viernes, 7 de noviembre de 2025

Milei frente al poder de su hermana





















Milei frente al poder de su hermana


El Presidente está enfrentado al feminismo, pero Karina es la que maneja gran parte de su gobierno. La tensión psicológica entre ambos.


James Neilson

Former editor of the Buenos Aires Herald (1979-1986)


REVISTA NOTICIAS


Karina Milei por Pablo Temes



De todos los políticos argentinos, Javier Milei es por lejos el más explícitamente macho. Gritón, combativo, jactancioso y de habla grosera, en público actúa como una caricatura del troglodita de las tiras cómicas que, para los feministas, es un ogro maligno que hay que disciplinar. Así y todo, el macho alfa de la política nacional no ha vacilado en ceder muchísimo poder a su hermana Karina, una mujer que maniobra de manera muy femenina para aislar y entonces cancelar a sus rivales, sean éstos hombres como Santiago Caputo que se resisten a subordinarse a sus órdenes u otras mujeres, como la vicepresidenta Victoria Villarruel o las ex novias Fátima Florez y Yuyito González, que amenazan con privarla del papel de sostén emocional de su hermano. Por cierto, no cabe duda de que su influencia es decididamente mayor que la de las señoras esposas de otros presidentes con la presunta, y nada anecdótica, excepción de las de otro personaje bien machista, Juan Domingo Perón.





Puede que exageren aquellos que, entre veras y burlas, afirman que, en la Argentina, Karina manda y deja a su hermano jugar con la macroeconomía, pero no será por mucho. De acuerdo común, la hermana -muchos dicen “hermanísima”- fue la arquitecta principal del gobierno poselectoral en que Diego Santilli ocupa el lugar de ministro del Interior que hasta el último momento había esperado llenar el asesor Caputo, y Manuel Adorni remplazó a Guillermo Francos como jefe de Gabinete. Es legítimo suponer que, de no haber sido por el miedo a desairar a su hermana y exponerse así a tensiones psicológicas insoportables, Javier hubiera obrado de otro modo. Bien que mal, se trata de un factor que los interesados en las vicisitudes de la gestión accidentada del presidente libertario tienen que tomar en cuenta.


Aunque la Argentina tiene fama de ser muy machista, aquí la influencia social y política de la mentalidad femenina ha sido llamativamente más fuerte que en casi todos los demás países de tradiciones occidentales. Es por lo tanto razonable preguntarse cuánto contribuyeron a la decadencia prolongada actitudes que fueron impulsadas por Evita Perón, Isabelita y Cristina que, como mujeres, privilegiaban sus emociones personales por encima de la fea racionalidad económica.


Hoy, en docenas de países los varones propenden a ser mucho más “derechistas” que las mujeres que mayoritariamente favorecen los remedios colectivistas propuestos por la izquierda, pero por motivos comprensibles, pocos quieren reconocer que, desde tiempos prehistóricos, hombres y mujeres siempre han asumido posturas muy distintas ante los problemas de las comunidades en que viven. Habrá excepciones, ya que mandatarias formadas en sociedades largamente regidas por hombres, como Margaret Thatcher y Golda Meir, no se destacaron por su adhesión a criterios políticos que sus adversarios hubieran denostado como maternales aunque, en sus respectivas vidas privadas, se desempeñaron como amas de casa tradicionales.  


En cambio, la alemana Angela Merkel, que empezó su gestión cuando la británica y la israelí ya se habían alejado del poder, se sintió tan conmovida por las lágrimas de una joven palestina que, de un día para otro, permitió entrar a más de un millón personas procedentes del Oriente Medio, provocando así una situación potencialmente explosiva que el canciller actual Friedrich Merz está procurando desactivar. También optó “Mamá Merkel” por cerrar todas las plantas nucleares; por motivos que parecen estar vinculados con el temor a que las actividades nucleares afecten a los aún no nacidos, en todas partes las mujeres son mucho más propensas que los hombres a oponerse al uso de la energía atómica.


