martes, 1 de julio de 2025

Buen viaje, querido Pepe

 

Buen viaje, querido Pepe

Ilustración: Gabriel Hernán Martínez.

Guerrillero, preso político, dirigente del Frente Amplio, presidente de Uruguay… José Mujica tuvo un derrotero cautivante, de resistencia, de resiliencia, de lucha. Su idealismo le marcó el camino hasta el último de sus días, cuando estaba cerca de cumplir los noventa años. Aquí recuperamos su palabra y su pensamiento, su legado.

¿Cómo te gustaría ser recordado, Pepe?

–No, no me planteé eso… Es tan, es tan… poco nuestra vida ante la magnitud del universo, de todo lo demás… que me parece muy presuntuoso cuando decimos “es un hecho histórico”. Como si tuviera alguna importancia en la magnitud colosal del tiempo y de las dimensiones del universo, ¿verdad? La tentativa de humanizar lo infinito que no lo podemos lograr… entonces nos autoatribuimos como especie. ¡Qué ambición de Dios que tenemos!, ¿verdad? Y somos unas hormigas, pero en fin… Así que no me he hecho ese planteo. Una barra de compañeros me va a recordar un tiempo después… por eso tengo el problema resuelto: que me prendan fuego y me entierren ahí cerquita de la perrita, ahí, abajo de un árbol… Porque hay que aprender a morirse como los bichos del monte, sin ruido y sin aspamento. No somos ni tan trascendentes ni tan importantes, ni valemos más ni menos que una hormiga, me parece a mí…

Una barra interminable lo despidió. Lo abrazó un país entero. Lo extrañarán todos aquellos que sueñan con construir mejores realidades. Partió un luchador de toda la vida, un imprescindible, en palabras de Bertolt Brecht. “La muerte está ahí, está dando vueltas. Al fin y al cabo, me ha despreciado varias veces”, me confesó en una de las charlas que mantuvimos en su chacra, donde ya descansa junto a su querida Manuela.

Familias enteras desfilaron por el Palacio Legislativo ofrendando flores, aplausos, vítores, lágrimas, cartas y banderas del Frente Amplio y de su querido Movimiento de Participación Popular. Allí, serena, Lucía recibía el cariño de militantes de distintos rincones del Uruguay y de Latinoamérica. La seguridad de la tarea cumplida, de una vida plena, de un recuerdo que no se apagará. Quince años antes, en ese mismo lugar, su compañera de lucha, en ese momento la senadora más votada en todo el país, le colocaba la banda presidencial, sumando un nuevo capítulo a una vida de novela.

Sus últimos años los dedicó a su querida barra, a despertar la conciencia, a sembrar esperanza en el medio de la tempestad fascistoide que nos golpea en diferentes latitudes. Su tenacidad, esa fuerza interior que no fue quebrada ni por la tortura ni la soledad impuesta por la dictadura militar, le permitió acompañar, junto a Lucía, a Yamandú, al Pacha, a su MPP, en un proceso electoral victorioso que abrió una nueva oportunidad al frente progresista oriental.

Ampliar la barra fue su obsesión desde que dejó la presidencia. Más importante que el cacique es la fila de indios que vienen detrás, repetía una y otra vez el Pepe en sus encuentros.

–¿Cuál querés que sea tu legado?

–Mi legado. Una barra de muchachos que levanten las banderas dela igualdad y de la lucha de la justicia social y sigan estando después de que yo me muera. Trabajo para eso. Ahora estoy tirando semillas al
viento porque la lucha es muchísimo más larga de lo que supusimos cuando éramos jóvenes. Entonces, yo no veo otro camino que formar seres colectivos que le den continuidad a la ley. Pero incrustar en la cabeza de las nuevas generaciones es parte del trabajo. No pensar solo en el hoy, también pensar permanentemente en el mañana y en el quién queda… Porque la lucha es permanente y eterna. Y más, yo defino, yo pensaba que luchábamos por el poder, es mucho más complicado. En el fondo somos luchadores por la civilización humana, y hay que concebir a la civilización humana como una escalera infinita y vamos paso a paso y a los tumbos construyendo, y más peldaños, y subimos algo. Y de vez en cuando se nos rompe algún peldaño y hay que volver a empezar y seguir. Tampoco es un progreso aritmético… No, es un progreso con caída y sobresalto que lo vamos incorporando. Fijate vos, te lo resumo con esto: la historia humana es un cementerio de utopías. Nosotros peleábamos en un mundo de clases. Aquellos no consiguieron un carajo, pero sí sembraron algo que germinó, y a los treinta años se puede decir que las ocho horas eran casi un patrimonio mundial de todos los gobiernos militares del mundo. No es poca cosa lo que lograron. Y así vas a ver una cantidad de adelantos sociales que hemos tenido. Ese es nuestro papel, incorporar esas cosas al acontecer humano al punto de que muchísimos de ellos de la propia derecha más reaccionaria no lo desarman, porque ya no pueden, porque está incorporado como tradiciones culturales. Ese es el papel que hay cumplir. Constantemente en la historia humana hay una tendencia entre los conservadores y la renovación, estas dos visiones tienen deformaciones y patologías: lo conservador suele caer en lo reaccionario y lo renovador, lo que nosotros representamos, en el infantilismo. Se proponen cosas que no son logrables, por lo menos en el tiempo. Entre estas dos enfermedades navegamos, y hacemos lo que podemos. Esto quiere decir que los compañeros de izquierda no son de la Revolución Francesa de acá, son permanentes de la historia humana, son una cara de la humanidad. Aquellas imágenes que usaba Chaplin, las de dos caretas, ¿viste? Bueno… eso, hay una cara progresista y una cara de conservador, las dos pivotean, y las dos tienen enfermedades. Así me represento a la historia humana, y no creo que haya un final, porque no hay una meta, hay un camino. O por lo menos, la meta no la vislumbro.

