Por Luis Domenianni
 Decididamente nos toman por estúpidos. Es cierto alguna vez un 54 por ciento de los argentinos pecó de ingenuidad, pero eso no quiere decir que lo van a hacer siempre. 
 Aunque si alguien es proclive a tropezar dos y más veces con la misma piedra, esos somos los argentinos que siempre nos las arreglamos para votar al “neo peronismo” en sus miles de formas, disfraces, mutaciones y demás yerbas, propias de prestidigitadores.
 Pero, volvamos a la estupidez. Que en medio de la bancarrota, esta señora que preside el país presente un nuevo diseño de billete de diez pesos para apropiarse de las figuras de Manuel Belgrano y de Juana Azurduy, es tratarnos de idiotas.

 A Belgrano, nada pero absolutamente nada lo identificaría con el gobierno de los Kirchner, y mucho menos con la ética de los Kirchner.

 Don Manuel Belgrano murió en la más absoluta pobreza, después de haber donado sus premios por los triunfos de Salta y Tucumán para la construcción de escuelas. Los Kirchner, maniobras y corrupción mediante, exactamente lo contrario.

 Pero que nos cataloguen de tontos va más allá y eso es mucho decir.

 Presentaron un billete que no debería superar la categoría de moneda metálica. Ese billete de diez pesos, gracias a los K, hoy equivale a solo 80 centavos de dólar. Nada.

 Con una cuota de realismo, debieron haberse presentado los billetes de 200, 500 y hasta de 1.000 pesos. Este último, no hubiese alcanzado el valor equivalente de 100 dólares, el billete de mayor denominación en Estados Unidos.

 Y todo para distraer la atención sobre la cuestión de los fondos “buitres” y para lograr los aplausos de la “claque” que aplaude lo que venga, total para eso le pagan. Y que mañana, aplaudirán lo que venga de cualquier otro, siempre y cuando también les pague.

 En fin…

La resistencia

 En el doble discurso – y doble juego – al que nos tiene sometidos el gobierno más mentiroso de la historia argentina, se inscriben las movilizaciones de los militantes pagos K para repudiar los fallos de la justicia norteamericana.

 La Cámpora, en realidad, movilizó al Cabildo para… escuchar música. Pero, Andrés Larroque, uno de sus referentes, se encargó de relativizar todo. “Cualquier salida será en el marco del crecimiento y de la inclusión social. No vamos a permitir que extorsionen a la Argentina y la continuidad de un proyecto de país”.

 Traducido: vamos a pagar, pero mantendremos a pie firme y sin desmayos…. el relato.

 Mejor aún por menos sofisticada fue la concentración que comenzó en el Obelisco y luego, en colectivos pagos, “no a pata”, se trasladó hasta Plaza Italia, desde donde, en un alarde militante, caminaron los quinientos metros que la separan de la Embajada de los Estados Unidos.

 Estaban Tupac Amaru, con Milagro Sala, -recibida con honores por Francisco-, todos ellos trasladados desde Jujuy con dinero público, Movimiento Evita y otros sellos que suelen aparecer a la hora de cobrar como Militancia Popular, la John William Cooke, el Partido Humanista y Actores por Cristina.

 Sala fue clarita. “Instamos al gobierno a no claudicar frente a fallos judiciales que benefician a muy pocos y perjudican a muchos”. Fue tan clara como la consigna convocante: Argentina o Buitres.

 Si no fuera por lo que cobran, ya deberían ser todos opositores porque su jefa, Cristina, optó por los buitres.

 A todo digo que sí…

 Y llegó la hora de la verdad. Cuatro días tardó Cristina Kirchner en develar la incógnita. Cuatro días, desde que se conoció el fallo de la Corte Suprema de los Estados Unidos, a favor de lo actuado por el juez Thomas Griessa.

 El que sí, que no, que nunca fue que no y que siempre iba a ser que sí, se decantó por un “pagamos pero, por favor, permítannos negociar algo”.

 Cristina, Capitanich, Kicillof y todo el conjunto K, para variar, se bajaron los pantalones. La presidente fue taxativa: “Queremos cumplir con el cien por cien de los acreedores”, mientras la banda de corruptitos que la aplaude abajo lucia ridículas pecheras que decían “Patria o Buitres”.

 “Queremos cumplir con el cien por cien de los acreedores”. Entonces para qué semejante pleito que costó millones de dólares en estudios jurídicos, viajes ministeriales y de asesores, comunicaciones, lobbys y demás yerbas.