Según la ensayista norteamericana Helen Andrews, buena parte de lo que está ocurriendo política y socialmente en su propio país y en el resto del mundo occidental se debe a lo que llama “la gran feminización”, el título de un artículo que fue publicado hace poco en Compact que ha motivado debates apasionados en Estados Unidos. Andrews señala que, además de desmoralizar a muchos hombres que se sienten injustamente postergados y denigrados, el avance, al parecer irrefrenable, de mujeres en las instituciones académicas, legales y culturales, sobre todo en los medios periodísticos, además de las empresas editoriales que ya dominan, y en el mundo del trabajo en que importan cada vez más las tareas oficinescas y menos aquellas que exigen fuerza muscular, está teniendo consecuencias negativas a causa de su proclividad a marginar a quienes a su juicio violan las reglas sociales que fijan. No suelen tolerar la conflictividad que para los hombres es natural y que, andando el tiempo, hace posible el progreso material. La ensayista califica de algo típicamente femenino la llamada “cultura de la cancelación” y dice que “todo lo que consideramos woke es simplemente un epifenómeno de la feminización demográfica”.


En efecto, liberadas del hogar, las mujeres, con la ayuda de leyes destinadas a hacer ilegal cualquier intento de frustrar sus aspiraciones, están poniendo fin a la hasta hace poco raramente cuestionada supremacía masculina. Están protagonizando una revolución que, de consolidarse, tendría repercusiones tan profundas, o más, que las basadas en ideologías políticas.


Si bien Andrews misma reconoce que se ha visto beneficiada personalmente por los cambios sociales y culturales desatados por la rendición incondicional del “patriarcado” a inicios del siglo actual -un acontecimiento que abrió las puertas para que una multitud de mujeres se apoderaran de muchos espacios que durante milenios habían estado reservados para hombres-, entiende que la feminización de las sociedades occidentales las hará mucho menos dinámicas. Prevé que en adelante sean más conformistas y por lo tanto menos dispuestas a permitir iniciativas costosas, como las relacionadas con los programas espaciales públicos y privados, que podrían calificarse de quijotescas pero que, a la larga, darían pie a innovaciones positivas.  


Con todo, a pesar del pesimismo que siente, Andrews pasó por alto el impacto de la revolución feminista en la tasa de natalidad. El “empoderamiento” de las mujeres la ha hecho caer hasta tal punto que países como Japón, Corea del Sur, China, Rusia, Italia, España y docenas de otros, entre ellos la Argentina, corren el riesgo de verse borrados del mapa en el futuro no muy lejano. Dicho de otro modo, es más que posible que el triunfo de la revolución feminista sea incompatible con la supervivencia del género humano.  


Sea como fuere, a primera vista las credenciales machistas de Milei lucen impecables. Ha enfurecido a los feministas locales oponiéndose a ministerios que fueron creados con el propósito de consolidar las conquistas sociales que ya habían logrado porque en su opinión eran discriminatorios. Es enemigo declarado del wokismo. No cree que el “feminicidio” sea peor que el “homicidio” y, desde luego, es contrario a los esfuerzos progres por eliminar el sexismo que es congénito al idioma español mediante la construcción del extrañísimo y, para muchos, delirante dialecto “inclusivo” que cuenta con la aprobación de kirchneristas fascinados por ideas novedosas procedentes del odiado “imperio” estadounidense.



Así y todo, si bien Milei brinda la impresión de estar convencido de que el feminismo es hostil al anarco-capitalismo sumamente competitivo y meritocrático con el que sueña, no parece capaz de resistirse a las artimañas femeninas de su propia hermana Karina que se las han arreglado para remodelar el gobierno que formalmente encabeza.


Se trata de un premio que Javier le ha otorgado por haber apostado a que La Libertad Avanza superara al peronismo y “pintara de violeta” al país en las elecciones legislativas de dos semanas atrás, pero sucede que virtualmente nadie cree que aquel triunfo se haya debido al genio estratégico de la primera hermana. El consenso es que incidió mucho más la voluntad de millones de personas de asegurar que el país no cayera nuevamente en manos de los kirchneristas, un peligro que, como Cristina sabe muy bien, pareció inminente merced al resultado desastroso para el gobierno mileísta de los comicios locales bonaerenses. En cuanto al aporte de Karina, hay motivos de sobra para sospechar que, puesto que tuvo mucho que ver con las tribulaciones sufridas por los mileístas en los meses que precedieron a las elecciones, es factible que, sin su presencia en el poder, LLA habría obtenido aún más votos que los que terminó consiguiendo.  


De todas formas, por ser la Argentina una nación intrínsecamente caudillista, el que el presidente dependa tanto de su hermana, cuyas opiniones acerca de las alternativas concretas frente al país, si es que las tiene, siguen siendo un misterio, es un detalle muy significante. Por mucho que Javier Milei se oponga intelectualmente a las teorías feministas, se siente constreñido a adaptarse a las pretensiones de Karina que, acaso sin proponérselo, piensa y actúa como una mujer y no titubea en aprovechar las ventajas así supuestas en una época en que, por primera vez desde que el mundo es mundo, están derribándose las barreras entre los dos sexos en que se divide el género humano.    

