MUSICA › VITILLO ABALOS Y JAIME TORRES, UN ENCUENTRO DE GIGANTES
MUSICA › VITILLO ABALOS Y JAIME TORRES, UN ENCUENTRO DE GIGANTES
“El arte popular argentino enseña y une a la gente”
Mañana y el sábado en el Tasso, el bombisto y el charanguista prometen un desfile de historias y recuerdos, pero sobre todo una cumbre de músicas que atraviesan el mapa de la Argentina. Y se ilusionan con dejar un registro del encuentro.
Vitillo Abalos tiene 94 años. Ya no toca más la quena, pero sí le da por el bombo, aún. O por zapatear. El le dice “el malambo de la silla”, porque agarra una de las que tiene Jaime Torres en el comedor de su casa, apoya la mano derecha en uno de los laterales de la cabecera y hace una demostración. La imagen se proyecta hacia cincuenta, sesenta, setenta años atrás. Hacia los momentos en que, junto a Machaco, Roberto, Machingo y Adolfo, formaba uno de los grupos más significativos de la música folklórica argentina del siglo XX: los Hermanos Abalos. Jaime, dieciséis años menor que él, lo mira con admiración. “Yo soy, como tantos otros, uno de los que tiene a Vitillo como referente. Me encanta estar a su lado. Ojalá a alguien se le ocurra hacer un pequeño registro de lo que vamos a hacer, sin pensar en réditos económicos”, introduce el mejor charanguista del universo, sobre un deseo que le ocurre en la previa de los conciertos que ambos ofrecerán mañana y el sábado a las 22 en el Tasso (Defensa 1575). “Como pasó hace unos meses con Ramón Ayala, creo que yo merecía poder tocar con él, sobre todo por lo que significa el recuerdo, el viento, lo inesperado que va y viene, porque la música se va filtrando por los lugares menos esperados. En lo que a nosotros respecta, es mucho lo que hay para decir y contar, porque estamos en el momento de la libertad, en la etapa de la vida donde la música late al ritmo del corazón. Yo, si fuera funcionario de cultura o educación, tendría a Vitillo trabajando todos los días que él tuviera ganas”, sugiere don Jaime.
El encuentro entre ambos y Página/12 sucede en la colorida morada de los Torres, en San Telmo. Soledad, una de las hijas de Jaime, realiza alguna tarea matinal; Elba, su mujer, madruga en calma, y hay tres perros que se quieren colar por todos los rincones. “Voy a tener la suerte de hacer música con un bombo que tiene mucha más historia que este charango, que también la tiene. Por eso se me ocurrió ponerle así al recital”, señala Torres, ahora sí parado específicamente en lo que vendrá: el espectáculo de nombre al tono, Charango y bombo con historias. “Son historias que, incluso, superan nuestras edades”, retoma el tucumano de los huaynos, taquiraris, bailecitos y carnavalitos, para pasarle la posta al santiagueño de las chacareras, las vidalas, las zambas, los gatos y las danzas criollas. “La música popular argentina es un arte que merece ser difundido”, arranca Víctor Manuel “Vitillo” Abalos, de impecable ambo marrón y con una lucidez a prueba de años. “Por eso fue una feliz idea la de Jaime, porque la vida nos ha enseñado muchas cosas, y está bien que las podamos difundir. Yo siempre digo que cuando el artista está frente al público, le tiene que contar algo, no solamente cantar, bailar o tocar algún instrumento. En Santiago del Estero, hace muchos años, no había todos los chiches tecnológicos que hay ahora y entonces mis hermanos mayores (Machingo y Adolfo) inventaron qué hacer de 19 a 20.30: invitar amigos y amigas al patio de casa”, evoca el único de los Abalos presente.
Da una idea, así, del tono que tendrán las historias de la presentación conjunta. Uno, el anfitrión, trasmitiendo vivencias sociales, culturales y artísticas ligadas –o no– a su instrumento; y el otro, haciendo lo propio con el bombo legüero que lo acompaña desde aquellos tiempos en el patio de los Abalos. “El patio tuvo mucha importancia en nuestra juventud y en nuestra vida. Se sacaba el piano del salón de música al patio y como no llovía nunca, ahí quedaba”, se ríe el cuarto de los cinco Abalos, con una memoria también a prueba de años. “Venía un muchacho un poco mayor que Machingo, ‘un tal’ Enrique Farías Gómez, que tocaba el piano, cantaba, bailaba… era un trompito. Estoy hablando del papá de los Huanca Huá (del Chango, Pedro y Marian), el Tata Farías Gómez”, relata este joven nacido el 30 de abril de 1922. “En esa época se sobreentendía que ninguno de nosotros ignoraba la cosa criolla, pero por ahí llegaba a casa una grabación de 78 RPM, del músico de jazz Art Tatum, y Adolfo ponía la púa, la levantaba, tocaba, y así varias veces. En casa nos encantaban la música clásica, el jazz, la música brasilera… escuchábamos de todo un poco, porque mi papá quería ocupar nuestro tiempo a la tarde, para que no tuviéramos ideas no muy sanas”, relata Vitillo y le entreabre la puerta grande al túnel del tiempo.
Ya no hay marcha adelante: no paran de fluir recuerdos. “Mi padre fue el primer odontólogo de Santiago, y se construyó su segunda casa en Buenos Aires, donde vinimos primero Machaco y yo, en 1939. Me acuerdo que los primeros días yo no salía a la calle por miedo a que me pisara el tren, que era el tranvía, en realidad. Era un payuca cien por cien”, se ríe Abalos. “No quería saber nada, porque era un sonido tremendo que no conocía. Yo venía de andar en burro en Santiago, pero poco a poco fui descubriendo esta gran ciudad cosmopolita, donde se hablaban diferentes idiomas, y en ese contexto se nos despertó la necesidad de informar lo que habíamos aprendido en casa, en Santiago, porque los Hermanos Abalos no hemos inventado nada”, admite con certera humildad don Vitillo, que llegó a conocer a quien introdujo la música de raíz folklórica en Buenos Aires: Andrés Chazarreta. “Con Machaquito fuimos durante dos años al patio de Chazarreta, que había nacido antes de la fundación de La Plata. El era inspector de escuelas rurales, y nos trajo de ahí una danza que no conocíamos: la arunguita. Y otra que es el pala-pala y se baila con poncho, imitando a los cuervos que le presumen a las cuervitas. Hay una frase que dice ‘no se ama lo que no se conoce’, pero él la invirtió: nos enseño a amar lo que no conocíamos. Además era muy paternal, tocaba violín, piano, bombo, y bailaba, pero sobre todo enseñaba a las chicas y a los changos con un carisma especial. Era un deleite”, recuerda Vitillo sobre el creador de la Compañía de Arte Nativo.
Es un lujo escucharlo. Sus vivencias alimentan una tradición oral que, al decir de Jaime, debería tener otro cauce, otra atención institucional. “Ese mismo año, 1939, Machingo y Adolfo hicieron un contacto para tocar en el teatro El Globo, donde empezamos con el patio provinciano… me acuerdo que éramos paisanos sin poncho, porque no teníamos plata para comprarlos”, se ríe el entrañable bombisto. “Eramos muy changos todavía, y mi madre nos dio permiso para difundir la cultura de Santiago en Buenos Aires, por cinco años. Al final terminaron siendo sesenta”, recuenta. O más, si se tiene en cuenta que Vitillo siguió con la tarea tras el fallecimiento de sus hermanos. No solo sigue activo en términos de conciertos, sino que suele dar charlas en escuelas de todo el país, y tiene un programa de radio en FM 98.7 (Nacional Folklórica) todos los domingos de 16 a 17. “Ahora me toca dar una charla en una escuela secundaria de Selva, localidad del sur de Santiago del Estero. Yo digo que voy a dar examen porque no me conocen, y ya me empieza a temblar el tobillo”, se ríe. “Y a la noche va a haber una peña, donde algún malambo voy a bailar”, prevé Vitillo. Y ahí es cuando hace la demostración del malambito de la silla.
Cuando se vuelve a sentar, habla de un CD doble –edición de lujo– que acaba de publicarse. Se trata del disco de oro de los Hermanos Abalos, registrado originalmente en 1940, y de un tributo a la agrupación del que participan Omar Mollo, Liliana Herrero, Raly Barrionuevo, Juanjo Domínguez, Leopoldo Federico, Peteco Carabajal y el ex guitarrista de Mick Jagger y Jerry Lee Lewis, Jimmy Rip, entre otros. “Gran parte de esta edición se la debemos al nieto de Machingo, Juan Gigena Abalos. El es rockerito, pero conoce la cosa criolla, y logró que un músico como Juanjo Domínguez, por ejemplo, grabe conmigo a dúo de guitarra y bombo. Después fue a Sony, que tiene todas las grabaciones que los Hermanos Abalos hicimos para RCA Víctor, y logró veinte masters, porque hablaba con tanto entusiasmo, con tanta vehemencia, que terminaron dándole algo que a mí me hubiesen negado. Fue muy importante lo que hizo el rockerito”, se ríe Vitillo. “Además, me permitió grabar en un estudio con una ecualización perfecta y un guitarrista estadounidense con el que hicimos una vidala y una baguala asombrosas, porque no nos habíamos puesto de acuerdo en qué hacer… fue espontáneo”, refiere Vitillo sobre “Vidala del universo”, el tema que compartió con Rip. También repara en “La juguetona”, registrada con el bandoneonista Leopoldo Federico. “Lo de Federico fue fantástico, también, porque él siempre había querido grabar esa chacarera nuestra, y se le dio.”
–Volviendo al concierto conjunto, ¿cómo está estructurado, más allá de la fusión entre músicas e historias?
Vitillo Abalos: –Pensamos darle al público lo mejor que uno ha aprendido de otras generaciones. No solo de los grandes maestros conocidos, sino de quienes mi hermano Adolfo nombraba como “los eternos famosos desconocidos de siempre”.
Jaime Torres: –Pienso que recuperar esas músicas y traerlas al presente implican un hecho social. Insisto mucho en esto de rescatarlas y ponerlas en escena, no para mostrar virtuosismo o recrear una fantasía, sino para que los instrumentos puedan dejar un mensaje. Particularmente, me hubiese gustado que Vitillo volviera a tocar esas vidalas hermosas con la quena, pero ya me dijo que no, porque hace mucho tiempo que no la toca. Pero ya hay una caja dispuesta para él. Y después las historias, claro. Pero tratando de no ser largueros como ahora (risas). Sí, invito a los jóvenes que aman el folklore a que vengan a ver la dignidad de este hombre, porque no quedan tantos más como él. Es más, sus descendientes me dicen que ha quedado el único que lo puede hacer, con la palabra y con la música. Es algo necesario, porque las bases de nuestras músicas no están tan sólidas como nosotros pensamos. Creemos que hay un gran desconocimiento, como también hay una gran cantidad de jóvenes que sorprenden y alegran, sí, pero que no van a las bases, porque el efectismo y el éxito los llevan para otro lado. Por suerte, a Vitillo y a mí no nos ha picado el bicho del éxito.