–Y el saldo del aporte de tu generación, a esa herencia que es la civilización, ¿es positivo?

–Yo no sé, lo dirá el futuro. El futuro dirá si somos unos soñadores románticos, si servimos para algo. Hoy no me puedo juzgar. Estoy metido en la pelea, pero me parece que tendría un juicio objetivo.

PEPE, UN LOCO QUE PIENSA COSAS RARAS

No le gustaba que le dijeran que vivía de manera austera. Austeridad, esa maldita palabra utilizada por los gobiernos para ajustar y arrebatar derechos y calidad de vida a la ciudadanía. Pepe vivía de manera simple, ligero de equipaje. “Vive como piensas o pensarás como vives” era un compromiso que pretendió legar a la izquierda y al campo popular. El tiempo es lo único que no puede ser comprado, se agota, no se renueva. Debe ser administrado con lucidez. Pepe, un verdadero estoico, que vivió en plenitud.

–¿Quién sos, Pepe Mujica?

–Un loco. Pepe es un loco porque piensa cosas raras.

–¿Siempre pensó cosas raras?

–Sí. Y las sigue pensando.

Su anarquismo adolescente derivó en un compromiso de militancia en la izquierda uruguaya. La decisión de abrazar la lucha armada en un continente tumultuoso, en disputa, marcó su destino. Tres veces detenido, la última, la más cruel y prolongada, junto a sus compañeros el Ñato Huidobro y el Ruso Rosencof. Secuestrados por la dictadura para condicionar el accionar del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, se les impuso la tortura, un enajenante aislamiento y el desafío de sobrevivir en condiciones infrahumanas.

–Alguna vez, en cautiverio, entre que pasaban los días y las noches y los años, ¿pensaste que eso no se iba a terminar nunca?

–Nunca. Tenía claro que iba a terminar, pero tampoco pensé que fuera tan largo. Pensé que se iba a recomponer antes. No era lógico que durara tanto.

–¿Cuánto de esta persona que sos hoy ha sido influido por aquel que eras ahí?

–Buena parte de lo que pienso hoy se fue amasando en la soledad de los calabozos. Es más, ¡qué maravillosa la criatura humana! Por eso siempre digo que probablemente los seres humanos aprenden más de la adversidad que de lo abonado. Con limitaciones, en el sentido de que la adversidad te puede destruir; pero de lo con-trario, si no te destruye, te deja cosas… Mi personalidad no sería la que fue después si antes no hubiera vivido lo que viví. Porque son muchas horas perdidas, inertes, en las que vos le das vuelta a la cabeza, entrás a discutir, a hacerte preguntas que ni encontrás las respuestas. Es cuestionarte: ¿qué es el hombre como bicho? ¿Cuál es el disco duro? Y empecé a bucear en mi cabeza. Y en los clásicos. No pude sacar nada, yo no me acordaba. Los clásicos son todos racionalistas y después de darle vueltas a la cabeza, pensé: “Esto puede tener respuesta en antropología”. Pero no podía conseguir libros ni nada por el estilo.

–¿Qué le dirías al Pepe que se iniciaba?

