REPRODUCCION DE HISTORIETAS COMPLETAS, TIRAS COMICAS, HUMOR GRAFICO Y CARICATURAS DE TODOS LOS TIEMPOS Y DE TODO EL MUNDO.
LA NACION>Política
LLA vs. PJ. El cierre de las alianzas perfila una pelea de dos grandes frentes en las elecciones de octubre
Los libertarios de Javier y Karina Milei hicieron pactos con cinco gobernadores y acuerdos con Pro en seis provincias; los peronistas de Cristina Kirchner van unificados en 18 distritos, pero divididos en seis; por afuera juegan otras fuerzas, expuestas a la polarización
Por Maia Jastreblansky y Javier Fuego Simondet
LA NACION
El cierre del plazo para inscribir las alianzas de cara a las elección nacional del 26 de octubre dibujó un nuevo mapa electoral en los 24 distritos del país, marcado por el armado de dos grandes frentes, La Libertad Avanza y Fuerza Patria, que se encaminan a enfrentarse en las urnas para dirimir la composición del Congreso desde el próximo 10 de diciembre.
Los libertarios de Javier y Karina Milei cerraron acuerdos con cinco gobernadores y entendimientos con Pro de Mauricio Macri en seis distritos, incluida la ciudad de Buenos Aires, mientras que los peronistas de Cristina Kirchner -que preside el PJ recluida en prisión domiciliaria- consolidaron la unidad en 18 distritos, pero en otros seis se presentarán divididos.
Con LLA y Fuerza Patria protagonizando una contienda que puede tender a la polarización, otras fuerzas políticas registraron alianzas a nivel distrital, pero no se extendieron al plano nacional. Una alianza incipiente de cinco gobernadores, denominada Provincias Unidas, puede ser la excepción dentro de esta regla electoral, de cara a los comicios de medio término.
El frente oficialista
La Libertad Avanza (LLA) cerraba hoy su mapa de alianzas para dar la pelea en los comicios legislativos de octubre, en donde se votarán diputados y senadores nacionales. El partido de Javier Milei definió jugar en soledad en múltiples provincias, pero también selló un paquete de acuerdos electorales con gobernadores, con Pro, con la UCR y con otros sellos provinciales, con el objetivo de ampliar la representación del oficialismo en el Congreso para la segunda mitad del mandato.
Respecto a los acuerdos con los gobernadores, finalmente los libertarios inscribieron cuatro alianzas con mandatarios provinciales: Alfredo Cornejo (Mendoza), Leandro Zdero (Chaco), Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Jorge Macri (Ciudad). Con Claudio Poggi (San Luis) los violetas suscribieron un “pacto de no agresión” electoral. El mandatario puntano directamente se bajó de la contienda nacional para devolver el favor que la Casa Rosada le hizo en mayo cuando no postuló una lista de LLA en las elecciones provinciales puntanos.
Chaco, Entre Ríos y Ciudad son clave porque este año eligen senadores. En el primer caso, Zdero confirmó la alianza con LLA que había estrenado en los comicios provinciales de mayo en su terruño y que resultó exitoso para hacerle frente al PJ liderado por Jorge “Coqui” Capitanich. La alianza con Frigerio, por su parte, le permitiría a LLA alzarse con los dos escaños en el Senado, “pintar la provincia de violeta” y sumar más escaños en Diputados. El oficialismo nacional y el oficialismo provincial, juntos, buscan evitar que el PJ se imponga en el distrito. En la Ciudad el acuerdo implica que LLA pone los dos candidatos a senadores y encabeza para Diputados.
Hay gobernadores que iniciaron tanteos con la Casa Rosada para sellar un acuerdo pero no lograron llegar a un entendimiento. Marcelo Orrego (San Juan) finalmente competirá contra los violetas. Anotó su propio frente, Todo por San Juan, y logró sumar a Pro, a la UCR y a otros partidos más chicos de alcance provincial.
Carlos Sadir (Jujuy), por su parte, había iniciado algunas tratativas a través de Patricia Bullrich que finalmente se vieron frustradas. El gobernador radical competirá en un frente junto con Pro. Se suma así al caso del gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés (UCR), que tampoco logró zurcir un acuerdo con los libertarios y finalmente cerró un acuerdo con un viejo aliado de la Casa Rosada: Mauricio “Camau” Espínola. El mandatario radical llevará a su hermano, Juan Pablo, como candidato a gobernador y le dará pelea al libertario Lisandro Almirón.
Luego de sellar un acuerdo con Cristian Ritondo en la provincia de Buenos Aires y con Mauricio Macri en la Capital Federal -en ambos casos el frente se llamará “Alianza La Libertad Avanza” y Pro podrá colar a algunos candidatos en lugares expectantes de la lista de diputados nacionales- los libertarios liderados por Karina Milei, Eduardo “Lule” Menem y Martín Menem inscribían una alianza con los amarillos también en otros distritos.
Son los casos de Tucumán (allí Pro está intervenido por el partido nacional, en un proceso en manos del diputados Alejando Finocchiaro), Misiones, La Pampa y Río Negro. En esa provincia patagónica, que este año elige senadores, los libertarios liderados por la diputada Lorena Villaverde armaron un frente más amplio, integrado también por Republicanos Unidos y Creo Río Negro.
En Tierra del Fuego finalmente se inscribió una alianza con Pro, Republicanos TDF y con el Partido Libertarios que llevará a Agustín Coto como candidato a senador), La Rioja, Catamarca, Santa Fe, Neuquén, Chubut y Santa Cruz.