"El Hombre Nuclear #5"

HUMOR DIARIO

Milei, en su mejor momento: cómo usar el crédito político











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Milei, en su mejor momento: cómo usar el crédito político


LA NACION


Sergio Suppo




Javier Milei por Alfredo Sabat 




Acaba de empezar la hora más importante de la presidencia de Javier Milei. Revalidado por un triunfo extendido y contundente, nunca tuvo más poder que ahora, más todavía que en el impulso de los primeros días de mandato.



Hace dos años había logrado apoyo a una expectativa. Ahora tiene el aval por lo que hizo y una renovación de aquella ilusión original basada en el mayoritario temor de los argentinos a una regresión al kirchnerismo.


Los próximos meses tendrán, por lo tanto, el carácter decisivo que conllevan los momentos en los que alguien invierte el capital político ganado para construir la parte principal de la obra que proyectó.


Confundir ese triunfo con una bendición absoluta que borra todo lo pasado es la principal tentación de los ganadores y un error que a Milei le convendría no cometer


El azaroso viaje hasta llegar al resultado del domingo fue borrado por los números que brotaron hasta de los rincones más inesperados.



Confundir ese triunfo con una bendición absoluta que borra todo lo pasado es la principal tentación de los ganadores y un error que a Milei le convendría no cometer. Muchos gobiernos se confundieron con el uso que había que darle al juicio favorable obtenido en unas elecciones legislativas. Mauricio Macri, por ejemplo, dejó a media agua los cambios estructurales que tenía que hacer y luego se hundió en la desconfianza de los prestamistas internacionales.


A tono con el vértigo de una montaña rusa que describe a la administración libertaria, el destino quiso que aquella vez la corrida contra el peso empezara antes de las elecciones y no al año siguiente del triunfo macrista de 2017. En cambio, la derrota estrepitosa en la provincia de Buenos Aires, el 7 de septiembre pasado, aceleró la crisis financiera originada en los errores de cálculo que la victoria del domingo dejó sin responsable.


Nadie podrá decirle a Milei que recibió la ayuda que necesitaba en el momento más dramático por un golpe de suerte


En el rescoldo de la bronca que provocó la derrota a los kirchneristas, algunos presentaron como un golpe de suerte la inédita intervención de Donald Trump en el mercado cambiario.



Ese salvataje que todavía continúa no habría existido si Milei no hubiera presentado a su política exterior como un sinónimo de alineamiento pleno con todas las políticas de Donald Trump. Nadie podrá decirle a Milei que recibió la ayuda que necesitaba en el momento más dramático por un golpe de suerte. Había fabricado esa ayuda con convicción desde sus días de candidato.


Mejor no imaginar el descontrol cambiario en que se habrían desarrollado las elecciones sin la aparición del Departamento del Tesoro.



Los Estados Unidos ayudaron a consolidar una decisión que muchos argentinos habían hecho emerger en los sondeos de opinión en las horas previas de las elecciones. Y no en toda su plenitud, al extremo de que Milei debió esperar los mesas testigo de la provincia de Buenos Aires para saber que descontaba la sideral diferencia de septiembre.


Cristina Kirchner y Axel Kicillof deberían preguntarse si el rechazo visceral al cambio de rumbo que ratificó el electorado no les profundiza el aislamiento


Esa decisión encontró una sola vía y concentró todo el temor al regreso del kirchnerismo en una canasta, la del gobierno libertario. La reconstrucción del sistema político con matices y alternativas a los libertarios dentro del no peronismo quedó pendiente.



El experimento de Provincias Unidas fracasó con la derrota de cinco de sus seis gobernadores. Ese armado perdió en la agria polarización entre el gobierno y el fragmentado kirchnerismo.


Cristina Kirchner y Axel Kicillof deberían preguntarse si el rechazo visceral al cambio de rumbo que ratificó el electorado no les profundiza el aislamiento. Depender solo del derrumbe del Gobierno como instrumento para volver es muy poco para recuperar el proyecto de poder que alguna vez tuvieron.



Una parte importante del peronismo empieza a salir del encierro de frases hechas, referencias a un pasado que nunca existió y mandoneos que ahora resultan insoportables. Kicillof parece tan anclado en ideas en desuso como Cristina, presa como está de su propia historia.


