Highsmith con Ripley de protagonista– que en bolas y a los gritos. Pero la opinión pública tiene cuatro características que importan mucho en este marco: 



sedimenta lentamente, es decir, va a una velocidad mucho menor que la que pretende la política; 


no consume/comprende jugadas de cierta complejidad;


luego de una decepción, le cuesta mucho volver a creer (y quizá nunca más lo haga); y


siempre queda la duda sobre cuánto le impactan hechos/gestos desde el exterior en el medio de una campaña (el dinero americano no se verá hasta después de octubre, además de ser un gran mensaje a los mercados y al sistema político argentino, ¿ayudará a que votantes decepcionados se conmuevan para acudir en ayuda de LLA?). 


De modo que la jugada tranquiliza a los mercados, ergo al escenario, pero no arregla los problemas de fondo, además que se siguen sumando indicadores negativos para la micro (récord de mora, se caen créditos hipotecarios, la industria ya tiene su primer dato negativo interanual). Esto significa que vino el plomero, dijo que había que hacer una tarea compleja, y el dueño de casa optó por poner un parche dada la falta de tiempo y de recursos para hacer una reparación definitiva. ¿Les suena que eso haya sucedido alguna vez en la política argentina? Es ridículo pensarlo ahora, pero si la exigencia constitucional de los comicios de medio término le pone un revólver en la cabeza a gobiernos de minoría frente a recurrentes crisis económicas, tenemos dos soluciones: cambiamos la Constitución o evitamos de por vida las situaciones terminales (o las dos cosas). Ambas son decisiones muuuuuy difíciles. Entonces, mejor pensemos en las cuatro semanas que faltan hasta la elección.


Ayuda a LLA que tiene enfrente al kirchnerismo, que tampoco se luce por su brillantez


Después de quince días de terror para el oficialismo poscomicios bonaerenses, esta última semana fue superavitaria para el Gobierno: sacó el conejo de la galera que varios esperábamos hace semanas –porque no le quedaba otra como anticipamos hace más de un mes–, ganó la agenda y ahora estamos discutiendo de otra cosa. Por cuánto tiempo, no sabemos, porque seguimos en terapia intensiva, y el cuadro interno tampoco está ordenado.


Los más astutos de LLA empezaron a tomar distancia pública prudente, porque si no, saben que son boleta: si el único candidato –en la práctica– va a ser el Javo, entonces no habrá ningún libertario que pudiese aportar algún valor agregado. ¿Acaso desde la Casa Rosada querrán que alguien gane por las suyas, o “el candidato es el proyecto”? El otro dato muy relevante es que, tres semanas después de Cancha Rayada, queda claro que la que manda sigue siendo Karina, y que el “joven maravilla” está pintado al óleo, haciendo sus aportes comunicacionales, pero con poco margen de maniobra (lo dijimos en marzo: el triángulo había dejado de existir).


Por suerte para LLA, tiene enfrente al kirchnerismo que tampoco se luce por su brillantez. Pese a la lucidez del gobernador keynesiano de ponerse al hombro la campaña para hacer doblete, animando a sus socios, esta semana se delataron dos elementos negativos: 


la campaña de Recalde en CABA arenga Seamos libres de verdad, desoyendo las recomendaciones del recordado Lakoff: no se debe usar el marco de referencia del adversario para no ayudarlo a instalarlo, todo lo que suene a libertad es de Milei (“no pienses en un elefante!”). 


Grabois salió a instalar temas urticantes, como remover a la Corte, eliminar el Consejo de la Magistratura –eligiendo a los jueces por voto popular, a la mexicana– y reformar la Constitución; suena a movida de Cris a control remoto para radicalizarle la campaña moderada a Axel.


En este escenario todo entró en duda. ¿Puede ganar el oficialismo la elección? Sí, aunque los indicadores contextuales de la opinión pública siguen deteriorándose. Pero si gana, ¿todo se ordenará? Por empezar, hoy resulta raro que LLA alcance el 40 %, un número mágico en la cabeza del amplio círculo rojo. Segundo, imaginemos que llega al “Santo Grial” de los 87 diputados propios para evitar dolores de cabeza: ¿qué garantiza? Sabe Dios, porque con viento a favor se le fueron ocho desde el inicio del mandato. Con los problemas de conducción política que existen, no se debe descartar que se le pierdan más soldados por el camino. Y si la administración libertaria se sigue cayendo, ¿todos serán leales o habrá “borocotazos”?


