martes, 4 de noviembre de 2025

"Alien El Guion Original"

lunes, 3 de noviembre de 2025

Juan Sebastián Verón y el doping que no fue: la sombra que persiguió a la Brujita antes del Mundial 98

 Confusión y desinformación


Juan Sebastián Verón y el doping que no fue: la sombra que persiguió a la Brujita antes del Mundial 98

En un país todavía golpeado por el doping de Diego Maradona en Estados Unidos 1994, el episodio terminó siendo una de las grandes leyendas negras del fútbol argentino. Juan Sebastian Veron (Dibujo:Fernando Rocchia para AGENCIA NOVA)



A días del debut de la Selección Argentina en Francia 98, una noticia corrió como un relámpago por los pasillos del predio de AFA en Ezeiza y encendió alarmas en la prensa deportiva: Juan Sebastián Verón habría dado positivo en un control antidoping.


La información, nunca confirmada oficialmente, se propagó con la velocidad de los rumores que mezclan misterio, figuras públicas y un Mundial a la vista. La historia, en un país todavía golpeado por el doping de Diego Maradona en Estados Unidos 1994, terminó siendo una de las grandes leyendas negras del fútbol argentino.


En aquel mayo de 1998, Verón era una de las piezas más brillantes del equipo de Daniel Passarella. Su presente en la Sampdoria lo había instalado como un mediocampista de jerarquía internacional, dueño de una pegada quirúrgica y una visión de juego que prometía conectar las líneas del seleccionado con elegancia.


Por eso lo compró el Parma, pero la supuesta filtración del positivo -difundida y reproducida por la prensa argentina sin que existiera confirmación oficial- lo dejó en el ojo de la tormenta justo cuando debía concentrarse en la máxima cita del fútbol.


La versión indicaba que el control se había realizado en forma sorpresiva en los días previos del viaje de la Selección Argentina al Mundial, y que los resultados arrojaban la presencia de restos de cocaína y éxtasis en la orina del jugador.


Desde la AFA, conducida entonces por Julio Grondona, hubo un intento por explicar las cosas, pero solo aportó confusión. En cuestión de horas, los programas deportivos y los diarios multiplicaron las especulaciones.


Por su parte, Passarella incluyó al jugador en la lista final de convocados al Mundial. En tanto, Verón solo atinó a decir “Me comí un garrón”. Así las cosas, el equipo argentino pasó por el torneo sin que hubiera problemas de consumo de sustancias.


Eso sí, la relación con el periodismo resultó seriamente afectada. Con el correr de los días el tema se desinfló con la misma velocidad con la que había explotado, pero el daño ya estaba hecho.


El episodio dejó en evidencia un fenómeno cada vez más recurrente: la capacidad de los rumores para condicionar el clima deportivo y personal de los protagonistas. En plena era pre-digital, la información falsa circulaba a través de teletipos, redacciones y programas de radio, pero su efecto era igual de corrosivo. La reputación de Verón, un joven de 23 años en ascenso, quedó marcada por una historia que careció desde el inicio de pruebas, documentos o responsables.


A casi tres décadas, el caso Verón simboliza una línea ética que el periodismo deportivo no debe cruzar. El tiempo confirmó que la Brujita fue víctima de una tormenta perfecta: una mentira verosímil, repetida con insistencia, que terminó transformándose en un mito urbano.

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La ilusión electoral

 Opinión


La ilusión electoral


Luis Costa


Diario Perfil



Javier Milei Motosierra 2.0 por Pablo Temes


Resulta recurrente, y común, que algunos procesos sociales sean vivenciados como sorpresivos, es decir, como episodios de lo inesperado. Rápidamente, se puede incluir una necesidad en esta descripción; lo inesperado es lo opuesto a lo esperado, de modo que sin esquemas constituidos de lo que supuestamente debería suceder, como episodio normal, lo sorpresivo sería ininteligible. Esta combinación compuesta de factores cruzados evidencia la necesidad del rol clave que cumplen las expectativas para la mayoría de los procesos sociales, o sea, de la función que ocupan en el modo en que se cree la sociedad funciona. Justamente, la sociedad necesita para operar de recurrencias, de repeticiones, de ciertas expectativas que se confirmen de una manera recurrente, y solo bajo esa condición estructural de funcionamiento, puede señalar la comunicación social a determinados sucesos como sorpresivos. La sorpresa, no sería nada sin su contraparte asumida como normal. El modo en que la política se lleva con las elecciones, tiene un acumulado serio y complejo de estas combinaciones. Para la política, las elecciones son procesos desestabilizadores serios, pero atados a una temporalidad fija.


El mercado y las empresas, incluso los valores de las acciones en las bolsas locales o internacionales, tienen un contacto cotidiano con su realidad económica, de modo que es casi inmediato el vínculo de evidencia con cierto registro de continuidad normal de sus operaciones, o de cambios sorpresivos. Ninguna empresas demora dos años en darse cuenta que sus ventas han decrecido, y los valores de las acciones son registros simultáneos que se pueden consultar desde un teléfono móvil. Para la política, más allá de algún registro de opinión, no queda más que esperar a la verdad de un acto electoral masivo cada dos años. Ese tiempo,  hasta llegar a la verdad numérica de una victoria o una derrota, al ser tan extenso y sin registro objetivo, requiere del reemplazo imaginario de lo que supuestamente estaría sucediendo. 



Milei pensó todo el tiempo que podía prescindir de la administración, de la burocracia


La construcción de ese universo fantástico es el que establece las condiciones que convierten en posible leer algo como sorpresa, o como normal y esperado. Sin embargo, no eliminan ni la incertidumbre, ni el riesgo desestabilizador, solo dan temas para hablar mientras el tiempo avanza hasta la realidad final. Los componentes que conforman lo considerado esperable y normal en política pueden prescindir de cualquier información del mundo real. Es decir, no requieren de su presencia. No es esto un patrimonio exclusivo del sistema político ni un invento de esto que de moda la gente repite a través del concepto ya casi insoportable de “posverdad”. Las naciones viven a través de sus mitos fundacionales, los ídolos populares se exponen públicamente en este tiempo de exhibicionismo para simular una vida plena (hasta que se divorcian y deben salir a dar explicaciones), las marcas en el mercado son exitosas si a través del tiempo hacen sentir a sus usuarios más seguros de sí mismos con la afeitada que les proporcionan, o la indumentaria que les ofrecen en la circunstancia que esté de moda, y hasta el sistema del derecho genera dictámenes de culpabilidad o inocencia sobre un cuerpo de normas que la política legisla de acuerdo a los procesos de lo aceptado o no aceptado por la sociedad sobre la base de cambios culturales que diferencian de manera cambiante lo aceptable de lo no aceptable. 


Poco es lo que objetivamente sustenta estas alternancias, aunque todas ellas son aceptadas como reales y como componentes del mundo conocido como normal.  Lo que une a lo normal con lo sorpresivo, lo inesperado, es la decepción de las expectativas; y por decepción debe justamente comprenderse un sentido de lamento. La conformación de esta normalidad supuesta debe inspeccionarse en términos de función, y función como un antiguo concepto de moda en sociología de otros tiempos, pero no por eso poco útil para el ahora de este presente; es decir, en cuanto al rol que le ocupa la construcción de normalidad sobre la base de supuestos. Se trata, en realidad, de un esfuerzo considerable de ordenamiento. Aquello que es asumido como real es en realidad un reductor de complejidad, es un resumen de lo inabarcable del mundo, para hacer de ese mundo imposible de ser tomado por nadie, como algo atendible y explicable.