 “Queremos cumplir con el cien por cien de los acreedores”, contrapartida de “se podrán quedar con la fragata, pero con la libertad, la dignidad y la soberanía no se va a quedar ningún fondo buitre”. Dicho por la misma persona ante la misma tribuna.

 No les tiembla la voz cuando se contradicen, se desmienten a sí mismos, cuando borran con el codo lo que escriben con la mano. “La vocación argentina es pagar pero no vamos aceptar ser sometidos a semejante extorsión” fue el lunes, trocado el jueves por “he dado instrucciones de que nuestros abogados pidan al juez que genere condiciones para negociar”.

 Es la nueva política del gobierno “nacional y popular”. Comenzó con los pagos de las sentencias del CIADI, después de años de no cumplir con ellas. Siguió con la abultadísima indemnización a Repsol por la estatización de solo una parte de YPF. Continuó con la aceptación de las condiciones draconianas del Club de Paris para refinanciar la deuda que la Argentina K nunca honró. Y culmina ahora con el acatamiento de lo dispuesto por la justicia norteamericana y mendigando alguna negociación que evite declarar nuevamente la cesación de pagos.



El default

 Y aquí es donde hay que detenerse. En el default. Porque no tiene sentido ocuparse más de los embustes, mentiras, relatos, tergiversaciones, falsedades y excusas del kirchnerismo.

 ¿Puede Cristina Kirchner, dentro de ocho días declarar el “default”? Puede. En su irresponsabilidad absoluta, es posible.

 Pero no es sencillo. Si declara la cesación de pagos, las consecuencias no pasarán desapercibidas.

 En primer lugar será un golpe de timón frente a la política pomposamente llamada de “desendeudamiento” que no es otra cosa que pagar tarde y mal las deudas impagas durante diez años de administración K -que nunca quiso revisar para ver su legitimidad-.

 Una política de “desendeudamiento” que no tiene nada que ver con el deber de cumplir los compromisos, sino con el peligro de agotamiento de las reservas de divisas, producto del retraso cambiario mantenido artificialmente desde el Banco Central y de la pérdida del autoabastecimiento petrolero y gasífero al que nos condujo el negociado que permitió que los Eskenazi se quedaran con parte de YPF.

 Pues bien, una declaración de default deja definitivamente afuera de los mercados de capitales a la Argentina y convierte en absurdos los pagos de sentencias del CIADI, la indemnización a Repsol y el arreglo con el Club de Paris.

 Las consecuencias de una decisión de tal tenor en el plano interno varían entre una profundización de la actual recesión y el peligro de una hiperinflación. Ambos extremos, capaces de generar un malestar social proclive alterar la paz social.

 De allí que rápidamente Cristina Kirchner cambió el discurso –no el tono, claro- y pronunció su, de aquí en más, histórica frase de claudicación: “queremos cumplir con el cien por cien de los acreedores” y su mendicante “solo pedimos condiciones para negociar”. Hasta no hace mucho no iba a negociar nada.

La negociación

 ¿Qué quiere negociar Kirchner? No se sabe. Le pide una negociación al juez Griessa. Pero el juez Griessa no tiene nada que negociar. Habló con su sentencia ahora confirmada por la Cámara de Apelaciones y por la Corte Suprema.

 En rigor con quién se debe – si se quiere negociar – es con los que nunca se iba a negociar nada. O sea con los “fondos buitres”. Porque al juez no se le debe nada. A los que se les debe son ellos. Y ellos ganaron el juicio en todas las instancias.

 Desde ya que el negociador será Axel Kícillof. Todo un experto en decir que sí a cuanto le dice cualquier tipo de acreedor.

 Veamos. The Wall Street Journal, uno de los más prestigiosos diarios financieros del mundo, publicó que el fondo “buitre” Elliot Management de Paul Singer, líder de los acreedores que no entraron en el canje y que pretenden cobrar 1.500 millones de dólares a la Argentina, estaría dispuesto a aceptar bonos del gobierno argentino.

 ¿Qué significa esto? Pues en buen romance, que la deuda externa argentina crecerá de manera importante.

 Es posible imaginar el mismo tratamiento que recibió Repsol. La petrolera española aceptó recibir bonos argentinos cuando Kirchner- Kícillof aceptaron cargar con la pérdida de valor que arrastra un bono argentino en los mercados internacionales.