–Hay algo que yo le digo a la gente siempre: tener una causa para vivir es la manera de superar la animalidad natural que traemos adentro, porque la naturaleza nos dio el privilegio de tener conciencia. También la condena de tener conciencia, porque es a favor y es en contra. Ahora, el tener una causa es gastar un poco de tiempo en la lucha por la solidaridad con los otros, es gastar tiempo de nuestra vida en un esfuerzo que no tiene compensación material pero que es, en definitiva, para tratar de ayudar a otros. Eso es la revolución, no debe ser la revolución, pero no hay revolución sin esto… y nos da sentido a nuestra propia vida porque vos creés que lo hacés por los demás, pero en el fondo lo estás haciendo por vos. La enseñanza más que nada es despertar, despertar ansiedad, despertar sed por saber, por averiguar. No es un conocimiento que te encajaron así a prepo en el cole, sino algo que te deja como una levadura para que vos andes buscando.

–¿Cómo imaginás el futuro de la humanidad en esta realidad?

–El problema de la cultura y el problema de la soledad. No es la excentricidad solo de un viejo loco, que lo soy. Pero si esta humanidad sigue por los parámetros de esta cultura de usar y tirar la cosa y multiplicar las cosas… A pesar de todo, el planteo de los ecologistas sobre cuidado del medio ambiente no es una joda. O nos educamos en una cultura de sobriedad, de aprovechamiento, de trabajar menos pero que las cosas sean mejores, de hacerlas durar y de cuidar, de reciclar, porque lo que estamos desperdiciando y tirando no es basura, es tiempo de vida humana. No estamos tirando basura, nos estamos tirando nosotros mismos, nos estamos tirando el porvenir. Estamos locos porque estamos en un medio global que es la tierra y que por ahora está limitado y no podemos hacer cualquier cosa. Entonces, no se trata de hacer machete por tacaño, se trata de ser inteligente para preservar, para cuidar y para entregar a los que vienen un mundo habitable. La batalla cultural no es moco de pavo. Tengo que trabajar menos horas al día para tener más tiempo para hacer lo que se me cante… Eso se llama libertad.

–Ahora, frente a esta realidad, ¿cuál es el principal desafío de la izquierda latinoamericana?

-Creo que hay que construir cultura, practicar una cultura distinta: construir seres colectivos y un pensamiento muy abierto pero que no abdique de las cuestiones centrales. El primer curso que tenemos que hacer es de humanidad; después, el oficio del cual vamos a vivir. Esto es importantísimo y sin embargo es a lo que menos pelota le damos. Tenemos un sistema de enseñanza que es un conjunto de adiestramientos para ser eficientes en el trabajo que vamos a hacer.

UN PACTO PARA VIVIR

–¿Qué consejo les darías a las nuevas generaciones?

–Tener una causa para vivir. La ciencia, la investigación puede ser una causa, la mecánica superior puede ser una causa, la biología puede ser una causa, la preocupación social es otra causa. Hay cosas superiores que nos dan motivos para vivir con ganas. En la vida hay que tener pasión, no se puede ser inerte. Lo inerte y la muerte. Lo inerte es la propiedad del mundo mineral, que tampoco es tan linda, pero tiene una inercia de largo plazo, porque hasta las piedras se transforman en arena, y la arena se puede volver a transformar en piedra. Pero el camino es muy largo… No es concebible la vida sin una pasión, hay que procurar que sea una pasión que no joda a otro, porque eso se lo multiplicás a los enemigos. Pero en toda una paleta… yo veo que a veces hay gente que te mira con la aureola de mártir, porque te comiste una cana, por esto o por lo otro…, y que ahora en campaña electoral me digan viejo… no les puedo contestar, son disparates, no entienden lo que es vivir con una pasión. Si te metés no es porque te mandan, te metés porque te gusta y le das contenido a tu propia vida. Te duelen los huesos, tenés dificultades, pero aprendés a superarlas y a lidiar con ellas.

-¿Les dirías a los jóvenes que encuentren su pasión, su vocación, y que la puedan asumir?

–Que vuelquen su vida a eso… seguramente que la vida nunca puede ser unilateral, una cosa. Pero tienen que tener un motivo central del cual se gestan los otros. Que en el fondo es sintético, es amor a la vida. Amo este milagro que significa estar vivo, que como es algo tan cotidiano para cada uno de nosotros no le damos valor, y es la cosa más valiosa que tenemos. Pero una cosa es la vida condenada de un vegetal y otra cosa es la vida con conciencia. Porque también a los vegetales es posible que no les cobren, pero la conciencia genera a favor y también en contra. Es probable que se tenga conciencia de una vida al pedo en algún momento. Que no servimos para nada, y es problema que tenga conciencia de haber sido un gran jugador… Lástima que debe ser demasiado tarde… porque te estás asomando a la boca de la muerte…

–¿Por qué pensás que la simpleza en la que vivís impacta tanto en la política moderna y te ha transformado en un símbolo del anticonsumismo?

