viernes, 31 de octubre de 2025

HUMOR DIARIO

Una exhalación tras otra
















Opinión


Una exhalación tras otra


En apenas tres días, Javier Milei pasó del festejo sobrio a una nueva ronda de negociaciones con gobernadores. Promete humildad y reformas profundas en impuestos, trabajo y jubilaciones, mientras el país redefine su mapa político y económico.


Roberto García


Diario Perfil


Juan Schiaretti por Pablo Temes 





Faltó tiempo. Ni pudieron festejar los oficialistas el triunfo de hace 72 horas. Hoy se abre la Casa Rosada para negociar con los gobernadores, unos victoriosos, otros fallidos. Así vive Javier Milei: una exhalación tras otra, cambiando la agenda política en una vorágine implacable, luego de teñir de violeta gran parte del mapa argentino. Parte de su estilo, aunque ahora promete otro perfil: dicen que le dijo a su ministra Sandra Pettovello o a su vocero favorito que se había dado un baño de humildad después de ganar. Se bajó del pedestal. Rarísimo el Presidente; siempre ocurre al revés: los perdedores son quienes admiten errores, se vuelven introspectivos con el pasado. Justo cuando logra acercarse a la coronación, elimina el tocado y se viste de ciudadano común.


Lo cierto es que, sin champaña ni banquete —como se sabe, no consume alcohol y solo come milanesas, no en particular con Mauricio Macri—, propone hoy iniciativas para compartir con las provincias, sea en el terreno impositivo, en el laboral o en el previsional. Una mesa de discusión. Cumple lo que prometió. Por ejemplo, quiere incrementar el IVA a 24 puntos, de los cuales 9 quedarán para la Nación, al tiempo que las provincias embolsarán entre 9 y 24, según lo que generen. A cambio de ese aumento, se borra el tributo a los Ingresos Brutos, también el llamado impuesto al cheque, de la época de Fernando de la Rúa, que iba a durar un año, y en el paquete a ofrecer formulará algún boceto para bajar las retenciones agropecuarias. No es lo que desea quien lo ayudó en la emergencia, el secretario del Tesoro Scott Bessent, protector de sus farmers. Es una discusión.


Otra discusión: el nuevo esquema tributario a poner hoy sobre la mesa supone ventajas para el desarrollo de las provincias grandes; las más pequeñas pueden poner el grito en el cielo. Se verá. Empieza la discusión, la formación de acuerdos o litigios, demandas y concesiones; también el eventual traslado de los proyectos a un Congreso que era hostil hasta el domingo pasado a la noche y, desde ahora, puede ser tan flexible como el de la nueva composición que regirá desde el 10 de diciembre, por el flamante éxito mileísta en las urnas.


Además de las medidas tributarias, se arroja al debate un trajinado proyecto de reforma laboral y otro previsional. Sostiene Milei que estas modificaciones serán centrales para justificar la nueva era, el cambio histórico que ocurrirá en el país. Gracias a él, claro, quien asegura haberse dado una ducha de humildad. Siempre y cuando, obvio, los gobernadores se allanen a esa transformación y, en particular, sus satélites parlamentarios. Puede generar más estupor este posible entendimiento que la perplejidad ocurrida en la última votación con la conquista mileísta. Inclusive más que los acontecimientos económicos que se sucedieron a esa contienda: del misil de las acciones (suba de 40% en un día, que vendría a semejarse a un óptimo comportamiento de la Bolsa norteamericana en tres años) a la formidable recuperación de los títulos públicos.


Una exageración de confianza, al menos frente a la oscilación cambiaria: con los nuevos vientos, por primera vez la sociedad empieza a sospechar que permanecer en dólares quizás no sea un buen negocio, como si aquel burlón consejo del ministro Luis Caputo —“Andá, comprá dólares, campeón”— hoy podría ser acertado. Contra lo que sostienen muchos economistas, el FMI y hasta el Tesoro norteamericano, Milei afirma que no necesita elevar las reservas mientras conserve el superávit fiscal; por lo tanto, no debería comprar dólares en el futuro ni subir la cotización. Incluye en su teoría que el agregado monetario M2 no habilita una cantidad suficiente de pesos para continuar la pasión argentina de comprar y ahorrar en dólares. Quizás sea un cambio histórico, como dice el mandatario. Por ahora, es una porfía. Hasta cultural.