 Dicho de otra manera, si Argentina debía 10 pesos, Repsol aceptó bonos por un total de 13, para compensar la pérdida de valor de los bonos argentinos en el mercado. Resultado: Repsol recibió sus bonos, los vendió, recuperó sus 10 pesos y la Argentina quedó endeudada en 13. Un treinta por ciento más.

 Lo mismo puede ocurrir con los fondos “buitre” sobre todo si quien negocia es Kícillof en nombre de Kirchner. Aceptarán bonos por un valor muy superior al de la deuda, cosa de negociarlos en el mercado y recibir el total de lo adeudado.

 Los buitres, como Repsol y el Club de Paris cobran todo y, quizás, hasta algo más ¿Cuál es la consecuencia para la Argentina? Pues mayor endeudamiento. Claro, para el futuro, para cuando los K no estén más en el gobierno y solo sean un mal recuerdo.

 ¿A cuánto ascenderá el endeudamiento argentino tras el doloroso paréntesis histórico del kirchnerismo? Habrá que esperar unos días para responder el interrogante. Es que para evitar el default la negociación debe llevarse a cabo en la semana que comienza y el 30 de junio tenerla terminada.

 Una cosa es segura. Tras los diez años de kirchnerismo, la deuda externa argentina superará, por primera vez, los 200.000 millones de dólares, bastante más que las deudas que dejaron los otros tres peores gobiernos de la historia relativamente reciente: el de la dictadura militar, el de Alfonsín y el de Carlos Menem.

Los K lo lograron.

Cuestión ética

 Lo ocurrido debería servirnos de lección. Deberíamos aprender los argentinos que las deudas se deben pagar, -pero las legítimas-. Que el nacionalismo de no pagar es falso, mentiroso y nefasto, no para los acreedores, sino para el país y para cada uno de nosotros.

 Que la “viveza criolla” ya no sirve para nada. Que ahora nadie nos cree. Que somos parias en una época de globalización.

 Pero, sobre todo que debemos decir la verdad y actuar en consecuencia. Aunque duela. Aunque no nos guste.

 Así, es estúpido, falso y tramposo insistir con que los fondos “buitre” pretenden dañar a la Argentina. No es cierto. Sí, claro, quieren cobrar. Y eso, que se sepa, no tiene nada de malo. O ¿Desde cuándo que un acreedor pretenda cobrar lo que se le debe está mal? No. Lo que está mal es no pagar –si la deuda es real-.

 Veamos. En diversos momentos, la Argentina colocó deuda en los mercados internacionales. Lo hizo a valor real. Así, entregó un título por cien dólares a cambio de cien dólares en efectivo. Y se comprometió a pagar intereses pactados.

 Luego, un buen día, el gobierno neo peronista de Adolfo Rodríguez Sáa con el aplauso entusiasta de todas la bancadas políticas declaró la cesación de pagos. Fue en el 2001. Automáticamente, la cotización de los títulos de la deuda externa argentina rodaron por el piso en las diferentes bolsas del mundo.

 Los ahorros de miles de personas que suscribieron esos títulos se evaporaron. Así, un título nominal de cien dólares llegó a cotizarse solo 30. Es entonces cuando aparecen los fondos llamados “buitres”. Les compran a los acreedores sus títulos incobrables a, por ejemplo 35 dólares e inician una demanda contra la Argentina.

 Nueve años después, como no podía ser de otra manera, la ganan ¿O alguien podía creer que un juez iba a fallar en contra del acreedor que reclama que se le pague cuanto se le debe?

 ¿Dónde está la extorsión? ¿Cuál es la maniobra oculta? ¿Dónde está la mala fe? ¿En que pagaron poco por algo que van a cobrar mucho más? Sí. Es cierto. Pero es así porque se arriesgaron. Debieron pleitear y esperar nueve años

 Es muy difícil encontrar algo reprochable en la conducta de los fondos “buitre”. Mucho más fácil resulta, en ese caso, condenar el comportamiento de una presidente de la República que junto con su esposo, a la sazón también presidente, compraron, junto a gran parte de sus familiares, tierras fiscales –repito, fiscales- a precios irrisorios y las vendieron después a valores varias veces superiores.
 Y va siendo hora de dejar de mirar la paja en el ojo ajeno cuando se ignora ex profeso la viga en el propio.

 O ahora resulta que De Vido, Lázaro Báez y Jaime son muchachos de conducta intachable.
 Y nadie se olvida de Boudou. Solo que esta semana lo superó una noticia peor