Los casos de Córdoba y Santa Fe, dos distritos grandes, son peculiares. Allí suena fuerte la posibilidad de que los diputados Gabriel Bornoroni y Romina Diez, respectivamente, que aún tienen mandatos vigentes en la Cámara baja, vuelvan a postularse como diputados nacionales para posicionarse en sus distritos con la mira en 2027.
El frente opositor
El Partido Justicialista presentará alianzas de unidad en la mayoría de las provincias para las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre, aunque no logró cerrar un frente común en todas. Con el plazo para inscribir los frentes electorales vigente hasta la medianoche del jueves (y en algunas provincias, con posibilidad de extensión hasta la mañana del viernes), serán 18 las jurisdicciones en las que el partido que preside Cristina Kirchner tendrá una alianza única, mientras en seis se exhibirá la fractura, por motivos diversos que incluyen intervenciones dispuestas por la conducción nacional.
Las divisiones están en Salta, Misiones, Chubut, Tierra del Fuego, Córdoba y Jujuy. Algunas de esas jurisdicciones tienen intervenciones partidarias vigentes, en otras finalizaron, y hay casos en que las internas derivaron en desprendimientos.
En Salta, donde el PJ está intervenido (la Justicia la había cancelado, pero una en una instancia superior se rehabilitó), se conformó Fuerza Patria. Ese espacio kirchnerista incorporó al exgobernador Juan Manuel Urtubey, y lo integran 11 partidos, entre ellos, Kolina, el Partido de la Victoria, el Frente Grande, e Instrumento Electoral para la Unidad Popular.
Los dirigentes peronistas que fueron corridos del partido por la intervención que definió el PJ nacional, conducido por Cristina Kirchner, participarán del frente provincial del gobernador Gustavo Sáenz, que se denominará Primero los Salteños. Se elegirán tres senadores y tres diputados.
En Misiones, el PJ también fue intervenido. La intervención llevará una lista alineada con Fuerza Patria y los referentes desplazados del justicialismo integrarán el frente del oficialismo local, que maneja Carlos Rovira. Habrá tres bancas de diputados nacionales en juego.
El PJ de Chubut fue a internas el domingo y definió como candidato (se elegirán dos diputados) al exintendente de Comodoro Rivadavia Juan Pablo Luque. Por fuera del PJ, pero como desprendimiento de esa fuerza, se presentará la alianza Fuerza del Trabajo Chubutense, que unió a los gremios de empleados de comercio y de camioneros.
Tierra del Fuego elegirá dos senadores y dos diputados. La oferta electoral del peronismo exhibirá una división en dos frentes. Dentro de Fuerza Patria van Forja (el partido del gobernador Gustavo Melella) y el camporismo del intendente de Ushuaia, Walter Vuoto. El Movimiento Popular Fueguino (Mopof) se presenta aparte, en una alianza en la que confluyen sectores del camporismo y el peronismo tradicional.
El peronismo cordobés, liderado por Martín Llaryora y Juan Schiaretti, alejado del kirchnerismo, participará dentro de Provincias Unidas, el frente de los gobernadores Llaryora, Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Carlos Sadir (Jujuy), Ignacio Torres (Chubut) y Claudio Vidal (Santa Cruz). El kirchnerismo se presentará apartado de esa línea. También Natalia de la Sota irá por fuera. Córdoba elegirá nueve diputados.
En Jujuy, el PJ, que fue intervenido por la conducción partidaria nacional, tendrá una lista cercana a La Cámpora (la diputada Leila Chaher es su referente) y otra que patrocinaría el diputado provincial Rubén Rivarola. Por fuera, quedarían otros sectores, como el de la senadora Carolina Moisés.
En la provincia de Buenos Aires, el peronismo se anotará como Fuerza Patria, en unidad. Cuando anudó sus listas bonaerenses, el justicialismo acordó participar con el mismo frente a nivel nacional, donde se pondrán en juego 35 bancas de diputados por la provincia. Lo integran el PJ, el Frente Renovador, Patria Grande, Kolina, y el Frente Grande, entre otros. La provincia tiene 35 bancas de diputados en juego.
En la ciudad de Buenos Aires también habrá un frente unificado del justicialismo. El peronismo conformará Fuerza Patria en territorio porteño, con un armado partidario similar al de la provincia de Buenos Aires. Mariano Recalde suena como candidato a encabezar la boleta de candidatos a senadores (se eligen tres, junto a 13 diputados).
La provincia de Santa Fe aporta también a la unidad. El peronismo cerró filas en la alianza Fuerza Patria, algo que hace unas semanas estaba en duda. En un principio había surgido un conflicto con el sector que encabeza el exgobernador Omar Perotti; Agustín Rossi es el otro referente del peronismo provincial.
Chaco será otra de las provincias con una alianza de unidad peronista. Se reeditará Fuerza Patria. Junto con el PJ, integrarán la coalición partidos como Kolina; Frente Grande; Libres del Sur; Partido de la Victoria; Partido del Trabajo y del Pueblo; Partido Proyecto Popular; Partido Renovador Auténtico, y Partido de la Cultura, la Educación y el Trabajo. La boleta de candidatos a senadores nacionales (se eligen tres) la encabezará el exgobernador Jorge Capitanich. El primer nombre de la lista de diputados nacionales (se eligen cuatro) está en definición.
En Tucumán, también habrá una alianza de unidad peronista, denominada Frente Tucumán Primero e integrada por 16 partidos. El gobernador Osvaldo Jaldo y el exmandatario Juan Manzur armarían una lista en común con el PJ como columna vertebral. Jaldo sería candidato testimonial, a la cabeza de la lista de diputados (hay cuatro bancas en juego).
El Frente Cívico de Santiago del Estero, en el que está integrado el PJ provincial, irá dividido pero como parte de una estrategia del gobernador Gerardo Zamora para repetir lo que viene haciendo: quedarse con todas las bancas nacionales en juego (la provincia renueva sus tres senadores y tres de sus siete diputados nacionales). El peronismo conforma uno de los espacios de este frente. El sector “UCR” del Frente Cívico llevará al gobernador Zamora, al frente de la lista de Senadores, en tanto que por otro lado irá el PJ, con el actual senador y presidente del justicialismo santiagueño José Emilio “Pichón” Neder. Lo mismo pasará en el rubro diputados nacionales. La provincia también elegirá gobernador el mismo 26 de octubre.
En San Luis, el PJ está dominado por Alberto Rodríguez Saá, que conformó un frente llamado Movimiento en Acción. El primer candidato de esa lista para diputado nacional es Jorge “Gato” Fernández, que fue candidato a gobernador en 2023 y cayó ante Claudio Poggi (el gobernador no presentará en este turno electoral nacional a su frente Ahora San Luis). El kirchnerismo no armó lista propia y se especulaba con la posibilidad de que Adolfo Rodríguez Saá -que integra el poggismo y está peleado con su hermano Alberto- pudiera jugar con su propio partido, Todos Unidos. San Luis debe elegir tres diputados.
En Mendoza (se ponen en juego cinco bancas para la Cámara baja), el PJ va unido, como Frente Fuerza Patria, a pesar de las internas entre los peronistas tradicionales y el sector kirchnerista-camporista del partido.
El peronismo armó en San Juan un frente llamado Fuerza San Juan, en el marco de la unidad que logró entre los exgobernadores José Luis Gioja y Sergio Uñac. Lo integran el Frente Renovador, el Partido Conservador Popular, el Partido del Trabajo y del Pueblo, el Frente Grande, Libres del Sur, Convicción Federal y el Movimiento de Integración y Desarrollo (MID), Patria Grande, además de organizaciones sociales, sindicales, juveniles, universitarias y civiles. Deben elegirse tres diputados.
Fuerza Patria tendrá en Neuquén una coalición de unidad para las disputas por tres bancas de senadores y tres de diputados. Partido Solidario, el Frente y La Participación Neuquina, y Libres del Sur integran la coalición.
En Río Negro se eligen tres representantes para la Cámara alta y dos para Diputados. El PJ conformó la alianza Fuerza Patria, integrada por el Frente Grande, Parte (de Magdalena Odarda, que integra en la legislatura provincial el bloque Vamos Con Todos), Kolina y el Partido Socialista. Los justicialistas Martín Soria y Ana Marks serán los candidatos al Senado. La primera candidata a Diputados sería Adriana Serquis, aunque eso depende de que Patria Grande (espacio de Juan Grabois) se sume a la alianza.
El peronismo tendrá una oferta de unidad en La Pampa, donde el intendente de Santa Rosa, Luciano Di Napoli, no armó un espacio propio para la elección legislativa a pesar de haberse distanciado del PJ conducido por el gobernador Sergio Ziliotto. La alianza peronista se llamará Defendemos La Pampa. La integran el Partido Humanista, el Partido Encuentro por la Democracia y la Equidad, el Frente Renovador y Pueblo Nuevo. Como adherentes, se encuentran Patria Grande, Partido del Trabajo y del Pueblo, Partido Comunista y Desde el Pie. Hay tres bancas de diputados a elegirse.
La unidad peronista tendrá un capítulo novedoso en Santa Cruz. El kirchnerismo, hoy el principal partido opositor, se presentará con un frente conformado por el PJ, Kolina y el Partido de la Victoria, y será la primera vez que mida sus fuerzas electorales después de perder la gobernación y diez intendencias en las últimas elecciones, luego de tres décadas de hegemonía política en la provincia. Se eligen tres diputados nacionales.
Formosa tiene unidad peronista garantizada bajo el férreo mando de Gildo Insfrán, gobernador desde el año 1995. Se eligen dos diputados.
También está sellada la unidad peronista en La Rioja, donde gobierna Ricardo Quintela. El PJ estará en un frente con espacios como Norte Grande, el Frente Renovador, Lealtad y Dignidad, Demócratas Cristianos y Kolina. Habrá dos bancas de diputados en disputa.
En Entre Ríos, el peronismo se agrupa bajo la denominación Fuerza Entre Ríos. La alianza la integran el Partido Justicialista, el Frente Entrerriano Federal y el Partido del Trabajo y del Pueblo. Adrián Bahl (el último candidato a gobernador que tuvo el peronismo, que en 2023 perdió ante Rogelio Frigerio) y Guillermo Michel (extitular de la Dirección de Aduanas, cercano a Sergio Massa) son los referentes del acuerdo electoral. La provincia renueva tres senadores y cinco diputados.
Corrientes, donde el PJ estuvo intervenido, es otro territorio con unidad. Fuerza Patria Corrientes tendrá lista unificada y sumará más partidos que para la elección provincial (se elige también gobernador, el 31 de agosto) bajo la candidatura de Martín “Tincho” Ascúa. Tres bancas de la Cámara baja están en disputa.
Catamarca será otro territorio provincial con unidad peronista. Confluyeron los sectores de Lucía Corpacci (preside el PJ provincial) y del gobernador Raúl Jalil, un aliado de Javier Milei que ahora se muestra alejado. Se ponen en juego tres diputados.
La hegemonía libertaria: sueños y pesadillas mileístas
En sólo cuatro años Milei hegemonizó el espacio del centro a la derecha; la polarización con el kirchnerismo busca obturar nuevos desafiantes.
8 agosto, 2025
Claudio Jacquelin
La Nación
Ni en sus mejores sueños Javier Milei hubiera imaginado el 7 de agosto de 2021, en su lanzamiento formal a la arena política, que solo cuatro años después iba a celebrar el aniversario con la foto que le regaló este jueves Pro, en la que varios de sus más conspicuos dirigentes escenificaron, vestidos de violeta, su rendición incondicional. Un verdadero traspaso de mando del cuadrante que va de la centroderecha a la derecha de la política nacional.
El viaje sin escalas de aquel acto casi marginal al centro del escenario no tiene precedentes en los últimos 42 años de historia política nacional. Del llano (o los estudios de TV y las redes sociales) a dos bancas de diputados, de un bloque hiperminoritario a la Casa Rosada y de ahí a la hegemonía de uno de los dos hemisferios político-ideológicos, en solo 48 meses. Nada que pueda explicarse sin los fracasos que llevaron al fin de ciclo de las dos fuerzas emergentes de la crisis de 2001, el hartazgo de una parte mayoritaria de la sociedad, tras más de una década de inflación y estancamiento, y una formidable capacidad para capturar y alimentar el descontento y la rabia.
Aunque tampoco ha sido ni es el del mileísmo un trayecto lineal y menos aún apacible o exento de riesgos y sobresaltos, sobre todo desde que llegó al poder hace ya 19 meses.
El sueño tiene su contracara en muchas pesadillas que sobresaltan al presidente libertario y los suyos a diario. Como sucedió anteayer en la Cámara de Diputados y como es altamente probable que le ocurra en los próximos meses y años. Tanto por demérito propio, por excesos y errores, como por acción de sus viejos rivales, que aún debilitados conservan poder de daño. También de nuevos adversarios que empiezan a emerger y a los que se busca anular antes de que puedan crecer.
La sesión de la Cámara baja de anteayer implicó en términos futbolísticos una inapelable goleada por 5 a 0 sufrida por el equipo oficialista. El abultado score se alcanzó con los goles opositores concretados al lograr, primero, el quorum para sesionar. Y, luego, con los dos proyectos aprobados que de sancionarse obligarán a Milei a vetarlos para evitar que afecten la joya del superávit fiscal, así como con la imposición del tratamiento de asuntos destinados a hacerle pagar costos en el proceso electoral y espantan a la Casa Rosada.
En este último punto se destaca la reactivación de la investigación parlamentaria del escándalo $LIBRA, del que no dejan de surgir novedades que salpican a los hermanos Milei.
Hasta ahora, el Gobierno había conseguido encapsular el caso en el Congreso y no había sufrido contratiempos en la “investigación” que la jueza federal María Servini delegó en el fiscal Eduardo Taiano, de coherente parsimonia en los casos que tocan a quienes tienen poder. Aunque eso marca un fuerte contraste con la causa que avanza en Estados Unidos y con las revelaciones periodísticas, entre las que sobresalen las expuestas por Hugo Alconada Mon.
Ahora eso podría tener una fuerte amplificación en el Congreso, en medio de la campaña electoral nacional que acaba de lanzarse de hecho.
Por eso, cobró más relevancia la concreción de la imagen proselitista para contrarrestar estas novedades, que ayer el equipo de prensa y propaganda mileístas compuso con candidatos y dirigentes libertarios y exmacristas bonaerenses vestidos y travestidos de furioso violeta.
El valor de la foto no radica solo en quienes la encarnan, en lo que representan ni en su uniformización, sino también en el mensaje que subraya la bandera que portan, destinada a clausurar toda disputa política en la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo.
“Kirchnerismo Nunca más”, reza la consigna graficada nada menos que con idéntica tipografía a la utilizada para titular el fundamental informe sobre el terrorismo de Estado de la última dictadura militar. En épocas de política explícita nada debe sugerirse. La representación llevada a cabo en el bastión kirchnerista de La Matanza fue un ejercicio de demonización del adversario, convertido en enemigo, aún a costa de banalizar la más grande de las tragedias de la historia política contemporánea argentina.
El acto de presentación del nuevo oficialismo ampliado apuntó, así, a restaurar la polarización extrema, obturar cualquier emergente que pueda surgir en el espacio centrista y confinar en el bando de los réprobos a aquellos que no adhieren irrestrictamente a todo lo que emane del liderazgo mileísta. Raúl Apold y Ernesto Laclau no habrían imaginado ese homenaje.
La formulación había sido explicitada la noche anterior, ante la derrota inexorable, por los diputados libertarios y por exmacristas ya convertidos en oficialistas sin remilgos. En la performance sobresalieron el titular del bloque Pro, Cristian Ritondo, convertido en albacea testamentario de Mauricio Macri, y la bullrichista Silvana Giudici, quienes adornaron con su expertise parlamentario y la fe de los conversos los discursos más rústicos de sus ahora socios libertarios.