Asombrosas derivaciones de un resultado electoral que ni Milei aguardaba, menos aquellos que han debido contratar una funeraria para su propio entierro. A pesar de que el peronismo no realizó la peor elección de su historia, como parece, y de que la interesante introducción de la boleta única tampoco indica que exterminó el fraude: por ejemplo, en La Matanza, el PJ obtuvo casi los mismos votos de siempre. Otro mito derribado.


Los números han condenado al plan de la tercera vía —una opción despreciable para Milei, quien evitó recibir al socialdemócrata Tony Blair, que trajo en su delegación al titular del JPMorgan—, a quienes se mostraban disconformes con Milei y con Cristina de Kirchner. Falló, muriendo en la versión cordobesa encabezada por Juan Schiaretti, destruyendo su aspiración presidencial para 2022. Y, como se sabía, el gobernador Martín Llaryora ni piensa acompañarlo hasta el cementerio. Tampoco lo ayuda la edad a Schiaretti para conservar la ilusión en épocas en que los jóvenes son más y arrasan con lo que pueden. Con otro margen etario, también quedaron en el fondo de la tabla el santafesino Pullaro o el rebelde Ignacio Torres. Fin de un experimento europeo por obra de la polarización. Ingreso al agujero negro de la desaparición, como la centenaria UCR, que hasta extravió su propia identidad por subsumirse con otras expresiones (Capital Federal). Logró apenas un diputado en discusión (Martín Lousteau) en una tierra que hasta hace pocos años le pertenecía.

Para el peronismo, a su vez, perder inesperadamente en la provincia de Buenos Aires resulta imperdonable, aunque de las últimas elecciones haya perdido en tres. Sean personajes K o con patente de origen firmada por el General. Abundan reproches a la generala de la caída; los intendentes hacen cola para el puesto de verdugo: hay fronda en el PJ para derrocar a Máximo y La Cámpora, para destronarla a Cristina. Es la hora de la venganza mientras ella se exaspera porque supone —para no perder la categoría— que, en lugar de Milei, la venció Donald Trump. O Braden, según ella y su nuevo delfín Juan Grabois, congelados en los cuarenta del siglo pasado.


Justo en una sociedad que, por culpa de la inflación, no recuerda lo que pasó el año pasado. Tampoco está el Papa para consolarlos: tiempo de velatorio. No repara la viuda de Kirchner que en otros distritos ganó (Formosa, La Rioja), o que fue vencida su fracción en aquellos lugares donde el PJ se presentó dividido (Tierra del Fuego). Parece la dama consumirse en la disgregación, rumbo a la cochería política, aunque persiste un núcleo duro bonaerense que no la abandona. Ella, como todo el peronismo de la provincia, embriagado por el reciente trofeo legislativo, jura que no vio venir el fenómeno nacional de Milei. No lo tomó en cuenta, otra vez, como hace dos años, quien en esta ocasión llegó a las urnas sofocado y zafando de una corrida cambiaria por la gracia de Trump y las inexplicables fuerzas del Cielo. El resto lo puso él: coraje y convicción, hizo la campaña por su cuenta mientras los rivales dormían la siesta. Ganó y está momentáneamente estable. Al menos en lo económico. Pasmoso el cambio.

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La paradoja detrás de la negociación presidencial

 LA NACION > Política


La paradoja detrás de la negociación presidencial


El programa oficial requiere la aprobación de leyes en el Congreso y el objetivo no se puede alcanzar sin pactar con otros actores políticos


LA NACION


Carlos Pagni


Javier Milei, en busca de un acuerdo y un posible giro en el manejo del poder por Alfredo Sábat


Javier Milei tuvo un gran triunfo electoral. Pero, contra lo que suele suceder, ese triunfo no fue el desenlace de una marcha sembrada de éxitos. Las semanas anteriores a los comicios del domingo pasado estuvieron jalonadas por derrotas electorales, fracasos parlamentarios, escándalos morales y una turbulencia financiera que requirió del salvataje de Donald Trump. Esas dificultades agigantan el valor de la victoria. Vuelven más evidente el vacío opositor. Y provocan una reacción paradojal: muchísimos votantes que festejan el resultado del domingo esperan que Milei corrija rasgos destacadísimos de su gobierno. Se llega así a esta situación disparatada: gran parte de la feligresía oficialista está atenta a los próximos movimientos de su líder no para saber si sigue siendo el mismo, sino para detectar si cambió.