¿A quién defiende el kirchnerismo cuando quiere mantener afuera del sistema registrado a una gran parte de su electorado?


El kirchnerismo hace tiempo que dejó de hablarle a su electorado desde la expectativa de sacarlo de la desgracia social en la que lo metió. No tiene discurso ni acciones para mejorar la seguridad cuando las principales víctimas de los delincuentes y de los narcos viven en los barrios más postergados.



Sólo ofrece consignas, los dogmas de siempre y la defensa del statu quo de las viejas leyes del trabajo a pesar de que el 40% de los trabajadores carece del derecho de tener aportes jubilatorios, obra social y las demás ventajas de un régimen laboral legal.


¿A quién defiende el kirchnerismo cuando quiere mantener afuera del sistema registrado a una gran parte de su electorado y ni siquiera acepta discutir las enormes transformaciones de un mundo estremecido por la inteligencia artificial, entre otros drásticos cambios?



La reforma laboral es apenas el primer tramo de una serie de aciertos en los que Milei está obligado a invertir lo que ganó en las elecciones.


Es el primer ejercicio para demostrar que lo que dijo en el cierre de su campaña y luego de ganar será realidad durante este verano de sesiones extraordinarias en el Congreso. Para cambiar a fondo la legislación laboral Milei necesita el acuerdo con al menos una parte importante de los gobernadores.


El triunfo le acortó el camino al Presidente, en tanto le harán falta menos votos prestados, pero igual es necesario que haya un consenso amplio en leyes de tanta profundidad como una reforma impositiva que también empezó a negociarse.


No es la única tarea. Además de encontrar una salida definitiva a la crisis financiera que lo sacudió durante tres meses, terminar con el salvaje internismo dentro del gabinete es una condición necesaria para ordenar las negociaciones con quienes no integran su equipo.


El triunfo tampoco implica un indulto a las sospechas de corrupción que cruzaron al gobierno desde marzo en adelante. Mejor no volver a tropezar con la misma piedra.


Los cambios que Milei necesita sacar del Congreso ahora que tiene el poder del voto reciente no pueden ser otra cosa que la llave para poner en marcha el modelo final que pretende.


Ese es dato más importante y el desafío más complejo para la gestión libertaria: demostrar que la economía arranca y que sea una verdad comprobable aquello de que lo “peor ya pasó”. Nada más importante para Milei que los argentinos comprueben que el sacrificio valió la pena.


Por Sergio Suppo

jueves, 6 de noviembre de 2025

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"Dejate de joder, pibe": D'Elía destrozó a Máximo Kirchner y lo trató de fiestero y falopero











Política

Fuego amigo K

"Dejate de joder, pibe": D'Elía destrozó a Máximo Kirchner y lo trató de fiestero y falopero

El ex aliado del kirchnerismo tiró una bomba como hacian sus antepasados: acusó al hijo de Cristina de vivir “de joda hasta las 5 con drogas” y le pidió a ambos que “se corran de una vez”. (Dibujo: Fernando Rocchia para AGENCIA NOVA)

El kirchnerismo se está comiendo a sí mismo. Luis D’Elía, el mismo que alguna vez fue el guardaespaldas ideológico del matrimonio K, rompió el silencio y prendió fuego a Máximo Kirchner y a su madre condenada.

Con tono desafiante y sin miedo a dinamitar todo a su paso como hacian sus antepasados, el dirigente social acusó al heredero camporista de vivir drogado y de joda permanente, mientras el país “se cae a pedazos”.

“Tu vida no puede ser todos los días de joda hasta las 4 o 5 de la mañana con drogas. ¡Cortala! Todos lo sabemos”, lanzó D’Elía, dejando a La Cámpora en modo catatónico.

El piquetero fue más allá y destrozó a Cristina Fernández, asegurando que “ella y su hijo se tienen que dejar de joder y correrse”.

La frase cayó como una granada en un movimiento ya fracturado, que no encuentra norte ni relato.

Mientras algunos K lo tildaron de “traidor”, otros admiten por lo bajo que “D’Elía solo dijo lo que nadie se anima a decir”: que Máximo no conduce nada, ni siquiera su propia vida.

La ironía es inevitable: el kirchnerismo que durante años se vendió como “movimiento de los humildes” hoy se trenza en peleas de egos, cocaína y poder, mientras la gente hace cola para comprar pan.

HUMOR DIARIO