Esta semana tuvimos una excelente muestra de las limitaciones teóricas del extremismo libertario: existe el libre juego de la oferta y la demanda… dentro de fuertes estructuras de poder. Ejemplo 1: Trump decidió ayudarnos por geopolítica (y negocios), no por racionalidad económica. Dicho sea de paso, a 13 meses de la elección de medio término americana, el viento les juega en contra a los republicanos, pudiendo Donald tener una segunda parte del mandato con necesidad de consumir muchas aspirinas. Ejemplo 2: como la necesidad tiene cara de hereje, el Gobierno obtuvo el alud de dólares de las grandes exportadoras de granos, que hicieron un pingüe negocio. O sea, el tamaño sí importa. En la opción de hierro, el Presidente optó por dejar de lado la lectura sociológica de la elección bonaerense. Los muchachos productores ya venían de culo y esto no ayuda. Seguramente se agudizará el interrogante sobre para quiénes es este modelo. Es muy difícil gobernar contra los imaginarios sociales. Ya se intentó por izquierda y por derecha, y no resultó. Menos con engañapichangas.

Los “tres platitos” de la crisis que Milei no logra alinear











LA NACION > Política

Los “tres platitos” de la crisis que Milei no logra alinear

El Presidente batalla entre el apetito del mercado, la voluntad del votante y la ambición de la política; el apoyo mutuo con Trump puede devenir en un salvavidas de plomo

30 de septiembre de 2025

LA NACION

Luciana Vázquez

Javier Milei por Alfredo Sábat

El gobierno de Javier Milei mira hacia el cielo y ve tres platitos en el aire que todavía no convergen en la coreografía de una gobernabilidad sostenible: la voluntad del votante, el apetito de los mercados y la ambición de la política. Credibilidad volátil ante los bonistas; dudas que se profundizan entre los electores; endurecimiento en la oposición. En tiempo de descuento hacia la elección de octubre, el malabarismo presidencial afronta riesgos en cada juego de manos.

Un platito puede caer y hacerse pedazos, y arrastrar a los otros en la caída: el caso retenciones cero, con resultado positivo para el arco de las reservas, pero negativo para la confianza de la zona núcleo, es una muestra clara de la manta corta que les cuesta gestionar a Milei y Luis Caputo. Los problemas de muñeca política les complican incluso el diálogo con los más cercanos y les generan ruido político justo cuando era el momento de celebrar la victoria financiera con el espaldarazo trumpista.

Las brechas proliferan en el escenario argentino. Volvió la del dólar, conocida. Y ahora se instalan otras. Un gap entre las expectativas del Gobierno, que busca recrear una percepción de estabilidad, y las de los mercados, que están en modo subibaja: los anuncios que celebra el mercado un día se licuan dos días después en una nueva escalada del riesgo país, por ejemplo, que ayer volvió a ponerse por encima de los 1100 puntos a pesar de toda la munición gruesa que Donald Trump y Scott Bessent le prestaron al Gobierno la semana pasada. Además, las elecciones de la provincia de Buenos Aires dejaron una lección a los bonistas: con la inflación a la baja ya no alcanza. El riesgo país que volvió a escalar deja otra duda: que sin el apoyo histórico de Trump y Scott Bessent no se puede, pero ¿tampoco alcanza?

La trama se complica: lo que conforma a los bonistas por momentos no necesariamente interpreta las demandas del argentino de a pie, que no ve los beneficios de la estabilidad macro y del alejamiento del default: ¿quién ha visto alguna vez un bonista?

Y todo puede ser más desafiante todavía cuando nace otra brecha: casi una zanja entre las habilidades políticas que requiere el presente y aquellas de las que dispone el Gobierno. Una hipótesis toma forma entre los observadores del panorama político que une puntos en países disímiles con presidentes disruptivos: a los outsiders les resulta más fácil ganar elecciones que gobernar la complejidad. En esa idea se resume todo el problema de Milei.

Desde la orilla de su principal aliado político, Pro, un dirigente que está entre los que están dispuestos a sostener el envión macroordenador del Gobierno insiste en una idea que es casi eslogan en ese grupo: “El rumbo macroeconómico es el correcto. Nos toca acompañar”. Como herramienta política de gobernabilidad prestada, tampoco está claro que pueda ser suficiente. Al menos, no sirvió para ganar en la provincia ni para dar un salto arrasador en la ciudad de Buenos Aires.

¿Qué es ganar la elección de octubre? Cada respuesta que ensayó el oficialismo este año se mostró apresurada o directamente equivocada. La elección porteña dejó lecciones: el error del triunfalismo. La victoria de La Libertad Avanza llevó al oficialismo a leer la conquista de un tercio, el 30% que sacó Manuel Adorni, como una hegemonía estilo balotaje proyectable a todo el territorio patrio. A partir de ahí, para Milei y sus estrategas solo quedaba sojuzgar a Pro en el armado de las listas nacionales. Error.

El mileísmo perdió de vista que el perokirchnerismo quedó segundo, pero ahí nomás, con los 27 puntos de Leandro Santoro. Y en el colapso de Pro los libertarios creyeron ver su oportunidad futura: el magro 16% de Pro con Silvia Lospennato los hizo soñar con un dominio consolidado del cuadrante de centroderecha. La comparación con 2023 los llevó a ilusionarse: aquel año habían quedado terceros, con un liderazgo Pro de casi 50 puntos. El crecimiento de este 2025 y el primer lugar en CABA acentuaron la certeza de una nacionalización del triunfo libertario: no vieron que estaban lejísimos de los porcentajes de Pro en los años de su hegemonía porteña.