–Total inmunidad frente al mercado, a esta altura…
J. T.: –(risas) Ni él ni yo tenemos la necesidad de llegar a ningún lado. Yo, particularmente, quiero seguir andando. No tengo una meta. Y sin embargo, Vitillo me gasta y me dice “qué piensas hacer cuando seas grande, Jaime” (risas). Como todas estas cosas, parte y nace de una necesidad. Y la necesidad de ahora es tocar con Vitillo. Yo lo escuché hace muchísimos años con sus hermanos, uno de los primeros grupos que tenía seguidores, y yo era uno de ellos. No me los perdía nunca, porque tenían una dinámica muy linda en el escenario, una dinámica que hoy no existe. Pero además hecha con sutileza y respeto. Yo aprendí mucho de ellos. También de Hugo Díaz, de Martha de los Ríos, de Félix Dardo Palorma, de los Hermanos Abrodos. En fin, yo era niño y formaba parte de toda esa cultura, y los Abalos creo que eran el centro de todo eso, por la forma que tenían de encarar un espectáculo. Ellos y Hugo me marcaron mucho, aunque no hayan sido mis maestros de una manera directa.
V. A.: –El arte popular argentino enseña y une a la gente, sí. La alforja criolla es tan generosa que junta a las personas. Uno va a una peña, por ejemplo, y las personas se miran y se saludan aunque no se conozcan. Hay cordialidad. Hay un espíritu especial, y uno quiere dar la energía que motiva esa cosa criolla. Uno toca una chacarera, y las parejas se levantan de las sillas, y cambian totalmente la cara, las manos, los brazos, porque la criatura humana es sabia… no pregunta mucho, y hace las cosas. La danza hace hablar al cuerpo, hace cambiar a las personas.
–Jaime, cuando usted hizo la juntada con Ramón Ayala, costaba un poco trazar similitudes entre las músicas que representan las regiones de cada uno. ¿Siente una mayor cercanía con Vitillo y su impronta, en este sentido “geográfico/musical”, o el hecho social supera las diferencias regionales?
J. T.: –Yo creo que lo artístico es de un sentido común total. Vos podés estar tocando con grupos de distintos lugares del mundo, y hay cosas que se juntan por sí mismas, naturalmente. En el caso puntual que menciona, sí, bueno, el hecho de que la cultura incaica haya llegado hasta Santiago con su lengua, el quechua, tiende una relación fuerte entre las músicas, o las culturas más norteñas. Igual, yo insisto con que la música es como el viento.... es más, uno de los más altos exponentes de la quena que yo escuché en los últimos ochenta años era santiagueño y se llamaba Facio Santillán. Fue un aporte muy importante, e incluso fue uno de los que participó en la grabación de “El cóndor pasa”, por Simon & Garfunkel… el sonido de la quena era maravilloso, y mostró a los europeos algo que no conocían: la flauta indígena. Volviendo a su pregunta, yo siempre escuché a los vecinos, siempre escuché chacareras. Incluso, conocí a los Gómez Carrillo, a don Carlos Vega, en fin, los escuchaba con gran atención cuando se ponían a hablar de estos ritmos. Y ellos para mí también están anotados en los primeros lugares.
MUSICA › HUGO VARELA PRESENTA SU ESPECTACULO LA GUITARRA INDOMABLE, DESDE HOY EN EL TEATRO ASTRAL
Mañana y el sábado en el Tasso, el bombisto y el charanguista prometen un desfile de historias y recuerdos, pero sobre todo una cumbre de músicas que atraviesan el mapa de la Argentina. Y se ilusionan con dejar un registro del encuentro.
Vitillo Abalos tiene 94 años. Ya no toca más la quena, pero sí le da por el bombo, aún. O por zapatear. El le dice “el malambo de la silla”, porque agarra una de las que tiene Jaime Torres en el comedor de su casa, apoya la mano derecha en uno de los laterales de la cabecera y hace una demostración. La imagen se proyecta hacia cincuenta, sesenta, setenta años atrás. Hacia los momentos en que, junto a Machaco, Roberto, Machingo y Adolfo, formaba uno de los grupos más significativos de la música folklórica argentina del siglo XX: los Hermanos Abalos. Jaime, dieciséis años menor que él, lo mira con admiración. “Yo soy, como tantos otros, uno de los que tiene a Vitillo como referente. Me encanta estar a su lado. Ojalá a alguien se le ocurra hacer un pequeño registro de lo que vamos a hacer, sin pensar en réditos económicos”, introduce el mejor charanguista del universo, sobre un deseo que le ocurre en la previa de los conciertos que ambos ofrecerán mañana y el sábado a las 22 en el Tasso (Defensa 1575). “Como pasó hace unos meses con Ramón Ayala, creo que yo merecía poder tocar con él, sobre todo por lo que significa el recuerdo, el viento, lo inesperado que va y viene, porque la música se va filtrando por los lugares menos esperados. En lo que a nosotros respecta, es mucho lo que hay para decir y contar, porque estamos en el momento de la libertad, en la etapa de la vida donde la música late al ritmo del corazón. Yo, si fuera funcionario de cultura o educación, tendría a Vitillo trabajando todos los días que él tuviera ganas”, sugiere don Jaime.
El encuentro entre ambos y Página/12 sucede en la colorida morada de los Torres, en San Telmo. Soledad, una de las hijas de Jaime, realiza alguna tarea matinal; Elba, su mujer, madruga en calma, y hay tres perros que se quieren colar por todos los rincones. “Voy a tener la suerte de hacer música con un bombo que tiene mucha más historia que este charango, que también la tiene. Por eso se me ocurrió ponerle así al recital”, señala Torres, ahora sí parado específicamente en lo que vendrá: el espectáculo de nombre al tono, Charango y bombo con historias. “Son historias que, incluso, superan nuestras edades”, retoma el tucumano de los huaynos, taquiraris, bailecitos y carnavalitos, para pasarle la posta al santiagueño de las chacareras, las vidalas, las zambas, los gatos y las danzas criollas. “La música popular argentina es un arte que merece ser difundido”, arranca Víctor Manuel “Vitillo” Abalos, de impecable ambo marrón y con una lucidez a prueba de años. “Por eso fue una feliz idea la de Jaime, porque la vida nos ha enseñado muchas cosas, y está bien que las podamos difundir. Yo siempre digo que cuando el artista está frente al público, le tiene que contar algo, no solamente cantar, bailar o tocar algún instrumento. En Santiago del Estero, hace muchos años, no había todos los chiches tecnológicos que hay ahora y entonces mis hermanos mayores (Machingo y Adolfo) inventaron qué hacer de 19 a 20.30: invitar amigos y amigas al patio de casa”, evoca el único de los Abalos presente.
Da una idea, así, del tono que tendrán las historias de la presentación conjunta. Uno, el anfitrión, trasmitiendo vivencias sociales, culturales y artísticas ligadas –o no– a su instrumento; y el otro, haciendo lo propio con el bombo legüero que lo acompaña desde aquellos tiempos en el patio de los Abalos. “El patio tuvo mucha importancia en nuestra juventud y en nuestra vida. Se sacaba el piano del salón de música al patio y como no llovía nunca, ahí quedaba”, se ríe el cuarto de los cinco Abalos, con una memoria también a prueba de años. “Venía un muchacho un poco mayor que Machingo, ‘un tal’ Enrique Farías Gómez, que tocaba el piano, cantaba, bailaba… era un trompito. Estoy hablando del papá de los Huanca Huá (del Chango, Pedro y Marian), el Tata Farías Gómez”, relata este joven nacido el 30 de abril de 1922. “En esa época se sobreentendía que ninguno de nosotros ignoraba la cosa criolla, pero por ahí llegaba a casa una grabación de 78 RPM, del músico de jazz Art Tatum, y Adolfo ponía la púa, la levantaba, tocaba, y así varias veces. En casa nos encantaban la música clásica, el jazz, la música brasilera… escuchábamos de todo un poco, porque mi papá quería ocupar nuestro tiempo a la tarde, para que no tuviéramos ideas no muy sanas”, relata Vitillo y le entreabre la puerta grande al túnel del tiempo.
Ya no hay marcha adelante: no paran de fluir recuerdos. “Mi padre fue el primer odontólogo de Santiago, y se construyó su segunda casa en Buenos Aires, donde vinimos primero Machaco y yo, en 1939. Me acuerdo que los primeros días yo no salía a la calle por miedo a que me pisara el tren, que era el tranvía, en realidad. Era un payuca cien por cien”, se ríe Abalos. “No quería saber nada, porque era un sonido tremendo que no conocía. Yo venía de andar en burro en Santiago, pero poco a poco fui descubriendo esta gran ciudad cosmopolita, donde se hablaban diferentes idiomas, y en ese contexto se nos despertó la necesidad de informar lo que habíamos aprendido en casa, en Santiago, porque los Hermanos Abalos no hemos inventado nada”, admite con certera humildad don Vitillo, que llegó a conocer a quien introdujo la música de raíz folklórica en Buenos Aires: Andrés Chazarreta. “Con Machaquito fuimos durante dos años al patio de Chazarreta, que había nacido antes de la fundación de La Plata. El era inspector de escuelas rurales, y nos trajo de ahí una danza que no conocíamos: la arunguita. Y otra que es el pala-pala y se baila con poncho, imitando a los cuervos que le presumen a las cuervitas. Hay una frase que dice ‘no se ama lo que no se conoce’, pero él la invirtió: nos enseño a amar lo que no conocíamos. Además era muy paternal, tocaba violín, piano, bombo, y bailaba, pero sobre todo enseñaba a las chicas y a los changos con un carisma especial. Era un deleite”, recuerda Vitillo sobre el creador de la Compañía de Arte Nativo.
Es un lujo escucharlo. Sus vivencias alimentan una tradición oral que, al decir de Jaime, debería tener otro cauce, otra atención institucional. “Ese mismo año, 1939, Machingo y Adolfo hicieron un contacto para tocar en el teatro El Globo, donde empezamos con el patio provinciano… me acuerdo que éramos paisanos sin poncho, porque no teníamos plata para comprarlos”, se ríe el entrañable bombisto. “Eramos muy changos todavía, y mi madre nos dio permiso para difundir la cultura de Santiago en Buenos Aires, por cinco años. Al final terminaron siendo sesenta”, recuenta. O más, si se tiene en cuenta que Vitillo siguió con la tarea tras el fallecimiento de sus hermanos. No solo sigue activo en términos de conciertos, sino que suele dar charlas en escuelas de todo el país, y tiene un programa de radio en FM 98.7 (Nacional Folklórica) todos los domingos de 16 a 17. “Ahora me toca dar una charla en una escuela secundaria de Selva, localidad del sur de Santiago del Estero. Yo digo que voy a dar examen porque no me conocen, y ya me empieza a temblar el tobillo”, se ríe. “Y a la noche va a haber una peña, donde algún malambo voy a bailar”, prevé Vitillo. Y ahí es cuando hace la demostración del malambito de la silla.
