aprestos bélicos
Trump acelera el operativo Lanza de Fuego y Venezuela se pone en pie de guerra
Anticipan acciones militares sobre Venezuela y la región. Maduro moviliza tropas y reservistas ante una posible escalada bélica.
Roberto García
Diario Perfil
Nicolas Maduro...Más duro por Pablo Temes
Ningún manual de guerra ignora la importancia de la sorpresa. Por el contrario, es vital ese concepto para la contienda. Ejemplo: la Guerra de los Seis Días, que liquidó en tierra a toda la escuadra de aviones de Egipto. Sin embargo, rompiendo los libros, Donald Trump anticipa operativos bélicos sobre Venezuela, la movilización de marines, flotas, aviones y el ingreso a las aguas del Caribe del mayor portaaviones de la historia, el Gerald Ford. Todo a un precio de bicoca: casi 200 millones de dólares por día que pagan los ciudadanos en impuestos, a explicar más adelante en una ríspida sesión del Congreso. Ni a los propios podrá satisfacer Trump en el caso de que no produzca resultados. Tamaño despliegue hasta ahora provocó desde septiembre unos ochenta muertos por voladuras de lanchas con presuntos narcos y alrededor de veinte ataques. Este fin de semana se aguardaba una operación superior de las fuerzas armadas norteamericanas, sin precisarse formas o recursos, aunque con la denominación ya bautizada: Lanza de Fuego. Y con la instrucción de exceder el movimiento armado, en apariencia, a los límites geográficos de la misma Venezuela, ya que apunta a fulminar al narcotráfico y al terrorismo en otras naciones, particularmente Colombia. Promete el mandatario limpiar del flagelo a todo el hemisferio, aunque no incluye por el momento la limpieza del distrito con mayor consumo: los Estados Unidos.
Finalmente, uno se ha dejado tentar por la progresión de los anuncios y el significado posible que podría tener el conflicto para la Argentina, sabiendo del proclamado alineamiento a Washington –razón por la cual el país se integró por primera vez a un ejercicio militar en Trinidad y Tobago hace pocos meses, aportando un avión C130 para esa campaña llamada Southern Spear–. Incluso, al margen de arrebatos característicos y cambiantes de Trump, su secretario de Guerra, Pete Hegseth, anunció el comienzo de la campaña militar hace 72 horas sobre Venezuela y vecindades. Por su parte, atento a las contingencias y amenazas, el gobierno de Maduro tomó en cuenta los avisos y procede como si fuera a sufrir una eventual invasión, movilizando soldados, reservistas (unos doscientos mil armados) y colocando al país en pie de guerra. Al mejor estilo Cuba –altri tempi– luego de la frustrada penetración anticastrista en Bahía de Cochinos durante el gobierno Kennedy. En este caso, la administración republicana blanquea su posible ataque y dispone, por supuesto, de una mayor cobertura y logística que aquella aventura que por último fortaleció al gobierno cubano. Más de un observador entiende que Trump evitará desembarcos físicos de sus tropas, enfrentamientos y ocupaciones, a pesar de que el mundo ya se ha acostumbrado a burlar las leyes internacionales, como el avance de Rusia sobre Ucrania y su propósito de anexarse el territorio.
El apremio de las naves, el bombardeo a las lanchas y las declaraciones rimbombantes ya han sumado muchos días, y nadie se podrá asombrar de un acontecimiento mayor, una escalada, sea en Venezuela o Colombia. Unos piensan que el hostigamiento castrense podría servir para que los mismos venezolanos despidieran a Maduro y su cuarteto dirigencial, encabezado por Diosdado Cabello, a través de una negociación. Pero resultó al revés, en apariencia, y el despliegue de las fuerzas de EE.UU. se estaba convirtiendo en un émulo de aquel general Alais, que en tiempos de Raúl Alfonsín sostenía que “estamos llegando” para reprimir a los rebeldes carapintadas. Una farsa que les hacía pensar a los argentinos que estaban frente a un golpe de Estado, cuando, en rigor, la disputa era por intereses personales de los militares.
Sería una ingenuidad afirmar los recursos y formas que usará Trump para desalojar a Maduro y sus conexiones presuntas con el narcoterrorismo, como él dice. Pero algunas versadas fuentes sospechan que podría utilizar operativos semejantes a los que EE.UU. se sirvió para agredir a Muamar el Gadafi en Libia, con un misilazo al palacio donde vivía y que le costó la vida, entre otros, a una hija adoptiva de aquel jefe árabe. Como se sabe, Gadafi salvó entonces su vida dos minutos antes gracias a un llamado telefónico de Bettino Craxi, el primer ministro socialista de Italia –condenado más tarde por recibir coimas en la tangente–, quien le notificó del torpedo en ciernes (esta información quedó registrada en los historiales de la Stasi, un ponderado servicio de inteligencia del entonces comunismo de Alemania Oriental). Se supone que EE.UU. hoy dispone de elementos más sofisticados e impenetrables para hacer efectivo un atentado de esas características, sea en el palacio de Maduro o en alguna de las principales cinco bases militares en las que se podría refugiar y que, según la CIA, serían albergue de los narcos.
Mientras decide fecha y hora cerca del Comando del Sur, Trump se apresuró para concederle el indulto a uno de los mayores terratenientes de la Argentina, el británico Joe Lewis, quien estaba detenido en los Estados Unidos por actividades fraudulentas y cuya prisión no apareció en ninguno de los grandes medios del país. Tampoco su liberación especial. Amigo del mandatario norteamericano, consiguió la libertad por una excepcionalidad que, seguramente, debe festejar Mauricio Macri, quien también se enorgullecía de ser amigo de Lewis, de visitar su barco –con una comparsa característica de su círculo– y, además, de estacionarse en Lago Escondido, lugar paradisíaco elegido por el empresario y su familia para quedarse de vez en cuando en el Sur. Lewis, también dueño del Tottenham Hotspur del fútbol inglés, uno de los diez millonarios más grandes de Gran Bretaña, accedió a su fama local cuando le prestó su mansión patagónica a uno de los directivos de un gran medio argentino que, a su vez, invitó a varios magistrados y personajes de la Justicia que le hicieron pensar a Cristina de Kirchner que eran partícipes de una conjura para meterla presa. Curioso: el que fue preso fue Lewis, y obtuvo ahora el indulto. Ella, sin horizonte, no sabe quién le podría firmar esa prerrogativa. Ni la sueña.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario