VIDEO | ¡Bienvenidos al country K! De la tumba trucha de Néstor al quincho con hidromasaje de Lázaro Báez

El avance del decomiso ordenado por el Tribunal Oral Federal número 2 en la causa Vialidad volvió a poner el foco sobre tres propiedades que marcaron el poder K en Santa Cruz: el mausoleo de Néstor Kirchner, la casa que Cristina usa en Río Gallegos y la extensa chacra de Lázaro Báez.
Todas ellas tasadas dentro de un paquete de bienes que supera los 684 mil millones de pesos y que fueron adquiridos entre 2003 y 2015, los años dorados del kirchnerismo en el poder.
Primero, la casa de Cristina en Mascarello 441. Un chalet de dos plantas y 890 metros cuadrados de jardín, con una historia inmobiliaria tan conveniente como poco transparente: en 2011 la compró Negocios Patagónicos SA, del operador K Osvaldo Sanfelice, por apenas 200 mil pesos, y un año después ya estaba en manos de Los Sauces SA por 250 mil dólares.
Funcionó como refugio de Cristina en 2016, cuando el juez Claudio Bonadio la investigaba en esa misma causa. Hoy, aunque la exmandataria cumple arresto domiciliario en San José 1111 en la Ciudad de Buenos Aires, la vivienda en Santa Cruz sigue con custodia policial todos los días. Porque las casas también saben demasiado.
Luego está la chacra de Báez, la escenografía favorita del socio empresario del kirchnerismo. Con dos quinchos, biblioteca, bodega de vinos, cancha de fútbol con iluminación, gimnasio, jacuzzi, hidromasaje, ducha escocesa y un parque rodeado de pinos, la propiedad exhibe el lujo incompatible con una provincia que vive reclamando por obras básicas.
Según un informe, un sobrevuelo permitió dimensionar la magnitud de ese reino campestre que hoy forma parte de la afectación judicial. Báez, investigado por las 51 licitaciones viales, perderá más de 80 bienes ligados a su entramado empresarial.
Y el broche simbólico: el mausoleo de Néstor Kirchner, construido en 2011 por Austral Construcciones, la empresa de Báez. Allí se tomó la única foto pública donde se ve juntos a Cristina y a su contratista predilecto, como recordatorio de un pacto que fue más que político.
Durante la gestión de Alicia Kirchner, el lugar fue declarado monumento histórico, garantizando mantenimiento estatal permanente. Pero el acceso al público permanece cerrado: un monumento al poder que prefiere ser contemplado desde lejos.
Hoy, estos símbolos del poder K ya no representan victoria, sino prueba material de un circuito económico donde la frontera entre Estado, negocios propios y culto personal quedó borrada. Santa Cruz, el origen de todo, también es el escenario donde la Justicia empieza a desarmar el decorado.
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