Cuando se vuelve a sentar, habla de un CD doble –edición de lujo– que acaba de publicarse. Se trata del disco de oro de los Hermanos Abalos, registrado originalmente en 1940, y de un tributo a la agrupación del que participan Omar Mollo, Liliana Herrero, Raly Barrionuevo, Juanjo Domínguez, Leopoldo Federico, Peteco Carabajal y el ex guitarrista de Mick Jagger y Jerry Lee Lewis, Jimmy Rip, entre otros. “Gran parte de esta edición se la debemos al nieto de Machingo, Juan Gigena Abalos. El es rockerito, pero conoce la cosa criolla, y logró que un músico como Juanjo Domínguez, por ejemplo, grabe conmigo a dúo de guitarra y bombo. Después fue a Sony, que tiene todas las grabaciones que los Hermanos Abalos hicimos para RCA Víctor, y logró veinte masters, porque hablaba con tanto entusiasmo, con tanta vehemencia, que terminaron dándole algo que a mí me hubiesen negado. Fue muy importante lo que hizo el rockerito”, se ríe Vitillo. “Además, me permitió grabar en un estudio con una ecualización perfecta y un guitarrista estadounidense con el que hicimos una vidala y una baguala asombrosas, porque no nos habíamos puesto de acuerdo en qué hacer… fue espontáneo”, refiere Vitillo sobre “Vidala del universo”, el tema que compartió con Rip. También repara en “La juguetona”, registrada con el bandoneonista Leopoldo Federico. “Lo de Federico fue fantástico, también, porque él siempre había querido grabar esa chacarera nuestra, y se le dio.”
–Volviendo al concierto conjunto, ¿cómo está estructurado, más allá de la fusión entre músicas e historias?
Vitillo Abalos: –Pensamos darle al público lo mejor que uno ha aprendido de otras generaciones. No solo de los grandes maestros conocidos, sino de quienes mi hermano Adolfo nombraba como “los eternos famosos desconocidos de siempre”.
Jaime Torres: –Pienso que recuperar esas músicas y traerlas al presente implican un hecho social. Insisto mucho en esto de rescatarlas y ponerlas en escena, no para mostrar virtuosismo o recrear una fantasía, sino para que los instrumentos puedan dejar un mensaje. Particularmente, me hubiese gustado que Vitillo volviera a tocar esas vidalas hermosas con la quena, pero ya me dijo que no, porque hace mucho tiempo que no la toca. Pero ya hay una caja dispuesta para él. Y después las historias, claro. Pero tratando de no ser largueros como ahora (risas). Sí, invito a los jóvenes que aman el folklore a que vengan a ver la dignidad de este hombre, porque no quedan tantos más como él. Es más, sus descendientes me dicen que ha quedado el único que lo puede hacer, con la palabra y con la música. Es algo necesario, porque las bases de nuestras músicas no están tan sólidas como nosotros pensamos. Creemos que hay un gran desconocimiento, como también hay una gran cantidad de jóvenes que sorprenden y alegran, sí, pero que no van a las bases, porque el efectismo y el éxito los llevan para otro lado. Por suerte, a Vitillo y a mí no nos ha picado el bicho del éxito.
–Total inmunidad frente al mercado, a esta altura…
J. T.: –(risas) Ni él ni yo tenemos la necesidad de llegar a ningún lado. Yo, particularmente, quiero seguir andando. No tengo una meta. Y sin embargo, Vitillo me gasta y me dice “qué piensas hacer cuando seas grande, Jaime” (risas). Como todas estas cosas, parte y nace de una necesidad. Y la necesidad de ahora es tocar con Vitillo. Yo lo escuché hace muchísimos años con sus hermanos, uno de los primeros grupos que tenía seguidores, y yo era uno de ellos. No me los perdía nunca, porque tenían una dinámica muy linda en el escenario, una dinámica que hoy no existe. Pero además hecha con sutileza y respeto. Yo aprendí mucho de ellos. También de Hugo Díaz, de Martha de los Ríos, de Félix Dardo Palorma, de los Hermanos Abrodos. En fin, yo era niño y formaba parte de toda esa cultura, y los Abalos creo que eran el centro de todo eso, por la forma que tenían de encarar un espectáculo. Ellos y Hugo me marcaron mucho, aunque no hayan sido mis maestros de una manera directa.
V. A.: –El arte popular argentino enseña y une a la gente, sí. La alforja criolla es tan generosa que junta a las personas. Uno va a una peña, por ejemplo, y las personas se miran y se saludan aunque no se conozcan. Hay cordialidad. Hay un espíritu especial, y uno quiere dar la energía que motiva esa cosa criolla. Uno toca una chacarera, y las parejas se levantan de las sillas, y cambian totalmente la cara, las manos, los brazos, porque la criatura humana es sabia… no pregunta mucho, y hace las cosas. La danza hace hablar al cuerpo, hace cambiar a las personas.
–Jaime, cuando usted hizo la juntada con Ramón Ayala, costaba un poco trazar similitudes entre las músicas que representan las regiones de cada uno. ¿Siente una mayor cercanía con Vitillo y su impronta, en este sentido “geográfico/musical”, o el hecho social supera las diferencias regionales?
J. T.: –Yo creo que lo artístico es de un sentido común total. Vos podés estar tocando con grupos de distintos lugares del mundo, y hay cosas que se juntan por sí mismas, naturalmente. En el caso puntual que menciona, sí, bueno, el hecho de que la cultura incaica haya llegado hasta Santiago con su lengua, el quechua, tiende una relación fuerte entre las músicas, o las culturas más norteñas. Igual, yo insisto con que la música es como el viento.... es más, uno de los más altos exponentes de la quena que yo escuché en los últimos ochenta años era santiagueño y se llamaba Facio Santillán. Fue un aporte muy importante, e incluso fue uno de los que participó en la grabación de “El cóndor pasa”, por Simon & Garfunkel… el sonido de la quena era maravilloso, y mostró a los europeos algo que no conocían: la flauta indígena. Volviendo a su pregunta, yo siempre escuché a los vecinos, siempre escuché chacareras. Incluso, conocí a los Gómez Carrillo, a don Carlos Vega, en fin, los escuchaba con gran atención cuando se ponían a hablar de estos ritmos. Y ellos para mí también están anotados en los primeros lugares.
MUSICA › HUGO VARELA PRESENTA SU ESPECTACULO LA GUITARRA INDOMABLE, DESDE HOY EN EL TEATRO ASTRAL
“Hoy el humor vuelve a ser necesario”
El humorista, músico y cantautor lleva 37 años de carrera, pero se plantea seguir trabajando para sorprender y renovar su repertorio. Y señala que en tiempos difíciles la gente necesita vivir momentos que le cambien el ánimo.
Hugo Varela tiene carisma. Los 37 años de carrera ininterrumpidos, los grandes clásicos como “La corbata rojo punzó”, “Mi vieja amiga Esther”, “Higiene de arrabal”, “El viejo y la vieja”, y los delirantes, pero ya emblemáticos instrumentos que van desde un plumero, una regadera, un ventilador de pie con cuerdas hasta una guitarra partida al medio y una flauta “capicúa” dan prueba de eso y configuran el particular estilo que lo caracteriza. El humorista, músico y cantautor cordobés regresa al teatro Astral (Corrientes 1639) para presentar, desde hoy a las 21 y hasta el domingo, su espectáculo La guitarra indomable. En estas cuatro funciones, además, repasará su extenso repertorio. “Preparamos canciones nuevas, algún que otro instrumento nuevo, e incluimos los clásicos de siempre porque si algo aprendí en estos años es que la gente los necesita, ya son todo un ritual”, explica Varela a Página/12.
–¿Por qué La guitarra indomable?
–Es un nombre simbólico porque la guitarra fue el instrumento que me acompañó desde chico. A los cuatro o cinco años mi viejo me regaló una y me enseñó un par de tonos y a partir de ahí empecé a tocar. Después fui creciendo y siguió estando presente: formé parte de un grupo de folklore, luego de una banda de rock donde toqué la eléctrica y así seguimos. Y fue como un escudo en mi vida, me permitió viajar, comer y hasta encontrar trabajo. Cuando el humor pasó a ser lo central se convirtió en el instrumento de apoyo, en la base de todo.
–A pesar de su vasta experiencia, con más de 15 espectáculos, ¿vive cada nuevo show como un desafío?
–Este es un espectáculo con el que venimos trabajando desde el año pasado y que giró por muchos lados, por lo que no tengo el plus del debut de un espectáculo virgen o los nervios que genera un estreno. De todos modos, siempre me interesa que funcione al máximo, que la gente se entusiasme, que le guste y participe.
–Su hijo Lucas tiene una participación especial. ¿Qué siente al compartir escenario con él?
–Hay algo medio ancestral en todo esto. Es como el tipo que tenía un almacén y soñaba con que el hijo continúe el legado, creo que hay algo de eso acá también (risas). Nos llevamos muy bien, Lucas es mi fuente de consulta permanente y hacemos un trabajo en conjunto que me gusta, me hace bien y lo disfruto.
Han pasado casi 40 años desde aquella primera presentación junto a un grupo de amigos en el café concert “El Grillo Afónico” de Villa Gesell. Una oportunidad que surgió de manera casi inesperada, pero que le sirvió para definirse y fue el puntapié que marcó el inicio de su larga carrera. “La pasión por el humor la tuve desde siempre; de niño ya hacía payasadas, me disfrazaba, cantaba, armaba títeres. Y en mi grupo de amigos no me destacaba por jugar bien al fútbol, sino por el humor y por hacerlos reír. Pero nunca fui realmente consciente de ello, nunca dije ‘Yo quiero ser humorista’, fue algo que se fue dando. Terminé la primaria, la secundaria, me recibí de maestro y hasta empecé Arquitectura en la Universidad de Córdoba, pero paralelamente a todo eso ‘serio’ siempre estaba haciendo cosas de música y el humor estaba presente. Me costó bastante ubicar las cosas en su lugar y decir ‘el humor es lo central, a lo que me quiero dedicar’. De hecho, fue algo que ocurrió tarde, tenía 30 años cuando me decidí y dejé de lado la arquitectura, estudios y demás”, recuerda entre risas.
–¿Cuál es la clave para mantenerse vigente luego de tantos años?
–No sé cómo explicarlo y, peor aún, no sé si existe una explicación. Podría tirarme a chanta y dar una serie de justificativos por los que creo que la gente me elige, pero no funciona de ese modo. Lo que sé es que con el tiempo las cosas fueron cambiando, el factor novedad que resultaba convocante en los 80 ya no está, lo cual es lógico. La gente ya me conoce, sabe lo que hago y quizás por eso me sigue. Si bien ahora esa necesidad de crear constantemente se detuvo o no es tan urgente, sigo teniendo mi taller donde trabajo y pienso cosas nuevas, porque un artista necesita reinventarse para distinguirse.