La decepción coloca a ese mundo en una zona de pregunta y duda, y la función de estos supuestos explicativos, es hacer regresar lo desviado a una normalidad supuesta, pero conocida.  Hace casi dos meses la victoria peronista era absorbida con sorpresa por el universo de la política. Una diferencia de 13,57 puntos porcentuales entre Fuerza Patria y La Libertad Avanza requería argumentaciones urgentes para volver comprensible algo no esperado. De este modo aparecieron afirmaciones sobre el deterioro de la economía, la lucidez de Kicilloff en desdoblar la elección, las denuncias de corrupción contra el gobierno de Milei y el supuesto abandono de sus votantes, conformaron una realidad asegurada e incuestionable, que unida a esos resultados, hicieron del tiempo del gobierno de Milei un período de difícil tránsito. Su gobierno parecía casi terminado, y el gobernador de la provincia de Buenos Aires como el artífice de la renovación dilatada del peronismo. Los que odian a Milei vivieron esos días como un transitar glorioso repleto de risas y donde todo parecía posible.  Hace una semana nadie entendía nada de nuevo y de repente los argumentos servían, pero en un sentido inverso. La gente le habría puesto un límite al kirchnerismo porque tiene miedo a regresar al pasado, que todos comprenden el esfuerzo que hay que hacer para esperar a la reactivación económica, que los candidatos del peronismo eran todos pocos atractivos (y los de septiembre eran aparentemente bárbaros), que el peronismo no tiene nada nuevo para ofrecer, y que la ayuda de Trump fue clave. Interpretaciones arrojadas sin cuartel a un público totalmente confundido buscaban darle componentes de normalidad, a lo que los esfuerzos equivalentes habían consolidado cuando la victoria fue a la inversa. 


Después de la crisis electora, lo que estaba suelto parece soltarse aún más


Lo que une a esta semántica, con la anterior, es la necesidad de dar sentido para que la sociedad pueda seguir funcionando. Aunque este mecanismo forma parte esencial del modo en que la sociedad funciona, existen recursos para que no todo lo que gira alrededor de estos elementos sea únicamente en conexión a supuestos acumulados. Ese rol lo puede absorber una comunicación complementaria basada en datos, en información que permita, luego del asombro, determinar la explicación de determinados comportamientos. Si esto fuera posible, la comunicación política podría alternar entre un diálogo de tipo cognitivo, sobre la base de información, y otro de tipo moralizado, sobre la base de supuestos y creencias.


Pero poco de lo primero ocurre. Las elecciones son en definitiva episodios numéricos, observables y analizables. Muchos de los supuestos que se consolidan como ideas asombradas podrían ser rápidamente erosionados con solo mirar los datos. No es la primera vez que el peronismo pierde una elección intermedia en la provincia de Buenos Aires, en realidad es lo que suele suceder, pero todavía, cada vez que vuelve a ocurrir, solo se ofrece al episodio un análisis asombrado al que se le agregan todo tipo de teorías al azar que parecen ciertas. Lo interesante es que esas teorías forman parte de la construcción de realidad interna de la política. Milei es en definitiva eso, un fanático ideológico, para un medio que vive de sus propias fantasías. Mejor presidente para ese público, probablemente por ahora, no hay.

HUMOR DIARIO

El desafío presidencial de probar que esta vez será distinto

 El desafío presidencial de probar que esta vez será distinto


LA NACION


Florencia Donovan


Javier Milei por Alfredo Sabat


¿ Por qué esta vez será distinto? Es la pregunta que se hacen la mayoría de los inversores que, desde que asumió Javier Milei, empezaron a mirar a la Argentina con interés. El contundente triunfo electoral del domingo les permite a muchos de ellos mantener viva la esperanza de que, con el tiempo, la Argentina terminará saliendo de años de estancamiento. Para el Gobierno, ahora el desafío es mayúsculo. Ya no solo es cuestión de estabilizar la economía, sino también de construir las bases para que pueda despegar. El Ministerio de Economía pasó de solo hablar de la inflación a hablar de atraer inversiones.


“Es distinto de la ‘lluvia de inversiones’ de Macri”, se ocupó de aclarar Luis Caputo, quien recibió el martes 21, justo en la semana previa a las elecciones, a una decena de representantes de distintas industrias en el Palacio de Hacienda. Según les dijo el ministro, que por entonces estaba intentando capear la crisis cambiaria –mayor incluso que la que habían previsto, confesó–, la idea es establecer las condiciones para que lleguen inversiones en las industrias en las que la Argentina es más competitiva, como gas y petróleo, energía y minería, además de la industria del conocimiento y del campo. Hay en gateras, estimó, más de US$100.000 millones, y no solo en el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI). El interés en la Argentina, dijo, es superior al que hubo en otros momentos y todo en el marco de un apoyo de los Estados Unidos que todavía el sector privado no termina de dimensionar.


