Socialdemocracia
Asequible: que puede conseguirse o alcanzarse
La eficacia de la consigna de campaña del nuevo alcalde de Nueva York abre un desafío al pensamiento progresista
Pablo Helman
Diario Perfil
NYC, Carlos Mamdani por Pablo Temes
1.Si hay dos personas que no se parecen en el mundo (por historia, ideas, carrera política, ideales y, también, por cuenta bancaria), esas son Zohran Mandami y Máximo Kirchner. Hablar de “peronismo” para definir al elegido alcalde de Nueva York es tan absurdo como definir como “socialista” al heredero líder de La Cámpora. Y, tal como suele suceder con cierto kirchnerismo que resulta funcional al proyecto de Javier Milei, es aceptar astucias que son propias de la ultraderecha. Mamdani se explica por tradiciones muy distintas que las del peronismo actual. Y mientras éste último perdió ante la ultraderecha, el socialismo democrático estadounidense, le dio un golpe duro a Donald Trump y, seguramente también al proyecto que actúa como pulmotor de la derecha argentina.
2. En su simpático castellano, Mamdani habló en su campaña de hacer de Nueva York una ciudad “asequible”. Asequible es, sin dudas, una palabra clave. Según la RAE viene “Del lat. mod. assequibilis, y éste der. del lat. assqui ‘conseguir, obtener’. La primera definición es la que da título a estas líneas: “Que puede conseguirse o alcanzarse”. Luego, el diccionario abunda en detalles: “accesible, alcanzable, factible, realizable, practicable, hacedero, posible”. El triunfo del Demócrata Socialista es la suma de ese mal castellano simpático y esforzado (esforzado en comunicarse con los demás: otra de las definiciones de asequible es “fácil, comprensible, inteligible”) y la búsqueda de ideales que pueden conseguirse con voluntad real de poder y de empatía.
3. Hay una serie televisiva de 2016 que comenzó en Vimeo y llegó a HBO que se llamó High Maintennance. Vale la pena revisar sus capítulos, lleno de una sabiduría que parece faltar en el mundo actual. Es la historia de un barbudo, interpretado por el creador de la serie, Ben Sinclair que va por Nueva York con su bicicleta vendiendo marihuana. La serie tiene la cadencia de un viaje en bicicleta o de un paseo en bote por un río. Es la vida del ciclista (un trabajo, vender en bicicleta, que en la Argentina tiene entre quienes lo hacen a muchos votantes de Milei), pero también la de sus clientes, su novia, su perro. Aquellos neoyorkinos son distintos al lugar común del americano promedio: sabios y marginales, yuppies, hípsters, artistas. Uno de los mejores capítulos transcurre en la noche del triunfo de Trump: la tragedia y la farsa juntos. Mucha gente quedó afuera del proyecto que parece adueñarse de occidente. Lo dijo Mamdani en la campaña. Su intención es cambiar el eje: pensar y favorecer al 99% que no es el 1% más rico.
4. En una entrevista en Nueva Sociedad al fundador de la revista Jacobins, Bhaskar Sunkara, se da un dato revelador: “según una encuesta de Gallup, 51% de los jóvenes estadounidenses de entre 18 y 29 años tiene una opinión favorable del socialismo, mientras que solo 45% tiene una mirada positiva sobre el capitalismo”. Sunkara explica que “El término ‘socialismo’, obviamente, ha sido usado en un sentido muy vago. Cuando la gente habla de socialismo en Estados Unidos suele referirse a una expansión del Estado de Bienestar. Parte de la popularidad del socialismo tiene que ver con que, a pesar de que la Guerra Fría terminó hace tiempo, la derecha estadounidense sigue usando el fantasma del socialismo para vilipendiar reformas que son meramente liberales”. La izquierda norteamericana, demócrata socialista, socialdemócrata, tiene una tradición, que renació con Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez y sigue en Mamdani. Sunjara explica que “vale la pena recordar que el socialismo no fue inorgánico a la política estadounidense. Ha sido más episódico que ausente. Hace más de cien años teníamos la primera ola de socialismo estadounidense, y fue el mejor tipo de socialismo. Fue el mejor en el sentido de que se ‘habló’ socialismo en un lenguaje estadounidense, abarcando las diferentes lenguas del país: el socialismo judío del Lower East Side de Nueva York, las tradiciones populistas del centro y sur del país, el sindicalismo de los mineros del oeste, los grupos socialistas cristianos. Basta mirar el caso de Eugene Debs, un ateo y fundador del Partido Socialista, y observar cómo él también hablaba como un pastor cristiano. El socialismo reemergió con la Gran Depresión de la década de 1930 y otra vez con la Nueva Izquierda en los años 60”.
5. Hablando de socialismo judío: la reacción de la “ultraderecha” argentina (por ejemplo, el periodista Joni Viale), replicando con memes la teoría del reemplazo genético en la última semana no debería insertarse en la lógica del antimusulmanismo sino del antijudaísmo alemán de los años 30. Los argumentos de ese estilo son los mismos de la Alemania nazi, simplemente cambiando “musulmán” por “hebreo”. Mamdani está culturalmente muy cerca de esa izquierda Lower East Side judía (la de millones de judíos que repudian el neonazismo de Netanyahu). Sunkara lo explica muy claramente en su libro “Manifiesto Socialista”: es en las instituciones judías donde se acercó a las ideas de izquierda.
6. Es difícil encontrar en la Argentina esa tradición. Y ver cómo tiene un reflejo en los apoyos populares, El periodista Ernesto Tenembaum sostiene, un poco en broma y un poco en serio que Emmanuel Álvarez Agis podría convertirse en nuestro Mamdani. Muchos creen que streamings como Pedro Rosenblat y Tomás Rebord podrían representar el cambio. Mamdani tiene algo que aún no se ve en la izquierda clásica: voluntad de poder, ganas de ganar. Y hacerlo a través de ideas asequibles.
7. Deng Xiaoping reconoció algo difícil de digerir para muchos: sin la generación de riqueza es imposible distribuirla. Al socialismo clásico, marxista, le resultó un problema irresoluble. Generar riqueza, clave en el capitalismo, es un consenso que no puede eludirse. Es algo que no debería discutirse. El desafío que presenta el primer cuarto del siglo XXI es novedoso: el problema no es la riqueza, sino los ricos. Seamos más precisos: el problema no es el capitalismo (ni los capitalistas en muchos casos), sino los ricos. Son los megarricos, como Peter Thiel o Elon Musk que aceleran el sistema a tal dimensión que parece que desean chocarlo. Basta leer sus biografías o sus textos para comprender que se volvieron un poco locos (si entendemos irracionales por “loco”: cualquier parecido con la política argentina no es mera consecuencia). Si en el Mayo Francés la idea revolucionaria fue “pedí lo imposible”, ahora el objetivo parecería ser “consigamos lo asequible”: entendamos la diferencia.

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