El Presidente parece advertir ese problema. Sabe que debe su gloria a la eficacia con que detuvo la carrera inflacionaria. Pero que su propia base le exige un giro en su peculiar estilo de manejo del poder. La primera evidencia de que es consciente de esta demanda aparecerá hoy a las cinco de la tarde. Será cuando reciba a 20 gobernadores en la Casa Rosada. Allí hablará a favor del diálogo y la construcción de consensos, en términos parecidos a los que utilizó el 15 de septiembre pasado, cuando envió el Presupuesto a. las Cámaras: “Trabajando codo a codo con los gobernadores, diputados y senadores que quieren una argentina distinta, vamos a lograr las reformas de fondo”.



La interpretación de esas consignas es obvia: el programa oficial requiere la aprobación de leyes en el Congreso, objetivo que no se puede alcanzar sin pactar con otros actores políticos. El reclamo en favor de un estilo más dialoguista se expresa a través de voces muy potentes. Acaso la más resonante sea la de Scott Bessent, el secretario del Tesoro de los Estados Unidos, quien después de celebrar como propios los cómputos del domingo, dijo: “Creo que el presidente va a expandir su coalición”. La algarabía de Bessent y, sobre todo, de Donald Trump, por lo ocurrido en la Argentina es, acaso, la señal más clara de la fragilidad de la gestión económica libertaria. Otra paradoja.


Al encuentro en la Casa Rosada irán los gobernadores invitados por los funcionarios de Milei. Son todos, menos cuatro: Axel Kicillof, de Buenos Aires; Ricardo Quintela, de La Rioja, Gildo Insfrán, de Formosa; y Gustavo Melella, de Tierra del Fuego. Es decir: no fueron invitados los jefes de provincia más o menos identificados con Cristina Kirchner, que realizarían declaraciones agresivas con el Gobierno a la salida del cónclave.



Los convidados no dudaron un instante en aceptar. Muchos de ellos fueron derrotados por los candidatos de Milei el domingo pasado. Con un detalle que no hay que perder de vista: perdieron frente a figuras muy poco conocidas. Quiere decir que la corriente de repudio a la dirigencia política tradicional, que puso al candidato de La Libertad Avanza (LLA) en el poder hace dos años, mantiene su vigor. En otras palabras: Milei sigue beneficiándose con el activo que representa una “casta” herida en su autoestima profesional.


El acercamiento a los caudillos provinciales cobija dos mensajes. El Poder Ejecutivo está en condiciones de celebrar entendimientos que le permitan hacer funcionar el Congreso a su favor. Pero esos acuerdos obligarán a flexibilizar la política fiscal. No es imaginable que los gobernadores ayuden a Milei sin que Hacienda les remita fondos que ellos reclaman como propios, o sin que se emprendan algunas obras públicas indispensables para sostener la infraestructura y, de paso, ganar votos. Entre las exigencias de algunas provincias está el eterno problema del desequilibrio de las cajas previsionales. Quiere decir que se abre una negociación compleja, de resultado incierto. La única novedad, por ahora, es el método.


Un indicio de que la trama se teje con dinero es que se viene anunciando la presencia de Luis Caputo para la ceremonia de hoy. El ministro de Economía ya había sido convocado por el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, en la primera entrevista con gobernadores posterior a la derrota bonaerense. La convocatoria a Luis Caputo es crucial para el éxito de las conversaciones. Muchos acuerdos fracasaron porque Hacienda no cumplía con lo que habían prometido desde las oficinas políticas del Gobierno.


Otra señal importante es que la organización de esta reunión está en manos de Francos y de Lisandro Catalán, el ministro del Interior, que forma parte de su equipo. Un indicio de que no está tan seguro que el jefe de Gabinete abandone su cargo para volver a su casa. Un sueño del “Mago del Kremlin”, Santiago Caputo, estimulado por su maquinaria de comunicación. Los amigos de este otro Caputo alentaron en las últimas semanas la transformación del asesor de imagen en funcionario oficial, de ser posible en reemplazo de Francos. Siempre chocaron con el malestar de Karina Milei y, en especial, de sus aliados los Menem, “Lule” y Martín, y de Sebastián Pareja. Ese núcleo se fortaleció muchísimo el domingo, ya que fue el que diseñó la estrategia que se impuso en las urnas.