–La base de su humor son las situaciones comunes, cercanas al público. ¿Cree que allí reside la clave de su éxito?
–Eso es difícil de responder (se ríe). Si bien siempre partí de lo cotidiano, de vivencias propias o ajenas, de historias que escuché alguna vez o que me contaron, que incluso pueden ser el mismo motor del que parten aquellos que hacen canciones dramáticas, boleros, o del género que sea, la diferencia radica en que yo busco hacer reír. Las canciones tienen que tener el factor sorpresa, apoyarse en un final o bien en una narración y se exagera todo un poco más, se llevan las situaciones al límite. Para mí lo más importante es que la gente se reconozca en las letras, porque se trata de algo que les pasó o porque lo escucharon de algún amigo, vecino o familiar. Cuanto más cercana la sienta el público más fuerza cobra la historia. Por ejemplo, en “La corbata rojo punzó” hay un tipo que tiene un problema y lo resuelve con la corbata que había comprado. Un vez me crucé con un taxista que me contó una historia que me resultó sorprendente, pero que ejemplifica esto: él siempre llevaba una carta de su novia en el bolsillo de la camisa porque era una gran demostración de amor, pero un día, en un apuro intestinal tuvo que sacrificarla, al igual que en la canción (se ríe).
–¿Cómo es el proceso creativo?
–En general, primero pienso las letras. Empiezo con frases sueltas y de a poco les voy dando forma. Una vez que la letra está aceptada pienso qué puede ser, en qué se convertirá: un tango, una cumbia, un bolero, un reggae. Empiezo a definir la música, pero sin nada establecido de antemano. Hay temas que cambiaron de ritmo musical, empezaron siendo de determinada manera y en el camino la cosa viró y lo que, por ejemplo, empezó como una linda cumbia pasó a convertirse en un gran tango, porque consideré que de ese modo quedaba más gracioso o más sorprendente. Mi guía es el desorden, no hay un procedimiento lineal y riguroso en mi proceso creativo.
–¿Tiene límites dentro del humor? ¿Algunos temas que no trataría o que considera tabú?
–Comparto y adopto la opinión de Luis Landriscina quien una vez mencionó que hay tres temas: la religión, la política y el fútbol que apasionan a la gente y a la vez generan divisiones. Por lo general trato de no meterme con estas cuestiones, porque no busco dividir sino que el público se conecte entre sí. Porque si bien a mis espectáculos asiste un público muy variado, y haber recorrido el país me permitió ver y palpar esta heterogeneidad, te das cuenta de que en el fondo todos los públicos se parecen mucho. No importa si viven en Puerto Madero o en el pueblo más recóndito, pasados diez minutos de show todos hacen lo mismo: se paran, cantan, bailan. Es esa unión o igualdad lo que me interesa generar.
–¿Hay épocas para el humor? ¿En los momentos de crisis funciona mejor, algo así como una herramienta de escape?
–Sí, totalmente. Lo viví muy claro en 2001 y me atrevo a decir que ahora se repite algo similar. Por aquellos años había mucha incertidumbre y uno no sabía qué iba a pasar al día siguiente, y en ese contexto emprendí una gira no con muchas expectativas, casi resignado a un “vamos y que se haga lo que se haga”. Para mi sorpresa me fue realmente bien. La gente me esperaba a la salida para agradecerme por haberlos hecho reír, por el buen momento que habían pasado, como si fuera algo místico, una suerte de pastor Giménez (se ríe). Yo no entendía mucho porque en el fondo solo estaba haciendo mi trabajo, pero me daba cuenta de que había una necesidad de humor para paliar un poco ese miedo que se vivía. Ahora está pasando algo muy parecido y el humor vuelve a ser necesario. El que estén prácticamente agotadas las entradas para los shows de estos días no da con la lógica, no coincide con lo que está pasando en los teatros, con el momento que atraviesa el movimiento artístico ni con el aplastamiento cultural que se vive. Hay una parte de mí que se pone muy contenta por todo esto que sucede con el público, pero me preocupa mucho la situación porque tengo amigos músicos, actores, cómicos que no la están pasando bien. Hacen funciones a la gorra, se mueven, la siguen peleando con la esperanza de que en algún momento esta situación se revierta. Pero está muy complicado.
–Luego de estos shows, ¿cómo continúa su carrera?
–Si bien no es una época de esplendor como en otros años, cuando debíamos acomodar con un tire y afloje las fechas para poder cumplir con todos, tenemos unas presentaciones para noviembre y diciembre. Y en el verano vuelvo a Mar del Plata.
CINE › COMIENZA LA DECIMA EDICION DE LA MUESTRA DE DOCUMENTALISTAS DE ARGENTINA
El humorista, músico y cantautor lleva 37 años de carrera, pero se plantea seguir trabajando para sorprender y renovar su repertorio. Y señala que en tiempos difíciles la gente necesita vivir momentos que le cambien el ánimo.
Hugo Varela tiene carisma. Los 37 años de carrera ininterrumpidos, los grandes clásicos como “La corbata rojo punzó”, “Mi vieja amiga Esther”, “Higiene de arrabal”, “El viejo y la vieja”, y los delirantes, pero ya emblemáticos instrumentos que van desde un plumero, una regadera, un ventilador de pie con cuerdas hasta una guitarra partida al medio y una flauta “capicúa” dan prueba de eso y configuran el particular estilo que lo caracteriza. El humorista, músico y cantautor cordobés regresa al teatro Astral (Corrientes 1639) para presentar, desde hoy a las 21 y hasta el domingo, su espectáculo La guitarra indomable. En estas cuatro funciones, además, repasará su extenso repertorio. “Preparamos canciones nuevas, algún que otro instrumento nuevo, e incluimos los clásicos de siempre porque si algo aprendí en estos años es que la gente los necesita, ya son todo un ritual”, explica Varela a Página/12.
–¿Por qué La guitarra indomable?
–Es un nombre simbólico porque la guitarra fue el instrumento que me acompañó desde chico. A los cuatro o cinco años mi viejo me regaló una y me enseñó un par de tonos y a partir de ahí empecé a tocar. Después fui creciendo y siguió estando presente: formé parte de un grupo de folklore, luego de una banda de rock donde toqué la eléctrica y así seguimos. Y fue como un escudo en mi vida, me permitió viajar, comer y hasta encontrar trabajo. Cuando el humor pasó a ser lo central se convirtió en el instrumento de apoyo, en la base de todo.
–A pesar de su vasta experiencia, con más de 15 espectáculos, ¿vive cada nuevo show como un desafío?
–Este es un espectáculo con el que venimos trabajando desde el año pasado y que giró por muchos lados, por lo que no tengo el plus del debut de un espectáculo virgen o los nervios que genera un estreno. De todos modos, siempre me interesa que funcione al máximo, que la gente se entusiasme, que le guste y participe.
–Su hijo Lucas tiene una participación especial. ¿Qué siente al compartir escenario con él?
–Hay algo medio ancestral en todo esto. Es como el tipo que tenía un almacén y soñaba con que el hijo continúe el legado, creo que hay algo de eso acá también (risas). Nos llevamos muy bien, Lucas es mi fuente de consulta permanente y hacemos un trabajo en conjunto que me gusta, me hace bien y lo disfruto.
Han pasado casi 40 años desde aquella primera presentación junto a un grupo de amigos en el café concert “El Grillo Afónico” de Villa Gesell. Una oportunidad que surgió de manera casi inesperada, pero que le sirvió para definirse y fue el puntapié que marcó el inicio de su larga carrera. “La pasión por el humor la tuve desde siempre; de niño ya hacía payasadas, me disfrazaba, cantaba, armaba títeres. Y en mi grupo de amigos no me destacaba por jugar bien al fútbol, sino por el humor y por hacerlos reír. Pero nunca fui realmente consciente de ello, nunca dije ‘Yo quiero ser humorista’, fue algo que se fue dando. Terminé la primaria, la secundaria, me recibí de maestro y hasta empecé Arquitectura en la Universidad de Córdoba, pero paralelamente a todo eso ‘serio’ siempre estaba haciendo cosas de música y el humor estaba presente. Me costó bastante ubicar las cosas en su lugar y decir ‘el humor es lo central, a lo que me quiero dedicar’. De hecho, fue algo que ocurrió tarde, tenía 30 años cuando me decidí y dejé de lado la arquitectura, estudios y demás”, recuerda entre risas.
–¿Cuál es la clave para mantenerse vigente luego de tantos años?
–No sé cómo explicarlo y, peor aún, no sé si existe una explicación. Podría tirarme a chanta y dar una serie de justificativos por los que creo que la gente me elige, pero no funciona de ese modo. Lo que sé es que con el tiempo las cosas fueron cambiando, el factor novedad que resultaba convocante en los 80 ya no está, lo cual es lógico. La gente ya me conoce, sabe lo que hago y quizás por eso me sigue. Si bien ahora esa necesidad de crear constantemente se detuvo o no es tan urgente, sigo teniendo mi taller donde trabajo y pienso cosas nuevas, porque un artista necesita reinventarse para distinguirse.
–La base de su humor son las situaciones comunes, cercanas al público. ¿Cree que allí reside la clave de su éxito?
–Eso es difícil de responder (se ríe). Si bien siempre partí de lo cotidiano, de vivencias propias o ajenas, de historias que escuché alguna vez o que me contaron, que incluso pueden ser el mismo motor del que parten aquellos que hacen canciones dramáticas, boleros, o del género que sea, la diferencia radica en que yo busco hacer reír. Las canciones tienen que tener el factor sorpresa, apoyarse en un final o bien en una narración y se exagera todo un poco más, se llevan las situaciones al límite. Para mí lo más importante es que la gente se reconozca en las letras, porque se trata de algo que les pasó o porque lo escucharon de algún amigo, vecino o familiar. Cuanto más cercana la sienta el público más fuerza cobra la historia. Por ejemplo, en “La corbata rojo punzó” hay un tipo que tiene un problema y lo resuelve con la corbata que había comprado. Un vez me crucé con un taxista que me contó una historia que me resultó sorprendente, pero que ejemplifica esto: él siempre llevaba una carta de su novia en el bolsillo de la camisa porque era una gran demostración de amor, pero un día, en un apuro intestinal tuvo que sacrificarla, al igual que en la canción (se ríe).
–¿Cómo es el proceso creativo?
–En general, primero pienso las letras. Empiezo con frases sueltas y de a poco les voy dando forma. Una vez que la letra está aceptada pienso qué puede ser, en qué se convertirá: un tango, una cumbia, un bolero, un reggae. Empiezo a definir la música, pero sin nada establecido de antemano. Hay temas que cambiaron de ritmo musical, empezaron siendo de determinada manera y en el camino la cosa viró y lo que, por ejemplo, empezó como una linda cumbia pasó a convertirse en un gran tango, porque consideré que de ese modo quedaba más gracioso o más sorprendente. Mi guía es el desorden, no hay un procedimiento lineal y riguroso en mi proceso creativo.
–¿Tiene límites dentro del humor? ¿Algunos temas que no trataría o que considera tabú?
–Comparto y adopto la opinión de Luis Landriscina quien una vez mencionó que hay tres temas: la religión, la política y el fútbol que apasionan a la gente y a la vez generan divisiones. Por lo general trato de no meterme con estas cuestiones, porque no busco dividir sino que el público se conecte entre sí. Porque si bien a mis espectáculos asiste un público muy variado, y haber recorrido el país me permitió ver y palpar esta heterogeneidad, te das cuenta de que en el fondo todos los públicos se parecen mucho. No importa si viven en Puerto Madero o en el pueblo más recóndito, pasados diez minutos de show todos hacen lo mismo: se paran, cantan, bailan. Es esa unión o igualdad lo que me interesa generar.
–¿Hay épocas para el humor? ¿En los momentos de crisis funciona mejor, algo así como una herramienta de escape?
–Sí, totalmente. Lo viví muy claro en 2001 y me atrevo a decir que ahora se repite algo similar. Por aquellos años había mucha incertidumbre y uno no sabía qué iba a pasar al día siguiente, y en ese contexto emprendí una gira no con muchas expectativas, casi resignado a un “vamos y que se haga lo que se haga”. Para mi sorpresa me fue realmente bien. La gente me esperaba a la salida para agradecerme por haberlos hecho reír, por el buen momento que habían pasado, como si fuera algo místico, una suerte de pastor Giménez (se ríe). Yo no entendía mucho porque en el fondo solo estaba haciendo mi trabajo, pero me daba cuenta de que había una necesidad de humor para paliar un poco ese miedo que se vivía. Ahora está pasando algo muy parecido y el humor vuelve a ser necesario. El que estén prácticamente agotadas las entradas para los shows de estos días no da con la lógica, no coincide con lo que está pasando en los teatros, con el momento que atraviesa el movimiento artístico ni con el aplastamiento cultural que se vive. Hay una parte de mí que se pone muy contenta por todo esto que sucede con el público, pero me preocupa mucho la situación porque tengo amigos músicos, actores, cómicos que no la están pasando bien. Hacen funciones a la gorra, se mueven, la siguen peleando con la esperanza de que en algún momento esta situación se revierta. Pero está muy complicado.
–Luego de estos shows, ¿cómo continúa su carrera?
–Si bien no es una época de esplendor como en otros años, cuando debíamos acomodar con un tire y afloje las fechas para poder cumplir con todos, tenemos unas presentaciones para noviembre y diciembre. Y en el verano vuelvo a Mar del Plata.
CINE › COMIENZA LA DECIMA EDICION DE LA MUESTRA DE DOCUMENTALISTAS DE ARGENTINA
En el momento de levantar las voces
Desde hoy y hasta el miércoles próximo en el Gaumont, el encuentro no solo exhibirá preestrenos de todo el país: los directores del DOCA se proponen llamar la atención sobre la avanzada neoliberal y su situación frente al Incaa.
No salieron de un repollo. Los documentalistas reunidos en DOCA se sienten parte “de una genealogía” que enlazan con cineastas militantes como Fernando Birri, Raymundo Gleyzer, Juan Sapire, Jorge Sanjines o Gerardo Vallejo, entre otros. Y lo demostrarán a partir de hoy y hasta el próximo miércoles en la décima muestra de la organización, que coincide también con la primera década de existencia del colectivo. Las funciones serán en el cine Gaumont Incaa Km 0 (Av. Rivadavia 1635) y tendrán una réplica a menor escala hacia fin de mes en Tigre (del 24 al 27 la Casa de las Culturas de ese partido bonaerense).
Si el lema de la primera muestra era “Una idea, una cámara”, el actual declara “Nuestro cine es un acto político”. Una forma de plantar bandera y resistir el embate neoliberal no sólo en la Argentina, sino también en el resto del continente. “Entendemos que en la región hay un resurgimiento de las políticas represivas en lo social y neoliberales en lo económico que son muy similares a las establecidas hace 40 años por las dictaduras en toda América latina”, señala a Página/12 Ximena González, vicepresidenta de Documentalistas de Argentina. “Si nos organizamos hace diez años fue a partir de entendernos a los documentalistas como sujetos políticos, y a partir de eso entender que teníamos derechos ganados sobre la producción y la exhibición de cine en nuestro país”, explica. Desde DOCA señalan que la mitad de la producción cinematográfica nacional corresponde a documentales.
Por eso, en la muestra de este año habrá preestrenos de cintas filmadas lejos de la urbe porteña: Santiago del Estero, Tucumán y Misiones también aparecen retratadas en los documentales de esta edición. En esa misma línea se encuadra uno de los debates que se darán la Muestra. El sábado invitaron a las secciones regionales de DOCA y a otras asociaciones de documentalistas para debatir la situación del rubro y reclamar atención por parte del Incaa. “Es necesaria la unidad del sector en este contexto donde frente a un nuevo plan de fomento del cine, del que no se conocen detalles, del que sólo se anunciaron lineamientos generales, donde todas las asociaciones de documentalistas presentaron proyectos y no fueron recibidos”, plantea González. El objetivo es que desde el Instituto abran las puertas para retomar el diálogo que desde DOCA aseguran cortado desde mayo, “a pesar de los reiterados pedidos”. El argumento desde DOCA y otros espacios de documentalistas es que “si los documentales somos el 50 por ciento del cine nacional, tenemos legitimidad para hablar de las condiciones en las cuales podemos producir y exhibir el cine”. La otra actividad especial de este año será la presentación del libro Un cine hacia el socialismo, del Grupo Revbelando Imágenes, un compilado de artículos que pasa revista a la producción del Grupo Cine de la Base, un colectivo de cineastas militantes vinculados al PRT–ERP durante la década del setenta.
La doble vuelta histórica –la vinculación con el pasado documentalista argentino y con las páginas oscuras de la política latinoamericana– explica también el foco puesto en la producción del resto del continente. Habrá películas de Ecuador (Alfaro Vive Carajo), Venezuela (Juntera), Brasil (Vozerío), Uruguay (Chau pelado) y Chile (Memorandum, un cortometraje). “Nos pensamos a diez años de nuestra primera muestra, pero también proponemos pensar esto a 40 años del Plan Cóndor y de un resurgimiento de esas políticas en la región, por eso no quisimos limitarnos a exhibir nuestras películas sino inscribir nuestra producción en un marco latinoamericano, con otras realidades con sus particularidades locales, pero que no están aisladas del contexto”, analiza la vicepresidenta del conjunto.
La muestra de este año tiene una única película por fuera del continente: Merci Patron! (¡Gracias patrón!), de Francois Ruffin. “Es un inusitado éxito en Francia”, cuenta González. “Tiene un tratamiento muy simpático e innovador para contar las luchas obreras”, destaca.
En cuanto a las películas argentinas, habrá algunos reestrenos y varios preestrenos. Por las pantallas del Gaumont circularán la versión extendida de Inacayal (de Myriam Angueira, sobre el cacique que resistió la Conquista del Desierto y terminó en el Museo de Ciencias Naturales), Carne propia (de Alberto Romero, sobre la producción agropecuaria, con la participación de Arnaldo André como “voz” del toro que oficia de conductor), Pegar la vuelta (de Nacho Garassino, sobre la cantante de blues María Luz Carballo), Sala Alberdi (de Micaela Tisminetzky, sobre la toma en el Centro Cultural General San Martín), Pañuelos para la historia (de Alejandro Haddad y Nicolás Valentini, sobre el encuentro entre la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y las Madres de la Paz, de la Turquía kurda), Cuba santa (de Alejandra Guzzo, sobre la yoruba, o “santería” cubana), Escuelavida (de Silvina Estévez, sobre un método de enseñanza alternativo en una escuela secundaria), la serie Todavía sangra (sobre la represión en los ingenios tucumanos), Ni un pibe menos (de Antonio Manco, sobre la experiencia comunitaria en Zavaleta tras el asesinato de Kevin Molina), Birrilata: una vuelta en tren (de Lorena Yenni, con un diálogo montado entre George Mélies y Fernando Birri), KM 674: voltear a Obregón (de Jorge Osvaldo Fenoglio, sobre la masacre a cinco cooperativistas en 1974), La noche que quedó grabada (de Mascaró Cine y Jorge Senno, sobre un recital de Jorge Senno), Soy tambor (de Mónica Simoncini, Cecilia Ruiz y Santiago Masip, sobre la comunidad afro en Argentina), El crazy Che (de Nicolás Iacouzzi y Pablo Chehebar, sobre un doble agente de la CIA y la inteligencia cubana), El futuro llegó (del Grupo de Cine Insurgente, sobre la historia de la ciudad Ingeniero White), y Murales: el principio de las cosas (de Francisco Matiozzi Molinas, sobre un grupo de ex presos políticos que pinta murales). Además, antes de cada película se proyectarán documentales, muchos de ellos aportados por alumnos de la Academia de Cine Leonardo Favio y otros por el Departamento de Cine de la Universidad Nacional de Córdoba.
Para González, se trata de “una programación que pone en relación desde diferentes temáticas y tratamientos muy diversos, todo un panorama del documental nacional y latinoamericano”.
Centro Cultural San Martín
Desde hoy y hasta el miércoles próximo en el Gaumont, el encuentro no solo exhibirá preestrenos de todo el país: los directores del DOCA se proponen llamar la atención sobre la avanzada neoliberal y su situación frente al Incaa.
No salieron de un repollo. Los documentalistas reunidos en DOCA se sienten parte “de una genealogía” que enlazan con cineastas militantes como Fernando Birri, Raymundo Gleyzer, Juan Sapire, Jorge Sanjines o Gerardo Vallejo, entre otros. Y lo demostrarán a partir de hoy y hasta el próximo miércoles en la décima muestra de la organización, que coincide también con la primera década de existencia del colectivo. Las funciones serán en el cine Gaumont Incaa Km 0 (Av. Rivadavia 1635) y tendrán una réplica a menor escala hacia fin de mes en Tigre (del 24 al 27 la Casa de las Culturas de ese partido bonaerense).
Si el lema de la primera muestra era “Una idea, una cámara”, el actual declara “Nuestro cine es un acto político”. Una forma de plantar bandera y resistir el embate neoliberal no sólo en la Argentina, sino también en el resto del continente. “Entendemos que en la región hay un resurgimiento de las políticas represivas en lo social y neoliberales en lo económico que son muy similares a las establecidas hace 40 años por las dictaduras en toda América latina”, señala a Página/12 Ximena González, vicepresidenta de Documentalistas de Argentina. “Si nos organizamos hace diez años fue a partir de entendernos a los documentalistas como sujetos políticos, y a partir de eso entender que teníamos derechos ganados sobre la producción y la exhibición de cine en nuestro país”, explica. Desde DOCA señalan que la mitad de la producción cinematográfica nacional corresponde a documentales.
Por eso, en la muestra de este año habrá preestrenos de cintas filmadas lejos de la urbe porteña: Santiago del Estero, Tucumán y Misiones también aparecen retratadas en los documentales de esta edición. En esa misma línea se encuadra uno de los debates que se darán la Muestra. El sábado invitaron a las secciones regionales de DOCA y a otras asociaciones de documentalistas para debatir la situación del rubro y reclamar atención por parte del Incaa. “Es necesaria la unidad del sector en este contexto donde frente a un nuevo plan de fomento del cine, del que no se conocen detalles, del que sólo se anunciaron lineamientos generales, donde todas las asociaciones de documentalistas presentaron proyectos y no fueron recibidos”, plantea González. El objetivo es que desde el Instituto abran las puertas para retomar el diálogo que desde DOCA aseguran cortado desde mayo, “a pesar de los reiterados pedidos”. El argumento desde DOCA y otros espacios de documentalistas es que “si los documentales somos el 50 por ciento del cine nacional, tenemos legitimidad para hablar de las condiciones en las cuales podemos producir y exhibir el cine”. La otra actividad especial de este año será la presentación del libro Un cine hacia el socialismo, del Grupo Revbelando Imágenes, un compilado de artículos que pasa revista a la producción del Grupo Cine de la Base, un colectivo de cineastas militantes vinculados al PRT–ERP durante la década del setenta.
La doble vuelta histórica –la vinculación con el pasado documentalista argentino y con las páginas oscuras de la política latinoamericana– explica también el foco puesto en la producción del resto del continente. Habrá películas de Ecuador (Alfaro Vive Carajo), Venezuela (Juntera), Brasil (Vozerío), Uruguay (Chau pelado) y Chile (Memorandum, un cortometraje). “Nos pensamos a diez años de nuestra primera muestra, pero también proponemos pensar esto a 40 años del Plan Cóndor y de un resurgimiento de esas políticas en la región, por eso no quisimos limitarnos a exhibir nuestras películas sino inscribir nuestra producción en un marco latinoamericano, con otras realidades con sus particularidades locales, pero que no están aisladas del contexto”, analiza la vicepresidenta del conjunto.
La muestra de este año tiene una única película por fuera del continente: Merci Patron! (¡Gracias patrón!), de Francois Ruffin. “Es un inusitado éxito en Francia”, cuenta González. “Tiene un tratamiento muy simpático e innovador para contar las luchas obreras”, destaca.
En cuanto a las películas argentinas, habrá algunos reestrenos y varios preestrenos. Por las pantallas del Gaumont circularán la versión extendida de Inacayal (de Myriam Angueira, sobre el cacique que resistió la Conquista del Desierto y terminó en el Museo de Ciencias Naturales), Carne propia (de Alberto Romero, sobre la producción agropecuaria, con la participación de Arnaldo André como “voz” del toro que oficia de conductor), Pegar la vuelta (de Nacho Garassino, sobre la cantante de blues María Luz Carballo), Sala Alberdi (de Micaela Tisminetzky, sobre la toma en el Centro Cultural General San Martín), Pañuelos para la historia (de Alejandro Haddad y Nicolás Valentini, sobre el encuentro entre la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y las Madres de la Paz, de la Turquía kurda), Cuba santa (de Alejandra Guzzo, sobre la yoruba, o “santería” cubana), Escuelavida (de Silvina Estévez, sobre un método de enseñanza alternativo en una escuela secundaria), la serie Todavía sangra (sobre la represión en los ingenios tucumanos), Ni un pibe menos (de Antonio Manco, sobre la experiencia comunitaria en Zavaleta tras el asesinato de Kevin Molina), Birrilata: una vuelta en tren (de Lorena Yenni, con un diálogo montado entre George Mélies y Fernando Birri), KM 674: voltear a Obregón (de Jorge Osvaldo Fenoglio, sobre la masacre a cinco cooperativistas en 1974), La noche que quedó grabada (de Mascaró Cine y Jorge Senno, sobre un recital de Jorge Senno), Soy tambor (de Mónica Simoncini, Cecilia Ruiz y Santiago Masip, sobre la comunidad afro en Argentina), El crazy Che (de Nicolás Iacouzzi y Pablo Chehebar, sobre un doble agente de la CIA y la inteligencia cubana), El futuro llegó (del Grupo de Cine Insurgente, sobre la historia de la ciudad Ingeniero White), y Murales: el principio de las cosas (de Francisco Matiozzi Molinas, sobre un grupo de ex presos políticos que pinta murales). Además, antes de cada película se proyectarán documentales, muchos de ellos aportados por alumnos de la Academia de Cine Leonardo Favio y otros por el Departamento de Cine de la Universidad Nacional de Córdoba.
Para González, se trata de “una programación que pone en relación desde diferentes temáticas y tratamientos muy diversos, todo un panorama del documental nacional y latinoamericano”.
Centro Cultural San Martín
Se viene "VR NBIGHT", la noche de la realidad virtual
Una propuesta muy esperada para la industria y los entusiastas de la realidad virtual.
Faltan pocos días para disfrutar del único evento argentino ideado para quienes quieran incursionar en el flamante mundo de la realidad virtual.
Se trata de la 5a Edición de la VR NIGHT, la noche más esperada en el mundo techie que se llevará a cabo el 12 de noviembre en el Centro Cultural San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
VR Night es el único evento en Argentina en el que confluyen los desarrolladores y productores audiovisuales vinculados al mundo de la Realidad Virtual. También es la oportunidad para que el público pueda acercarse e incursionar en las distintas tecnologías que hay en el mercado.
En esta edición, más de 30 desarrolladores expondrán sus proyectos desarrollados durante el 2016 y se darán 10 charlas y paneles de la mano de diferentes referentes. Entre ellos, estarán Martín González y Eduardo Magnetto, gerente general y gerente tecnológico, respectivamente, de DELTA3, sponsor oficial del evento, quienes hablarán de las nuevas interfaces y aplicaciones de la realidad virtual. Además, se podrán intercambiar experiencias e ideas en un espacio común de networking.
“La VR NIGHT es el evento más importante del año para la industria de realidad virtual, aumentada y mixta. Allí confluiremos los más importantes actores de la escena local para exhibir nuestros desarrollos tecnológicos, compartir con el público y nuestros colegas lo que venimos haciendo y generar un espacio de networking entre los diferentes actores de la cadena de valor de la industria. Para DELTA3 es un gran orgullo ser el main sponsor de la VR NIGHT, y demuestra nuestro compromiso con la tecnología y la importancia que tiene para nuestro crecimiento presente y futuro”, afirmó Martín González.
En el Centro Cultural San Martín, se destinarán tres salas especialmente ambientadas, una zona de exposición para los oradores y un espacio de relax con cabinas y simuladores de Realidad Virtual.
Su ingreso es gratuito con entrada previa y la inscripción debe realizarse únicamente a través de este link.
Una propuesta muy esperada para la industria y los entusiastas de la realidad virtual.
Faltan pocos días para disfrutar del único evento argentino ideado para quienes quieran incursionar en el flamante mundo de la realidad virtual.
Se trata de la 5a Edición de la VR NIGHT, la noche más esperada en el mundo techie que se llevará a cabo el 12 de noviembre en el Centro Cultural San Martín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
VR Night es el único evento en Argentina en el que confluyen los desarrolladores y productores audiovisuales vinculados al mundo de la Realidad Virtual. También es la oportunidad para que el público pueda acercarse e incursionar en las distintas tecnologías que hay en el mercado.
En esta edición, más de 30 desarrolladores expondrán sus proyectos desarrollados durante el 2016 y se darán 10 charlas y paneles de la mano de diferentes referentes. Entre ellos, estarán Martín González y Eduardo Magnetto, gerente general y gerente tecnológico, respectivamente, de DELTA3, sponsor oficial del evento, quienes hablarán de las nuevas interfaces y aplicaciones de la realidad virtual. Además, se podrán intercambiar experiencias e ideas en un espacio común de networking.
“La VR NIGHT es el evento más importante del año para la industria de realidad virtual, aumentada y mixta. Allí confluiremos los más importantes actores de la escena local para exhibir nuestros desarrollos tecnológicos, compartir con el público y nuestros colegas lo que venimos haciendo y generar un espacio de networking entre los diferentes actores de la cadena de valor de la industria. Para DELTA3 es un gran orgullo ser el main sponsor de la VR NIGHT, y demuestra nuestro compromiso con la tecnología y la importancia que tiene para nuestro crecimiento presente y futuro”, afirmó Martín González.
En el Centro Cultural San Martín, se destinarán tres salas especialmente ambientadas, una zona de exposición para los oradores y un espacio de relax con cabinas y simuladores de Realidad Virtual.
Su ingreso es gratuito con entrada previa y la inscripción debe realizarse únicamente a través de este link.
Música: los shows imperdibles de noviembre
Mes de tributos, el regreso de Kraftwerk y el arribo del trío de Belew y Love of Lesbian
SEGUIR
Mauro Apicella
LA NACION
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016 • 00:04
7
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Mauro Apicella
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016 • 00:04
7
Kraftwerk
Tomen nota: miércoles 23, 21 horas, cero minutos. La aplanadora de la música electrónica regresa a la Argentina con un concierto que dará en el Luna Park, Corrientes 99. Este baluarte del pop electrónico nacido en 1970 vuelve con sus hits y algunas novedades. Todo eso incluido en lo que el más famoso cuarteto de Düsseldorf ha dado en titular 3D Concert.
Tomen nota: miércoles 23, 21 horas, cero minutos. La aplanadora de la música electrónica regresa a la Argentina con un concierto que dará en el Luna Park, Corrientes 99. Este baluarte del pop electrónico nacido en 1970 vuelve con sus hits y algunas novedades. Todo eso incluido en lo que el más famoso cuarteto de Düsseldorf ha dado en titular 3D Concert.
Love of Lesbian
Una banda española para tener en cuenta. Aunque por aquí son apenas conocidos por una selecta tribu de seguidores, el grupo catalán que comanda el cantante Santi Balmes tiene muchos escenarios pisados, varios discos editados y una historia que en 2017 cumplirá 20 años. El material discográfico que mejor los representa y que eligieron para conectarse con el público porteño se llama Poeta Halley. El 17 de este mes se presentará en Niceto Club, Niceto Vega 5510.
Una banda española para tener en cuenta. Aunque por aquí son apenas conocidos por una selecta tribu de seguidores, el grupo catalán que comanda el cantante Santi Balmes tiene muchos escenarios pisados, varios discos editados y una historia que en 2017 cumplirá 20 años. El material discográfico que mejor los representa y que eligieron para conectarse con el público porteño se llama Poeta Halley. El 17 de este mes se presentará en Niceto Club, Niceto Vega 5510.