–Yo lo que quiero explicar a la gente es que no se trata de un problema ni de pose ni de cultivo de la pobreza ni nada por el estilo, sino que es lo más cómodo. Por eso repito a Séneca: “Pobre es el que precisa mucho”. Pero bueno… parece que no se puede ser estoico en los tiempos modernos. Yo me defino como un neoestoico filosóficamente, en mi manera de pensar.

–¿Cómo resolvemos el consumismo e individualismo extremo que se impone?

–¿Cómo se va a resolver, si no superamos el capitalismo? Estamos intentando mitigar la desgracia del capitalismo. Pero en su dibujo esencial no lo superamos. ¿Qué nos planteábamos? Un poco más de equidad social, repartir un poco más de justicia económica. Pero estamos jugando con los mismos valores. Eso es para tenerlo presente. Y es el desafío que tiene la izquierda del futuro. El homo œconomicus. Porque en realidad en lugar de construir ciudadanos estamos construyendo consumidores. Que no necesariamente equivale a producir ciudadanos.

–Y la izquierda o el progresismo se esfuerza por que puedan consumir mejor…

–Sí. Que todos puedan consumir. Pero seguimos en la misma. Consumir.

–La utopía que planteás es transformar a los consumidores en ciudadanos. Eso implica hacer entrar en crisis al capitalismo.

–Sí. La alternativa que veo no es la sustitución del capitalismo, sino un fomento de la autogestión, de la autogestión colectiva. No creo tampoco en un Estado que derrame la prosperidad y centralice todo, porque eso termina en burocracia.

–Pepe, ¿van a triunfar los buenos en la humanidad?

–No hay buenos si no hay malos. Lo que pasa es que lo bueno es aquello que favorece y va a favor de la vida, y lo malo es lo que entorpece, dificulta o termina agrediendo a la vida. En torno a lo que es bueno y lo que es malo, hay momentos de encrucijada, porque la vida es muy general, y ahí entra lo que es justo y lo que no es justo, lo que es conveniente y lo que no es conveniente, lo real y lo posible. Lo valioso y lo efímero. En la lucha humana hay muchas cosas efímeras porque necesitamos nuestra afirmación, autoafirmarnos, autoproclamarnos y, probablemente, esas cosas nos hacen trampa a nosotros mismos. No sé si los malos tienen algo de bueno, lo que tengo claro es que los buenos tienen algo de malo. Porque no nos superamos necesariamente todo lo que nos deberíamos superar, tenemos que chapotear con esa mediocridad que nos impone nuestra realidad cuando la comparamos con nuestros sueños. Pero por lo menos tenemos que ser conscientes de que ese animal existe. Tengo mis dudas de si lo malo tiene pizca de bueno, porque de ser así, es superable; de no ser así, es irremediable, pero bueno…

–¿Está justificado hacer el mal para ayudar a que el triunfo del bien esté más cerca?

–Es un dilema, es probable que en momentos sea así.

–¿Vos sentiste eso? En los 60 y 70…

–Hay momentos que sí. El que es capaz de ir a la guerra conscientemente tiene que pensar así, pero no es fácil. A veces, hay cuotas de maldad que hay que imponer, porque se valora lo que se consigue o se intenta conseguir, es un objetivo de bondad superior. Probablemente eso sea en todo caso una herramienta excepcional, como lo es la cirugía, y no que se dispara por cualquier cosa.

–¿Alguna vez te sentiste derrotado, Pepe?

–Derrotado en el sentido de abortar, de abandonar, de largar del coso, ¿no? Nunca. Absolutamente. Pero supongo que no es racional eso. Supongo que esas cosas más bien vienen escritas en un capítulo del subconsciente o dependen del tipo de personalidad. Porque las relaciones han sido distintas en estos años. Hay gente que largó la posta… Hay gente que no militó más pa’nada. Hay gente que se queda recordando permanentemente lo que vivió, ¿viste? Son posiciones, visiones distintas.

–¿Qué posición asumiste vos?

–Yo seguí militando.

–¿Y ahora qué vas a hacer?

–Yo voy a seguir militando.

Y así fue. Hasta el último día. Una vida de lucha, sacrificio y entrega. Un líder que trascendió a su paisito. Su coherencia, su compromiso, sus reflexiones quedan. Como también los miles de frenteamplistas que siguen militando por una sociedad mejor. Partió el viejo, con la sensación de la tarea cumplida, por más que su terquedad no le permitía reconocerlo.

Como lo despidió el Ruso, recordando aquellos versos escritos con los nudillos en el foso impuesto como calabozo: “Y si este fuera mi último poema, insumiso y triste, raído pero entero, tan solo una palabra escribiría: compañero”. Hasta siempre, querido Pepe, hasta siempre, Compañero.

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