Al mileísmo se le pasó de largo que en mayo gran parte del voto Pro desoyó el canto de sirena libertario y se dividió entre Lospennato, Horacio Rodríguez Larreta y otros candidatos con menos caudal. El votante porteño aprovechó las opciones marginales que le ofrece una elección legislativa: no fue solo pollo o pasta, como en un balotaje. La suma del 16% de Pro y del 10% de Rodríguez Larreta casi equivalía al porcentaje que Juntos por el Cambio le había transferido en el balotaje de 2023. Pero ahora ese voto se movió entre más opciones. El mileísmo no la vio.

La elección bonaerense trajo otras lecciones: mostró la contundencia de la transversalidad perdida. Parte del voto de sectores empobrecidos que se alinearon tras Milei en 2023 volvieron al redil peronista: LLA se hizo más antiperonista. Y parte del voto de la centroderecha blanda, “la derechita cobarde”, como la llamó Agustín Laje durante buena parte de 2024, se quedó en su casa. Algo parecido al comportamiento en CABA, pero distinto: es decir, evitar el voto libertario y elegir otras opciones más digeribles, incluso el ausentismo.

Ahora Milei se dispone a viajar por el interior para corregir errores. ¿Demasiado tarde? Hay dudas acerca de si va a dar buenos frutos la estrategia de renacionalizar la elección en la figura de Milei después de provincializar los conflictos, lanzando candidaturas libertarias en territorios donde pudo haber alianzas más efectivas.

En Córdoba, el lanzamiento que protagonizó Milei volvió a la endogamia de las bases electorales y de las bases ideológicas. El riesgo es llegar al fin del proceso electoral en octubre con un lamento: “Karina, achicaste al mileísmo”.

Ayer, Milei llegó a Tierra del Fuego: otro problema para el mileísmo de mercado, la exposición de una de sus contradicciones más difíciles de explicar: la defensa del régimen de Tierra del Fuego mientras sostiene las retenciones al agro.

El Índice de Confianza en el Gobierno (ICG), elaborado por la Universidad Di Tella y la consultora Poliarquía, acaba de volver a mostrar el problema de confianza que atraviesa al Gobierno: dos meses consecutivos de baja del ICG, que ahora cayó 8,2% respecto de agosto, cuando había caído más de 13 puntos. La única buena noticia con relación a la confianza en el Gobierno es que la caída sigue, pero aminorada. El bajo puntaje del ICG de septiembre, por la fecha en que realizó la encuesta, registra el impacto del caso Spagnuolo y de la derrota bonaerense.

La falta de precisión de la tecnología de las encuestas a la hora de predecir resultados pone más tensión al presente: la falta de unas PASO hace difícil tener un mapa más fidedigno de las tendencias del votante. Extrapolar elecciones locales puede conducir a errores de todo tipo: estratégicos electorales, políticos e inclusive económicos. La decisión de eliminar las PASO no funcionó: les dio carácter de PASO a elecciones provinciales difícilmente extrapolables a todo el país. No solo no quitó incertidumbre, sino que le sumó imprecisión a la política.

El riesgo político

En el plano doméstico, el Congreso vuelve a la carga: es el espacio donde se viene escenificando desde hace meses la debilidad política del Gobierno. Es la plataforma de campaña de la oposición más dura. Esta semana, empieza la puja por el presupuesto 2026 en Diputados y en el Senado, el debate por los vetos al financiamiento universitario y a la emergencia pediátrica. La pregunta es cuánto cambió realmente el clima político después de los anuncios económicos de Trump y Bessent, es decir, cuánto influye en la voluntad de los senadores y diputados y su percepción del poder del Gobierno y de sus chances electorales. La incipiente reconciliación entre Milei y Macri entra en ese mismo marco. De afianzarse ese acercamiento, ¿será efectivo o a esta altura es más un apoyo devaluado? Macri también sufre la pérdida de cierto ángel, después del deshilachamiento de su caudal electoral.

El plano internacional también trae interrogantes al proceso político mileísta. La excepcionalidad de Milei se juega en ese punto: con menor capacidad de construir una gobernabilidad de anclas nacionales y con mayor capacidad de anclarse en una alianza internacional tan atípica. Las encuestas complican a Trump. De acuerdo con The Economist, el diferencial de aprobación de Trump es negativo en 17%. El apoyo alcanza apenas al 39% y la desaprobación, al 56%. Y en la elección de medio término del año que viene, Trump enfrenta un desafío si quiere mantener sus mayorías en el Congreso: lograr movilizar a votantes que le escapan al voto.

Como Milei, el objetivo es que la gente vaya a votar. El apoyo mutuo que se prestan Milei y Trump puede terminar resultándoles un salvavidas de plomo. Un dato más para la incertidumbre futura.

Por Luciana Vázquez

HUMOR DIARIO

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