Mes de tributos
Para los que aman el revival (el resto puede abstenerse) noviembre es el mes de los tributos y las bandas clones. Especialmente el escenario del teatro Gran Rex, Corrientes 857, será sede de unos cuantos. El 9, Sergio Cortés le rinde homenaje a Michael Jackson. Dos días después será el turno de Sobredosis de Soda, que hará el repertorio de Gustavo Cerati y Cía. El 18 tocará The Beats, una de las mejores bandas cover de The Beatles del mundo. Y el 24 y 25 estará sobre ese escenario Dios Salve a La Reina, el tributo a Queen. A no muchas cuadras de allí, en el Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1255, sonará Música para volar. Esta banda -está integrada por José Matteucci, en batería y voz, Alexis Thompson, en guitarra, Julieta Sciasci, en bajo, y Bruno Moreno en teclados-- seleccionó una lista de temas de Soda y de la carrera solista de Cerati para recrear en versiones sinfónicas.
Para los que aman el revival (el resto puede abstenerse) noviembre es el mes de los tributos y las bandas clones. Especialmente el escenario del teatro Gran Rex, Corrientes 857, será sede de unos cuantos. El 9, Sergio Cortés le rinde homenaje a Michael Jackson. Dos días después será el turno de Sobredosis de Soda, que hará el repertorio de Gustavo Cerati y Cía. El 18 tocará The Beats, una de las mejores bandas cover de The Beatles del mundo. Y el 24 y 25 estará sobre ese escenario Dios Salve a La Reina, el tributo a Queen. A no muchas cuadras de allí, en el Teatro Coliseo, Marcelo T. de Alvear 1255, sonará Música para volar. Esta banda -está integrada por José Matteucci, en batería y voz, Alexis Thompson, en guitarra, Julieta Sciasci, en bajo, y Bruno Moreno en teclados-- seleccionó una lista de temas de Soda y de la carrera solista de Cerati para recrear en versiones sinfónicas.
Adrian Belew
Músico considerado de culto, tanto por su paso por bandas de la talla de King Crimson como por el desarrollo que ha tenido su carrera solista, Belew vuelve a nuestro país en plan solista, al frente de su poderoso trío, que actualmente integran la bajista Julie Slick y el baterista Tobias Ralph. El 21/11, en el Teatro Opera, Corrientes 860.
Músico considerado de culto, tanto por su paso por bandas de la talla de King Crimson como por el desarrollo que ha tenido su carrera solista, Belew vuelve a nuestro país en plan solista, al frente de su poderoso trío, que actualmente integran la bajista Julie Slick y el baterista Tobias Ralph. El 21/11, en el Teatro Opera, Corrientes 860.
Gyula Kosice: homenaje a un vanguardista desde el arte y el cine
Una muestra de sus obras menos exhibidas en el Bellas Artes, un documental sobre su figura y la bienal que lleva su nombre mantienen vivo el legado y la proyección al futuro del creador húngaro, fundador del movimiento Madí, fallecido en mayo último
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Natalia Blanc
LA NACION
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
0
A cinco meses de la muerte de Gyula Kosice, tres exhibiciones rinden homenaje al fundador del movimiento Madí: una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes curada por Rodrigo Alonso, una bienal en el Cultural San Martín y un ciclo de proyecciones del documental Kosice hidroespacial acompañado por charlas de críticos, artistas y curadores. Un triple tributo a través del cine, de piezas de arte electrónico inspiradas en su obra y de veinte obras del propio Kosice, fallecido en mayo último, que muestran distintas etapas de su producción.
En la cuarta edición de la Bienal Kosice, que se desarrollará entre pasado mañana y el sábado 12 en el marco del ciclo Noviembre Electrónico del Cultural San Martín, se exhibirán las obras ganadoras del concurso impulsado por el artista húngaro, pionero en el cruce entre arte, ciencia y tecnología.
Con un texto de Kosice de 1944 como punto de partida, "La obra abierta y los nuevos mitos del arte", los concursantes presentaron proyectos construidos alrededor del bioarte, la realidad virtual, los videojuegos y la robótica, entre otros lenguajes. Los tres primeros puestos fueron otorgados a Capital Escarlata, de Diego Alberti, una maqueta electrónica controlada por computadora; Génesis, de Ana Laura Cantera, Daniel Álvarez Olmedo y Leonardo Emanuel Maddio, una instalación robótica interactiva, y Pulsar, de Diego Ceballo Lista, una escultura cinética.
Mañana, a las 18, en un acto de homenaje que contará con la participación de la familia del maestro del arte cinético, se entregarán los premios a los ganadores. El concurso tuvo como jurados a Graciela Taquini, Diego Pimentel (director del CCSM), Adriana Casas Mandujano (directora del Centro Multimedia Cenart, de México) y Tomás Oulton (de la productora Objeto a).
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Natalia Blanc
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
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A cinco meses de la muerte de Gyula Kosice, tres exhibiciones rinden homenaje al fundador del movimiento Madí: una muestra en el Museo Nacional de Bellas Artes curada por Rodrigo Alonso, una bienal en el Cultural San Martín y un ciclo de proyecciones del documental Kosice hidroespacial acompañado por charlas de críticos, artistas y curadores. Un triple tributo a través del cine, de piezas de arte electrónico inspiradas en su obra y de veinte obras del propio Kosice, fallecido en mayo último, que muestran distintas etapas de su producción.
En la cuarta edición de la Bienal Kosice, que se desarrollará entre pasado mañana y el sábado 12 en el marco del ciclo Noviembre Electrónico del Cultural San Martín, se exhibirán las obras ganadoras del concurso impulsado por el artista húngaro, pionero en el cruce entre arte, ciencia y tecnología.
Con un texto de Kosice de 1944 como punto de partida, "La obra abierta y los nuevos mitos del arte", los concursantes presentaron proyectos construidos alrededor del bioarte, la realidad virtual, los videojuegos y la robótica, entre otros lenguajes. Los tres primeros puestos fueron otorgados a Capital Escarlata, de Diego Alberti, una maqueta electrónica controlada por computadora; Génesis, de Ana Laura Cantera, Daniel Álvarez Olmedo y Leonardo Emanuel Maddio, una instalación robótica interactiva, y Pulsar, de Diego Ceballo Lista, una escultura cinética.
Mañana, a las 18, en un acto de homenaje que contará con la participación de la familia del maestro del arte cinético, se entregarán los premios a los ganadores. El concurso tuvo como jurados a Graciela Taquini, Diego Pimentel (director del CCSM), Adriana Casas Mandujano (directora del Centro Multimedia Cenart, de México) y Tomás Oulton (de la productora Objeto a).
Permanencia en el tiempo
En su autobiografía, editada en 2010 por Asunto Impreso, Kosice definió así la bienal que lleva su nombre: "La considero no sólo un homenaje, sino una suerte de permanencia en el tiempo a través de la nueva generación de artistas que, sin duda, han de superarme". La primera edición se realizó en diciembre de 2010, con la exhibición de nueve obras en la galería Objeto a de Palermo. La segunda, con sede en el Planetario, fue visitada por seis mil personas. La tercera, en el Centro Cultural Borges, se abrió a los artistas de América latina y recibió diez proyectos de la región.
También a partir de mañana y hasta fines de noviembre, en el cine del Cultural San Martín, se proyectará el documental Kosice hidroespacial, dirigido por Gabriel Saie. De las 16 funciones programadas (de jueves a domingos, a las 20), las de viernes y sábados incluirán bonus track: charlas del director con especialistas como el crítico Pablo Suárez y el curador Rodrigo Alonso. Para el estreno fue invitado el nieto de Kosice, Max Pérez Fallik, a cargo del museo-taller del artista.
Rodrigo Alonso, gran amigo y conocedor de la trayectoria de Kosice, estuvo a cargo de la curaduría de la retrospectiva Gyula Kosice 1924-2016. Abierta hasta el 23 de diciembre en el Museo Nacional de Bellas Artes, la muestra reúne veinte obras de diversas épocas del artista: de las primeras del grupo Arte Madí a las esculturas lumínicas y las maquetas de la célebre instalación Ciudad Hidroespacial, además de piezas que pertenecen al acervo del museo y que no suelen exhibirse al público.
Veinticinco años después de la última muestra de Kosice en el Bellas Artes, la institución convocó a Alonso para curar esta exposición que no figuraba en la programación de la temporada. La muerte del artista, el 25 de mayo pasado, a los 92 años, apuró la decisión de rendirle homenaje reuniendo en una misma sala obras de la colección personal, de museos públicos como el Sívori y el Castagnino de Rosario y del Bellas Artes. El sábado, durante la Noche de los Museos, alrededor de quince mil personas recorrieron el museo y pudieron apreciar el legado de Kosice.
En su autobiografía, editada en 2010 por Asunto Impreso, Kosice definió así la bienal que lleva su nombre: "La considero no sólo un homenaje, sino una suerte de permanencia en el tiempo a través de la nueva generación de artistas que, sin duda, han de superarme". La primera edición se realizó en diciembre de 2010, con la exhibición de nueve obras en la galería Objeto a de Palermo. La segunda, con sede en el Planetario, fue visitada por seis mil personas. La tercera, en el Centro Cultural Borges, se abrió a los artistas de América latina y recibió diez proyectos de la región.
También a partir de mañana y hasta fines de noviembre, en el cine del Cultural San Martín, se proyectará el documental Kosice hidroespacial, dirigido por Gabriel Saie. De las 16 funciones programadas (de jueves a domingos, a las 20), las de viernes y sábados incluirán bonus track: charlas del director con especialistas como el crítico Pablo Suárez y el curador Rodrigo Alonso. Para el estreno fue invitado el nieto de Kosice, Max Pérez Fallik, a cargo del museo-taller del artista.
Rodrigo Alonso, gran amigo y conocedor de la trayectoria de Kosice, estuvo a cargo de la curaduría de la retrospectiva Gyula Kosice 1924-2016. Abierta hasta el 23 de diciembre en el Museo Nacional de Bellas Artes, la muestra reúne veinte obras de diversas épocas del artista: de las primeras del grupo Arte Madí a las esculturas lumínicas y las maquetas de la célebre instalación Ciudad Hidroespacial, además de piezas que pertenecen al acervo del museo y que no suelen exhibirse al público.
Veinticinco años después de la última muestra de Kosice en el Bellas Artes, la institución convocó a Alonso para curar esta exposición que no figuraba en la programación de la temporada. La muerte del artista, el 25 de mayo pasado, a los 92 años, apuró la decisión de rendirle homenaje reuniendo en una misma sala obras de la colección personal, de museos públicos como el Sívori y el Castagnino de Rosario y del Bellas Artes. El sábado, durante la Noche de los Museos, alrededor de quince mil personas recorrieron el museo y pudieron apreciar el legado de Kosice.
Dos obras, dos estilos, de sus inicios
Pintura Madí A-3 (1946)
Esmalte sobre madera. La obra forma parte del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes y no suele exhibirse al público
Röyi (1944)
Móvil de madera perteneciente al Museo Kosice, en exhibición en la retrospectiva del Museo Nacional de Bellas Artes
Pintura Madí A-3 (1946)
Esmalte sobre madera. La obra forma parte del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes y no suele exhibirse al público
Röyi (1944)
Móvil de madera perteneciente al Museo Kosice, en exhibición en la retrospectiva del Museo Nacional de Bellas Artes
Esta noche, Gallery Nights cierra el año a puro arte
Habrá shows en vivo y muestras como Tres veces Noé
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
5
La cuarta y última edición del año del Gallery Nights, organizado por Arte al Día, se hará esta noche, entre las 19 y las 21.30, en el Circuito Centro: desde San Martín hasta Ayacucho y desde Tucumán hasta Av. del Libertador (Retiro, Recoleta y Barrio Norte).
