Confusión y desinformación
Juan Sebastián Verón y el doping que no fue: la sombra que persiguió a la Brujita antes del Mundial 98
En un país todavía golpeado por el doping de Diego Maradona en Estados Unidos 1994, el episodio terminó siendo una de las grandes leyendas negras del fútbol argentino. Juan Sebastian Veron (Dibujo:Fernando Rocchia para AGENCIA NOVA)
A días del debut de la Selección Argentina en Francia 98, una noticia corrió como un relámpago por los pasillos del predio de AFA en Ezeiza y encendió alarmas en la prensa deportiva: Juan Sebastián Verón habría dado positivo en un control antidoping.
La información, nunca confirmada oficialmente, se propagó con la velocidad de los rumores que mezclan misterio, figuras públicas y un Mundial a la vista. La historia, en un país todavía golpeado por el doping de Diego Maradona en Estados Unidos 1994, terminó siendo una de las grandes leyendas negras del fútbol argentino.
En aquel mayo de 1998, Verón era una de las piezas más brillantes del equipo de Daniel Passarella. Su presente en la Sampdoria lo había instalado como un mediocampista de jerarquía internacional, dueño de una pegada quirúrgica y una visión de juego que prometía conectar las líneas del seleccionado con elegancia.
Por eso lo compró el Parma, pero la supuesta filtración del positivo -difundida y reproducida por la prensa argentina sin que existiera confirmación oficial- lo dejó en el ojo de la tormenta justo cuando debía concentrarse en la máxima cita del fútbol.
La versión indicaba que el control se había realizado en forma sorpresiva en los días previos del viaje de la Selección Argentina al Mundial, y que los resultados arrojaban la presencia de restos de cocaína y éxtasis en la orina del jugador.
Desde la AFA, conducida entonces por Julio Grondona, hubo un intento por explicar las cosas, pero solo aportó confusión. En cuestión de horas, los programas deportivos y los diarios multiplicaron las especulaciones.
Por su parte, Passarella incluyó al jugador en la lista final de convocados al Mundial. En tanto, Verón solo atinó a decir “Me comí un garrón”. Así las cosas, el equipo argentino pasó por el torneo sin que hubiera problemas de consumo de sustancias.
Eso sí, la relación con el periodismo resultó seriamente afectada. Con el correr de los días el tema se desinfló con la misma velocidad con la que había explotado, pero el daño ya estaba hecho.
El episodio dejó en evidencia un fenómeno cada vez más recurrente: la capacidad de los rumores para condicionar el clima deportivo y personal de los protagonistas. En plena era pre-digital, la información falsa circulaba a través de teletipos, redacciones y programas de radio, pero su efecto era igual de corrosivo. La reputación de Verón, un joven de 23 años en ascenso, quedó marcada por una historia que careció desde el inicio de pruebas, documentos o responsables.
A casi tres décadas, el caso Verón simboliza una línea ética que el periodismo deportivo no debe cruzar. El tiempo confirmó que la Brujita fue víctima de una tormenta perfecta: una mentira verosímil, repetida con insistencia, que terminó transformándose en un mito urbano.

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