El rechazo a los proyectos que aumentan asignaciones para atender casos de discapacidad y dan más recursos a las universidades nacionales fue sostenido con el argumento de la defensa del cuidado de las cuentas públicas y reforzado con la descalificación de kirchneristas o funcionales al kirchnerismo a todos los que votaron a favor de esas iniciativas. No importó que con varios de ellos hubieran compartido hasta hace menos de dos años la trinchera en la batalla contra el kirchnerismo, cuando el espacio creado por Néstor y Cristina Kirchner tenía mucho más poder que el que ahora a duras penas conserva. La dinámica de la historia y el poder tiene esas cosas.
Igual de enfático, pero más elocuente, fue el discurso contra los proyectos que rechazaban el uso de facultades delegadas al Poder Ejecutivo en la Ley Bases, de Ritondo. El diputado no desaprovecha oportunidades de demostrar que es un agradecido, como lo hace con Milei, quien, a diferencia de Macri, salió en su defensa apenas se publicó su vinculación con propiedades y cuentas en el exterior no declaradas.
Su llamado a la coherencia a quienes habían votado a favor de la Ley Bases fue tanto un señalamiento a quienes cambiaran de posición como una admisión de que sus propias filas están en proceso de desarme. Ya lo había comprobado con los votos de media docena de diputados a favor de los proyectos que el oficialismo rechaza, al igual que con las abstenciones y ausencias que elevan el número de los disconformes a más de un tercio de la bancada.
El cierre de la alianza porteña con los libertarios alcanzado el día anterior había terminado por implosionar el partido que fundó Macri. Las voces de María Eugenia Vidal, Silvia Lospennato y Waldo Wolff fueron las más resonantes, pero no las únicas que escuchó el ingeniero, sin poder convencerlos de que se trataba de un repliegue estratégico y no de una claudicación poco honrosa.
Macri sabe, además, que las dos fieles diputadas expresan a muchas otras expresiones de su partido, con el agravante de que él mismo comparte en buena medida argumentos de quienes se resistieron al acuerdo. Tanto que no ha logrado en las últimas 48 horas articular una explicación sólida para saldar el bache lógico que media entre la aceptación de las condiciones impuestas por Karina Milei y su queja de pocas horas antes, porque LLA pretendía “una posición totalmente dominante”, que relegaba a Pro.
“En Capital ni foto pudieron hacer. Y en varias provincias, como Santa Fe, San Juan, Chubut y Neuquén, Pro va a enfrentar a LLA. Para peor, en la Legislatura porteña no tienen asegurado el respaldo a Jorge”, señaló uno de los referentes golpeados por la conversión al violeta. El dirigente ponía así un dedo en la herida más abierta del macrismo, que es la gobernabilidad porteña, uno de los argumentos con lo que se buscó justificar el cierre.
La elección de postulantes amigables al paladar de Karina Milei, como catadora de candidatos confiables, para ocupar los puestos quinto y sexto de la boleta de la ciudad de Buenos Aires, es la tarea en la que se encuentran. Dejar trascender los nombres de Jimena de la Torre, Fernando de Andreis y de Hernán Iglesias Illia se asemejó a una prueba de tolerancia.
En ese contexto, cobra significación el interrogante abierto a futuro por los heridos que quedaron en lo que fue el universo cambiemita. Las dudas remiten menos a la próxima elección que a los últimos dos años de mandato. El triunfo nacional que descuenta el oficialismo y con el que alimentan sus sueños las encuestas les permite imaginar un horizonte más despejado para la etapa decisiva de su gobierno. Tanto por los legisladores que sumará (aunque seguirá siendo minoría), como por el efecto que podrá tener el resultado sobre el resto.
El fin del macrismo y el ocaso kirchnerista, aun cuando pueda salir airoso de los comicios bonaerenses, sumado a la recuperación del pragmatismo por parte de los gobernadores tras las elecciones, ilusionan al Gobierno.
Sin embargo, la reconfiguración del mapa político, que profundizó la absorción del macrismo, no ofrece tantas certezas. Lo ocurrido en Diputados lleva a revisar números. No todos los que hoy integran los bloques de Pro y seguirán en sus bancas han hecho votos de fidelidad al flamante enlace. Los propios primos Macri nunca han sido afectos a compromisos tan rígidos.
A eso se suma que algunos conspicuos integrantes de la exalianza cambiemita, como los gobernadores de Santa Fe, Maximiliano Pullaro (UCR), y de Chubut, Ignacio Pullaro (Pro), ya iniciaron su propio emprendimiento, con sus pares de Córdoba, Martín Llaryora, de Jujuy, Carlos Sadir (UCR) y de Santa Cruz, Claudio Vidal.
A pesar de que el quinteto fundador insiste en acotar la formación a un armado interprovincial, la elección del nombre revela ambiciones más amplias. La integración de un interbloque en el Congreso asoma como un objetivo para hacer valer su posiciones ante al Gobierno.
“Provincias Unidas nos representa y está menos gastado que cualquier nombre que lleve por el adjetivo federal. Además, tiene historia: de las Provincias Unidas nació la Argentina”, señala uno de los mandatarios para darle épica a la iniciativas, mientras intenta no sacar la cabeza de sus provincias antes de tiempo. Lo que no aclara es si los impulsores tienen en cuenta que la organización nacional a la que remiten demoró medio siglo.
Los sueños que lo alimentan así como las pesadillas que lo asaltan a cada paso son una dualidad a la que está atado el oficialismo. Pero no solo él.
LA NACION > Política
¿Es cierto que se terminaron los insultos?
Aunque se trata de un estilo personalísimo del Presidente, también forma parte de una estrategia política y comunicacional
LA NACION
Joaquín Morales Solá
Alfredo Sábat
Muy bien, Presidente, en nombre de los abanderados de las formas. Los progresos deben ser reconocidos. Cada uno cumple con su papel. La noticia de que Javier Milei decidió no “usar” más el insulto chabacano es un cambio fundamental en su gobierno y en su manera de ser. El único problema que tiene es que ni los que están a su lado confían en la permanencia de su promesa.
¿Será cierto?, se preguntan en los pasillos del poder. Sucede que influye mucho su carácter, o sus eventuales viejas heridas, en su forma violenta de propagar el odio con palabras soeces, cargadas muchas veces de metáforas sexuales que son imposibles de transcribir sin caer también en la procacidad. Dicen –y él mismo lo insinuó– que una excelente recopilación de sus insultos publicada por LA NACION el sábado último, hecha y escrita por los periodistas Paz Rodríguez Niell y Nicolás Cassese, lo habría empujado a la decisión de ser más pacífico, en público al menos. Pero, otra vez la misma pregunta: ¿puede Javier Milei ser más pacífico?
Desde que fungía de panelista en los canales de televisión, el Presidente hizo gala de su estilo pendenciero y agresivo. Las malas palabras fueron, en ese contexto, un agregado posterior a sus agresiones dirigidas contra viejos y nuevos enemigos, contra examigos y contra políticos, economistas y periodistas que no coinciden en un 100 por ciento con sus políticas y sus modos.
Es evidente que Milei tenía entonces una forma de hablar, en la intimidad a la que lo obligaba no estar en el poder, que se precipitaba siempre en la vulgaridad. Nadie aprende a ser vulgar a los 53 años. Esa tendencia se conoció solo cuando accedió al poder.
Rara coincidencia: cuando se filtraron las conversaciones telefónicas de Cristina Kirchner con su colaborador y amigo Oscar Parrilli –filtración que significó, debe reconocerse, una violación de su derecho a la intimidad, porque tales charlas no contenían la confesión de ningún delito– se supo que a la expresidenta también le gustan las palabras y las metáforas groseras. Varias de sus alegorías aludían también a las partes íntimas de las personas. Qué obsesión puesta en hablar sobre lo que no se ve de nadie, tampoco de los políticos.
Sin embargo, aunque el insulto con agrias y mal educadas palabras es un estilo personalísimo del Presidente, también es cierto que forma parte de una estrategia política y comunicacional. No puede ser casualidad, por ejemplo, que en sus diatribas contra el periodismo nunca haya desbarrancado contra periodistas de medios filokirchneristas, como el canal de noticias C5N, la emisora Radio 10 o el diario Página 12, que dedican abundante tiempo y espacio a criticar duramente a Milei y a su gestión.
Una mayoría casi excluyente de sus arrebatos contra la prensa está dirigida, aunque hay excepciones, a los diarios LA NACION y Clarín o a sus periodistas. Puede suponerse, por lo tanto, que a Milei le interesan los medios cuyos consumidores son votantes –o eventuales votantes– de él. Se propone deslegitimar a esos medios y a sus periodistas, sacarles credibilidad ante sus seguidores y, si puede, terminar de una buena vez con ese obstáculo pertinaz. En un instante de sinceridad (¿o fue un lapsus?), Milei dijo que dejaría de “usar” el insulto. “Usar” es un verbo que refiere a un hecho voluntario, a una decisión premeditada, no solo un carácter personal. A confesión de parte, relevo de prueba.
El jefe del Estado no ignora que el país que preside ingresó en el período preelectoral, aunque todavía faltan casi 80 días para las elecciones nacionales legislativas del 26 de octubre. También la exuberante y beligerante Cristina Kirchner solía abuenarse en sus formas cuando llegaban las vísperas electorales; ya su marido muerto había descubierto que la versión violenta de sus esposa le modificaba las encuestas, pero para empeorarlas.
Se sabe que parte de su gabinete le hizo saber a Milei, con modos indirectos y versallescos, que era mejor hablar de la inflación que bajó o de la seguridad que se recuperó antes que participar del eterno debate sobre los insultos presidenciales. “Con sus insultos saca de la discusión los temas que realmente le importan a la sociedad y nos mete en cuestiones que entretienen a muy pocos”, dice alguien que está cerca del Presidente.
No es entonces solo una cuestión de “los exquisitos de las formas”, como describió Milei, o de “los abanderados de las formas” o de la “dictadura de las formas”. Aun en la forma que él cree pacífica, el mandatario sigue siendo ofensivo en la búsqueda permanente de humillar al otro. “Se detienen en las formas porque no tienen nivel intelectual”, se despachó contra sus críticos en el mismo momento que anunciaba que en adelante sería más bueno. ¿Cómo comprobó que no tienen nivel intelectual? ¿Qué investigación lo llevó a esa conclusión? Calla sobre esas preguntas.
No importa qué pase con los otros, pero el jefe del Estado debería acceder al nivel intelectual ineludible que indica que las formas son el fondo del sistema democrático. Es fácilmente comprobable en cualquier manual de ciencias políticas. ¿Milei habrá leído uno?
Imposible saberlo. Él prefirió compararse con alguien. Pero el Presidente no encontró nunca con quién compararse en los tiempos modernos; eligió equipararse con Sarmiento –cómo no– porque este también era un polemista duro y, a veces, violento, aunque nunca hizo uso de palabras procaces. Lo más lejos que llegó Sarmiento en sus célebres polémicas con Alberdi fue decirle a este, en duros artículos periodísticos, “traidor” y “bárbaro”.
No obstante, Milei no se puede comparar con Sarmiento. Dejemos de lado el nivel cultural de cada uno porque Sarmiento fue también un intelectual de gran envergadura, que sentía curiosidad por el mundo y se interesó por la cultura universal. El contexto histórico no es el mismo. Sarmiento luchó contra la larga dictadura de Juan Manuel de Rosas; el país venía entonces de cruentas guerras civiles, y él fue una figura fundamental de la organización nacional, a la que le incorporó la prioridad de la educación de los ciudadanos. Milei llegó al poder después de 40 años de democracia, el más largo período democrático desde que la Argentina se organizó como país. Si bien hubo gobiernos verbalmente violentos, que hasta reivindicaron la violencia insurgente de los años 70, en las últimas cuatro décadas no hubo guerras civiles entre argentinos. El tiempo no pasa en vano.
Un conflicto irresuelto consiste en saber si la decisión anunciada por Milei no llegó tarde. Justo el lunes se supo también que la vicepresidenta, Victoria Villarruel, denunció penalmente a varios tuiteros y streamers (muchos de ellos formarían parte de los trolls bajo comando de la Presidencia) por delitos tales como: amenaza con armas, instigación a cometer delitos, asociación ilícita, apología del crimen, incitación al odio y desestabilización de las instituciones. Aunque la denuncia vicepresidencial, que cayó en manos del juez federal Sebastián Casanello, no es contra Milei, puede deducirse fácilmente que el Presidente no es inocente en la consideración de su vice.
Esa relación está definitivamente rota porque ahora es Villarruel la que acusa al mileísmo de golpista después de que Milei la acusara a ella de “traidora”, y a su lado dejaran trascender que la presidenta del Senado se proponía para hacerse cargo del Poder Ejecutivo si el actual mandatario no pudiera cumplir su mandato. Ahora, es el golpismo al revés.
Villarruel subrayó que los ataques que recibe del mileísmo en las redes sociales y en un sitio supuestamente periodístico (La Derecha Diario) van más allá de la libertad de expresión; consideró oportuna esa aclaración porque la justicia argentina tiene jurisprudencia a favor de la libertad de expresarse. De hecho, también el Foro de Periodismo Argentino (Fopea), una organización que, en otras cosas, defiende la libertad de expresión y que agrupa a más de 600 periodistas, decidió presentarse ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para denunciar las agresiones del mileísmo y del propio Milei contra los periodistas en las redes sociales o en los discursos públicos. La CIDH es un organismo autárquico de la OEA, y Fopea le está pidiendo una audiencia especial para que escuche el caso argentino en la sesiones públicas que la Comisión celebrará en noviembre próximo.
En ese clima tenso y ciertamente imprevisible, se cerró el acuerdo electoral en la Capital entre La Libertad Avanza y Pro. La primera pregunta que surge es: ¿qué hace ahí Mauricio Macri? Nadie escuchó al expresidente decir nunca palabras obscenas, al revés de la cargada historia reciente de Milei. Se sabe que Macri no está de acuerdo con el alineamiento automático y excluyente con los Estados Unidos e Israel, aunque también valora a esos países, pero dentro de un abanico más grande de relaciones exteriores, que deberían incluir, según su criterio, a Europa, China, India y el Mercosur, entre otros.
Tampoco coincide, dicen, con el inmovilismo de la política económica, que solo se respalda, sintetiza, en el superávit del ministro Luis Caputo y en las desregulaciones de Federico Sturzenegger. A su lado, sostienen que esa alianza con el mileísmo fue impulsada por su negativa a vivir otro domingo en el que el Pro de la Capital vuelva a salir tercero en las elecciones nacionales de octubre, como ya sucedió en los comicios locales de mayo pasado. Macri fundó el Pro en la Capital.
Argumentan que tampoco tenía un candidato o candidata en condiciones de competir con los libertarios en general y, en particular, con Patricia Bullrich. Menos le gustaba, aseguran, la perspectiva de negociar un acuerdo electoral con Martín Lousteau y el mandamás radical de la Capital, Emiliano Yacobitti. Tales silogismos pueden ser creíbles, sobre todo el que narra el temor a perder otra vez. La victoria electoral es un buen objetivo, aunque no a cualquier precio. A veces, la derrota es una necesidad.
Por Joaquín Morales Solá
Luis Caputo. La metamorfosis del técnico al soldado de la batalla cultural libertaria
El ministro de Economía abandonó su anterior bajo perfil y se subió al ring para enfrentar al kirchnerismo y el pensamiento de izquierda
LA NACION
Jaime Rosemberg
La metamorfosis alcanzó su cima el lunes a la noche, cuando Luis “Toto” Caputo despertó elogios en la platea libertaria reunida por la Fundación Faro al acusar a “la izquierda de meterle parásitos mentales en la cabeza a la gente”. El ministro fue una suerte de mímesis de Javier Milei, que adoptó del influencer chileno Axel Kaiser la idea de los parásitos mentales.