En esta ocasión, partirá una visita guiada a las 19.30 desde Ungallery -Arroyo 932- y, para facilitar la circulación peatonal y permitir un mejor acceso del público a los espacios, se limitará el tráfico vehicular sobre Arroyo, entre Suipacha y Esmeralda. Allí habrá música en vivo y un show de Sophie Taylor.
Se podrán disfrutar también, como es habitual, actividades en los distintos espacios. Se destaca la propuesta de Galería Rubbers Internacional (Av. Alvear 1595), que inaugura Tres veces Noé, que incluye obras de Luis Felipe Noé, Gaspar Noé y Paula Noé Murphy, en la que padre e hijos presentan piezas inéditas.
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
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La cuarta y última edición del año del Gallery Nights, organizado por Arte al Día, se hará esta noche, entre las 19 y las 21.30, en el Circuito Centro: desde San Martín hasta Ayacucho y desde Tucumán hasta Av. del Libertador (Retiro, Recoleta y Barrio Norte).
En esta ocasión, partirá una visita guiada a las 19.30 desde Ungallery -Arroyo 932- y, para facilitar la circulación peatonal y permitir un mejor acceso del público a los espacios, se limitará el tráfico vehicular sobre Arroyo, entre Suipacha y Esmeralda. Allí habrá música en vivo y un show de Sophie Taylor.
Se podrán disfrutar también, como es habitual, actividades en los distintos espacios. Se destaca la propuesta de Galería Rubbers Internacional (Av. Alvear 1595), que inaugura Tres veces Noé, que incluye obras de Luis Felipe Noé, Gaspar Noé y Paula Noé Murphy, en la que padre e hijos presentan piezas inéditas.
Entrevista pública a Tomás Abraham en la Biblioteca Nacional
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
"Pensar es trabajar, aceptar un obstáculo"
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El autor de Mis héroes, entre otros, será entrevistado hoy, a las 19, por Gonzalo Garcés. La cita es en el auditorio J. L. Borges -Agüero 2502-, en el marco del ciclo Experiencias, que propone un recorrido anecdótico y vital. Entrada gratuita.
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El autor de Mis héroes, entre otros, será entrevistado hoy, a las 19, por Gonzalo Garcés. La cita es en el auditorio J. L. Borges -Agüero 2502-, en el marco del ciclo Experiencias, que propone un recorrido anecdótico y vital. Entrada gratuita.
Tucumán, anfitriona de un nuevo concurso internacional
El ganador se presentará el lunes 21 en el Salón Dorado del Colón
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Helena Brillembourg
LA NACION
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
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Han pasado casi diez años desde la última vez que se organizó un concurso internacional de piano en la Argentina y esa ausencia se notaba. Un país como éste, con una gran tradición musical, que le ha dado al mundo grandes pianistas, merecía volver a figurar en la lista de anfitriones de estas competencias.
El mérito de este esperado regreso corresponde al trabajo conjunto que vienen haciendo el Ente Cultural de Tucumán y la Universidad de San Pablo-T, quienes con su esfuerzo concretaron lo que será el nuevo concurso internacional de piano Tucumán, Argentina.
Desde el lunes 14 de este mes y hasta el sábado 19, el teatro San Martín de esa provincia será el escenario de la competencia entre los doce finalistas preseleccionados, cuyas edades están comprendidas entre los 18 y los 35 años.
"Con la realización de este concurso se demuestra cómo lo privado y lo público al unirse pueden dar excelentes resultados -afirma Estela Telerman, pianista, docente y uno de los siete miembros del jurado-.Además, el hecho de que se haga en Tucumán y no en Buenos Aires es esencial para la descentralización de la cultura, tan necesaria en este país. Se ha firmado un convenio para que tenga lugar cada cuatro años, independientemente de quienes estén al frente de las instituciones involucradas, es un concurso que llegó para quedarse . El apoyo de la Fundación Alink-Argerich, ente que agrupa todos los concursos internacionales, sirvió de puerta de acceso para la convocatoria. A pesar del poco tiempo en el que se armó, contamos con la participación de 54 pianistas provenientes de cuatro continentes."
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Helena Brillembourg
JUEVES 03 DE NOVIEMBRE DE 2016
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Han pasado casi diez años desde la última vez que se organizó un concurso internacional de piano en la Argentina y esa ausencia se notaba. Un país como éste, con una gran tradición musical, que le ha dado al mundo grandes pianistas, merecía volver a figurar en la lista de anfitriones de estas competencias.
El mérito de este esperado regreso corresponde al trabajo conjunto que vienen haciendo el Ente Cultural de Tucumán y la Universidad de San Pablo-T, quienes con su esfuerzo concretaron lo que será el nuevo concurso internacional de piano Tucumán, Argentina.
Desde el lunes 14 de este mes y hasta el sábado 19, el teatro San Martín de esa provincia será el escenario de la competencia entre los doce finalistas preseleccionados, cuyas edades están comprendidas entre los 18 y los 35 años.
"Con la realización de este concurso se demuestra cómo lo privado y lo público al unirse pueden dar excelentes resultados -afirma Estela Telerman, pianista, docente y uno de los siete miembros del jurado-.Además, el hecho de que se haga en Tucumán y no en Buenos Aires es esencial para la descentralización de la cultura, tan necesaria en este país. Se ha firmado un convenio para que tenga lugar cada cuatro años, independientemente de quienes estén al frente de las instituciones involucradas, es un concurso que llegó para quedarse . El apoyo de la Fundación Alink-Argerich, ente que agrupa todos los concursos internacionales, sirvió de puerta de acceso para la convocatoria. A pesar del poco tiempo en el que se armó, contamos con la participación de 54 pianistas provenientes de cuatro continentes."
Premios y premiados
Un concierto el lunes 21 del actual en el Salón Dorado del Teatro Colón, además de 6000 dólares, será el premio que se lleve el pianista que resulte ganador de las tres rondas presenciales.
En la ronda final tocará la Orquesta Estable de la Provincia de Tucumán, dirigida por Luis Gorelik. El segundo puesto otorga 4000 dólares y el tercero, 2000. Además, hay un premio especial, denominado Alberto Ginastera, de 1000 dólares, para quien brinde la mejor interpretación de la "Suite de danzas criollas", la obra que fue impuesta como obligatoria a fin de contribuir a la difusión de la música argentina en el mundo. El jurado está integrado por Goran Filipec (Croacia), Naum Grubert (Rusia), Jeff Manookian (Estados Unidos) y los argentinos Estela Telerman, Valentina Díaz Frenot, Roberto Buffo y Sandra de la Fuente.
"Aunque no existe una receta mágica y al final cada carrera es un mundo, un concurso de piano puede lanzar una carrera. Los sellos discográficos están siempre a la caza de nuevos talentos. En esta oportunidad, los ganadores tendrán la posibilidad de realizar una gira por distintas ciudades argentinas y esto ayuda definitivamente a conseguir visibilidad", concluye Estela Telerman.
Un concierto el lunes 21 del actual en el Salón Dorado del Teatro Colón, además de 6000 dólares, será el premio que se lleve el pianista que resulte ganador de las tres rondas presenciales.
En la ronda final tocará la Orquesta Estable de la Provincia de Tucumán, dirigida por Luis Gorelik. El segundo puesto otorga 4000 dólares y el tercero, 2000. Además, hay un premio especial, denominado Alberto Ginastera, de 1000 dólares, para quien brinde la mejor interpretación de la "Suite de danzas criollas", la obra que fue impuesta como obligatoria a fin de contribuir a la difusión de la música argentina en el mundo. El jurado está integrado por Goran Filipec (Croacia), Naum Grubert (Rusia), Jeff Manookian (Estados Unidos) y los argentinos Estela Telerman, Valentina Díaz Frenot, Roberto Buffo y Sandra de la Fuente.
"Aunque no existe una receta mágica y al final cada carrera es un mundo, un concurso de piano puede lanzar una carrera. Los sellos discográficos están siempre a la caza de nuevos talentos. En esta oportunidad, los ganadores tendrán la posibilidad de realizar una gira por distintas ciudades argentinas y esto ayuda definitivamente a conseguir visibilidad", concluye Estela Telerman.
El repertorio de Elis
Julia Zenko le canta a Brasil
Brasil en mí, basado en canciones significativas del repertorio de Elis Regina, es el nuevo show de Julia Zenko. Incluye clásicos de autores como Tom Jobim, Ivan Lins, Chico Buarque, João Bosco y Renato Teixeira, entre otros, interpretados en su idioma original. Con su voz siempre afinada y sentida, suave y potente, recrea su disco Pra Elis. Hoy y el próximo jueves, en El Picadero, E. S. Discépolo 1857.
Estreno
Sobre los vínculos y la homosexualidad
Un hombre regresa a la casa familiar para reencontrarse con su madre, luego del funeral de su padre. Pero pronto llegan sus hermanos y se desencadenan varios conflictos. La gente como yo, de Hugo Feutray, reflexiona sobre la identidad a través de la reproducción social y de la homosexualidad. Dirigida por Loïc Lombard. Jueves, a las 20.45, en el Teatro Buenos Aires, Rodríguez Peña 411.
Juanjo Domínguez
Íntimo tributo a los Beatles
El gran guitarrista Juanjo Domínguez puso ahora su virtuosismo al servicio de un homenaje a las canciones de Los Beatles. Se propone, ha dicho en estos días, "hacer sus temas y rescatar sus melodías al sonido criollo de mi guitarra". Ya lo hizo anteanoche, y lo repetirá hoy, a las 21, en el íntimo escenario de Clásica y Moderna, Callao 892. Reservas al 4812-8707.
Silvia Copello
Cuentos sobre la muerte
Luego de la aceptación que tuvo su hermoso espectáculo de relatos Un cuento de lágrimas en Portugal, Silvia Copello encaró una nueva propuesta que acaba de estrenar: De muerte andamos. Es un entramado de huellas que llegan desde Rumania, Egipto, México, Rusia, Samoa, Nepal, Hungría, España y también de la Argentina. La intérprete propone interrogantes profundos, terroríficos y divertidos sobre el temido tema de la muerte. ¿Por qué la muerte es invisible? ¿Es verdad que entra por la ventana? ¿La muerte se enamora? ¿Se pueden hacer tratos con ella? ¿Es confiable? Muchas de estas preguntas aparecen antes de ingresar al mundo de los cuentos y las leyendas ancestrales que propone Copello en este unipersonal de relatos dirigido por Fernanda Gómez. Los sábados, a las 21, en el Teatro del Pasillo, Colombres 35 (4981-5167). $ 100 y $ 130.
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