Es por eso que, en los próximos meses,elfocodelGobiernoestaráen gran medida puesto en demostrarle al mundo que puede implementar reformas de largo plazo que modernicen la economía, pero también, en el plano financiero, hacer bajar con fuerza el riesgo país. No hay inversión si no hay crédito y la Argentina todavía no tiene crédito en el mundo a estas tasas de interés.


El equipo de Caputo trabaja en varios frentes. En el plano comercial, el acuerdo con los Estados Unidos es prácticamente un hecho. La demora del anuncio, aseguran quienes están al tanto de las negociaciones, se debe más bien a una cuestión de la política interna norteamericana que a otra cosa. Ya con el triunfo de Milei el 26 de octubre, y con el Tesoro de los Estados Unidos habiéndose embolsado unos cuantos millones de dólares con sus intervenciones en el mercado cambiario argentino, los argumentos en contra que pudieran surgir de la oposición demócrata son más débiles. El acuerdo, entre otras cosas, vendrá con sorpresas positivas para varias industrias (rebaja de aranceles), pero obligará a otras a repensar sus estrategias de negocio. Es el caso de la industria farmacéutica. El acuerdo, que ya cuenta con el visto bueno de los gobiernos argentino y norteamericano, tiene un capítulo específico dedicado a la protección de la propiedad intelectual y contempla básicamente plazos específicos para que el país avance en tres cuestiones claves: la protección de datos de los estudios clínicos, una revisión de los criterios de patentabilidad y la sanción de un nuevo Tratado de Cooperación de Patentes (hay una ley de 1992 que tiene media sanción del Congreso, pero que nunca avanzó más allá). Es un tema siempre polémico en la Argentina, pero que figura al tope de los reclamos de las compañías norteamericanas. Vertex Pharmaceuticals, por caso, acaba de registrarse en los Estados Unidos para hacer lobby por patentes, dice, específicamente en la Argentina y Rusia.


La idea es que, con Pablo Quirno de canciller, la política exterior argentina tenga un enfoque especialmente comercial. La Argentina saldrá a venderse al mundo. Para eso, cerca de Quirno estarían pensando en posibles incorporaciones, como las de Horacio Reyser y Marisa Bircher, exsecretario de Relaciones Económicas Internacionales y exsecretaria de Comercio macristas, respectivamente. Ambos tienen una fuerte llegada al sector privado.


Pero Milei necesitará de los gobernadores para ser exitoso en la tarea de captar inversiones. No solo deberá sentarse a negociar con ellos el presupuesto 2026, para empezar, o las nuevas leyes laborales y de reforma tributaria, que aspira a poder tratar cuanto antes. Conseguir que bajen las alícuotas de Ingresos Brutos, impuesto distorsivo, si los hay, será una tarea ciclópea. Tanto como su posible reemplazo por un “súper IVA”. Pero existen muchos otros frentes que exigirán negociaciones igualmente estratégicas.


Muchas provincias están encontrando en actividades como la minera la posibilidad de hacerse de recursos que nunca hubieran imaginado obtener. Pero no necesariamente lo están haciendo con las herramientas amigables. Santa Cruz, por caso, acaba de sacar una ley para que el 90% del empleo minero se cubra con residentes de la provincia. Una norma con un fin loable, pero no coherente con las leyes del mercado. Difícil pensar que la provincia tenga el personal y los proveedores calificados para cubrir tantas tareas. El gobernador Claudio Vidal, sin embargo, se ocupó de mostrarse frente a las cámaras de los canales de televisión locales, controlando uno por uno los ingresos de los trabajadores a las minas. Nunca los controles soviéticos sirvieron para atraer inversiones.