En medio de las turbulencias por el dólar, el ministro de Economía mostró otra vez su clara identificación con la bandera violeta y su condición de soldado del Presidente, exhibiendo un perfil marcadamente más alto que el que ostentaba en sus épocas de secretario de Finanzas y presidente del Banco Central, en tiempos de Mauricio Macri.
Por entonces, la “batalla cultural” era un término más conocido y difundido entre los intelectuales gramscianos que en la derecha liberal.
Cerca de Caputo relativizan ese cambio, que los macristas no libertarios ven tan claro como el agua. “Nunca fue macrista, fue un técnico en el equipo de Alfonso [Prat-Gay] al que después le pidieron que se quede y aceptó”, contesta alguien que lo conoce desde hace años. “Lo de la batalla cultural lo creyó siempre, no hubo ninguna transformación; desde lo económico, siempre fue fiscalista y liberal; con Macri era secretario de Finanzas, nada que ver con su rol actual”, destaca un defensor del ministro.
En noviembre de 2017, Caputo acompañó a Macri a un viaje posterior al triunfo electoral a Nueva York en el que los empresarios hacían fila para estrecharle la mano al Presidente y prometerle inversiones. Un idilio que se rompería abruptamente en abril de 2018, con el pedido de auxilio al Fondo Monetario Internacional (FMI), una gestión que terminó en fracaso económico y derrota electoral.
Ahora, como ministro de Milei, Caputo renovó el apretón de manos con el Fondo y hasta se anima a desafiar a los críticos. Hace algunas semanas, en línea con un mensaje triunfalista de Milei, chicaneó a economistas, inversores y periodistas sobre las advertencias por las reservas y la política cambiaria. “Agarrá los pesos y comprá [dólares]. ¡No te la pierdas, campeón!”, desafió el ministro de Economía. El dólar comenzó desde entonces una escalada, que se frenó el viernes pasado.
Caputo se enorgullece de haberle comprado “diez ejemplares” de su último libro al ideólogo libertario Agustín Laje. Laje afirma en su texto que la izquierda “se fue infiltrando en las universidades y en la industria cultural”.
Caputo lo repitió hasta con los mismo términos. “Era un discurso de acuerdo al ámbito en el que estaba, no era una charla en una universidad o una ponencia como ministro”, relativizan los que más lo conocen.
En la Fundación Faro, Caputo afirmó: “La izquierda lo único que genera es pobreza, miseria, muerte, desigualdad, es increíble que sobrevivan a tantos fracasos”. Agregó, con un tono claramente político, que el kirchnerismo y las fuerzas “de izquierda” son “muy buenos dando la batalla cultural”, y afirmó: “No hay que descuidarse en esta batalla”. Puso la guardia en alto, alineado con Las Fuerzas del Cielo.
Uno de sus antiguos compañeros del gabinete macrista aporta una visión diferente. “Compartía los mismos valores que ahora, pero le agregó una faceta de fanatismo que no le conocimos en esos años”, afirmó. “Antes de entrar a la política era el Messi de las finanzas, un genio reconocido que le hizo ganar mucha guita a mucha gente, pero como funcionario tenía un serio problema con lo mediático”, dijo otro excompañero de ruta, que lo recuerda parco y muy reticente a enfrentar cámaras y micrófonos. “Se adapta al estilo del Presidente, como antes se adaptó al estilo de Mauricio”, concluyó este referente de Pro.
¿Cómo se explica el cambio de tono? “Milei le dio a Caputo un lugar que Macri nunca le dio”, definió un hombre cercano al Presidente, que conoce a ambos actores. El jueves pasado, el conductor Alejandro Fantino se dio el gusto de sumar a Caputo y “su equipo” (el secretario de Finanzas, Pablo Quirno; el secretario de Política Económica, José Luis Daza, y el titular del Banco Central, Santiago Bausili) en la extensa charla con el Presidente en el streaming Neura. “Estaban en el estudio de al lado [el del streaming Carajo], pasaron a saludar y Fantino los dejó dos horas”, cuentan cerca del ministro, atribuyendo a una casualidad el espacio compartido.
Las duras frases del lunes en el Yacht Club, más propias de un político que de un técnico, motivaron, según pudo saber la nacion, consultas a funcionarios por parte de grandes empresarios. “Solo se justifican si lo estuvieran preparando para ser candidato en octubre”, expresaron preocupadas fuentes del oficialismo. ¿Será candidato a diputado nacional en la ciudad de Buenos Aires? En el Gobierno lo niegan, aunque no cierran del todo la puerta.
“El tipo de cambio no lo controlamos, flota y es libre”, dijo Caputo en la charla amistosa en Neura, en la que buscó desmentir la posibilidad de una devaluación encubierta. A su lado, Daza agregó, enfático y ante la mirada del exministro macrista y de Quirno, que también formó parte del equipo de Cambiemos, que “Macri no quiso hacer un ajuste del gasto desde el día uno”. Daza se permitió elogiar la “valentía” de Milei por “hacer el ajuste más importante en cincuenta años”.
“Todo marcha acorde al plan”, dijo Caputo en el Yacht Club de Puerto Madero, con una sonrisa y ante los aplausos de la primera línea libertaria. Allí respaldó su plan económico, “con equilibrio fiscal, sin emisión, con tipo de cambio flotante”. Y también elogió al Presidente “por la decisión política de no moverse de la ortodoxia macro”.
A los 60, con un protagonismo impensado años atrás, Caputo parece disfrutar de su revancha personal en la función pública con la camiseta violeta de los libertarios.