En Santa Cruz hay cinco proyectos mineros en marcha: Cerro Vanguardia (de AngloGoldAshanti), Cerro Negro (Newmont), Cerro Moro (Panamerican Silver), Minera Santa Cruz (Hoschild) y Minera Don Nicolás (Cerrado Gold). La Argentina es tierra fértil de recursos estratégicos, pero que solamente son atractivos si las leyes de mercado se cumplen.


En el equipo del ministro Federico Sturzenegger trabajan, en tanto, en otra batería de normas desreguladoras que consideran fundamentales. Algunas dependerán del Congreso, como la nueva ley de glaciares, que ya está redactada –clave para que terminen de avanzar los proyectos mineros de cobre–, mientras que otras podrían anunciarse sin tanta negociación, como la idea de eliminar el monopolio de los entes hoy exclusivamente autorizados para aplicar la vacuna de la aftosa en todo el país.


Ya el lunes, con el resultado electoral sobre la mesa, había mucho más movimiento en las oficinas de bancos y estudios de abogados especializados en fusiones y adquisiciones. Algunas operaciones se reactivaron inmediatamente, en otras, prima el wait and see [esperar y ver]. La estrategia electoral del Gobierno habrá funcionado, con gran parte del país pintado de violeta, pero el baile no fue gratis. Entre las transacciones que avanzan se encuentra la venta de Raizen, la empresa dueña de la refinería de Dock Sud y las 700 estaciones de servicio que hoy operan con la marca Shell. El 11 de noviembre es la fecha límite para presentar las ofertas definitivas. Los dos interesados más firmes serían la holandesa Vitol y la suiza Mercuria.


En materia financiera, después de meses de escasez, al Gobierno lo esperan meses de bonanza. Ya esta semana arrancó con un proceso de normalización del mercado de pesos. La idea es que las tasas vuelvan a niveles que habiliten la reactivación del crédito privado. La compra de reservas sería por ahora paulatina. Esta semana, el Tesoro sumó apenas US$7 millones: compró US$87 millones directamente del Santander, pero luego vendió otros US$80 millones vía el Nación.


La oferta de dólares para lo que resta del año, sin embargo, estaría garantizada. Más allá de las divisas que lleguen por la cosecha récord de trigo y girasol, por el swap del Tesoro de los Estados Unidos con el Banco Central, o por la renovación del carry trade (inversores que entran dólares para posicionarse en activos en pesos para aprovechar las altas tasas) hay más de una decena de empresas y provincias que piensan emitir deuda o acciones en el exterior, con las que también generarán dólares. Esta semana, Tecpetrol emitió exitosamente bonos por US$750 millones, se le sumarán en estas semanas YPF, CGC, TGS, PAE, Telecom y Genneia, y provincias como Neuquén y Santa Fe, y la Ciudad de Buenos Aires. Bancos como el Supervielle, en tanto, estarían pensando en una emisión de acciones internacional. “Hay en gateras operaciones, mínimo, por US$5000 millones”, confiaron en una entidad.


Aunque tal vez la transacción que suscite más atención del mercado sea el préstamo de US$20.000 millones que, gracias al impulso de los Estados Unidos, la Argentina recibiría para recomprar deuda. Según confiaron las fuentes, la operación todavía está en una etapa “embrionaria”, pero tanto el BID como el Banco Mundial estarían dispuestos a participar aportando garantías, para que la tasa del préstamo que coordina el J.P. Morgan sea más baja. La operación sería fundamental para terminar de planchar el riesgo país, que desde el lunes prácticamente ha bajado a la mitad (aunque sigue alto, en torno de los 650 puntos). Tal vez el momento del anuncio del préstamo sea el propicio para terminar de plantear un nuevo regimen cambiario sin siquiera pensar en sobresaltos en el tipo de cambio. En el FMI siguen creyendo que las bandas de flotación son una medida provisoria. Se vienen semanas de grandes anuncios. Son tiempos de oportunidad para un Gobierno que, por ahora, vuelve a tener la suerte de su lado.