El protagonismo de Francos y de Catalán obliga a revisar la presunción de cambios significativos en el gabinete, más allá de los que deben producirse en las carteras cuyos titulares partirán hacia el Congreso. Ya se produjo el recambio en la Cancillería, donde Milei adhirió al criterio de Carlos Menem: designar allí a un economista, Pablo Quirno. Menem eligió a Domingo Cavallo y, cuando tuvo que reemplazarlo, optó por el “carnalista” Guido Di Tella.


La política exterior de LLA ya presentaba bastante rigidez por sus alineamientos: Estados Unidos e Israel. En las últimas semanas perdió también matices por su temática: son las relaciones exteriores de una administración que evitó precipitarse hacia el abismo por el salvataje financiero de otro país. De nuevo Estados Unidos. Tiene lógica haber destacado en la Cancillería al secretario de Finanzas. Sobre todo, porque la ayuda de Bessent está abriendo discusiones complejas en Washington. Por ejemplo: ¿cuál será el acreedor privilegiado de la Argentina? ¿El Tesoro norteamericano o el Fondo Monetario Internacional? De este interrogante se deriva otro: ¿cuál de los dos tiene más autoridad para establecer condicionalidades a cambio de su préstamo? ¿Pedirán lo mismo? Más acertijos: los bonistas, que se tranquilizaron cuando apareció Bessent, ¿estarán igual de felices cuando imaginan su lugar en la fila de acreedores? En una emergencia, Dios no la permita, ya no estarán sólo detrás del Fondo, sino que antes cobrará también el Tesoro estadounidense. Se daría, entonces, la curiosidad, de que el préstamo de los Estados Unidos volvería más inseguros a los papeles argentinos. En el extremo, la gauchada que hace Bessent haría subir y no bajar el riesgo-país. La discusión recién comienza, pero ya interesó a algunos columnistas de The Wall Street Journal. Debates de los que deberá encargarse, tal vez, Franco Simón: es el nuevo delegado del “Mago” Caputo, y de su fiel María Ibarzábal, en el área legal de Economía.


El providencial rescate de Trump no sólo alteró las reglas del sistema de crédito. También estaría modificando decisiones administrativas del Banco Central. Como consignó Alejandro Giacoia en su cuenta de X, “parece confirmarse dónde quedaron los pesos del US Treasury. Se registró una suba fuerte en el stock de letras emitidas en moneda nacional (USD 2,082 mill.) En principio no son dollar-linked. En el PDF oficial figuran como letras de liquidez”. Se confirma lo que afirmó el jueves pasado en LA NACION un lobo de la city, con reserva de identidad: “Bessent está haciendo carry trade que da calambre”. Es su obligación como custodio del dinero de los contribuyentes de su país. Trump lo explicitó: “Con el resultado electoral hicimos mucha plata en la Argentina”. “Bob Citrone también”, agregó un gracioso.


El frente externo aportó lo que podría ser una buena noticia, emitida desde la Cámara de Nueva York. Allí se está tratando la apelación al fallo de Loretta Preska condenando a la Argentina a pagar 16.000 millones de dólares al fondo Burford por la estatización de YPF. Si se consideran los intereses, se trata de una suma casi equivalente a los 20.000 millones de dólares aportados por el Tesoro en el swap acordado con la Argentina. Los tres miembros del tribunal dejaron entrever en una audiencia de ayer, por el tono de las preguntas dirigidas a las partes, que consideran que el caso no podría tramitarse en la Justicia norteamericana. Es decir, darían la razón a Bernardo Saravia Frías, el procurador del Tesoro de Mauricio Macri, quien llevó al juzgado de Preska la inquietud que ayer plantearon los camaristas: ¿por qué hay un juez estadounidense dirimiendo sobre un hecho ocurrido en la Argentina en el marco de la legislación local? Habrá que ver si esos interrogantes decantan en una sentencia que revierta el criterio de Preska. Celebraba anoche Kicillof, quien defiende su estatización con los argumentos sugeridos en el intercambio de ayer. Sufrían los voraces Eskenazi, que van asociados a lo que obtenga Burford.


El caso abierto en Manhattan no sería tan adverso para la Argentina si no fuera porque Ariel Lijo puso a dormir la denuncia que formuló Elisa Carrió en 2007 para que se investigue el ingreso, señalado como fraudulento, de los Eskenazi en la compañía. Lijo tiene poco afecto por los expedientes. La burocracia de su juzgado le provee otras afinidades. En estos días está reflotando la fantasía de convertirse en ministro de la Corte. Apuesta a que salga del Gobierno su abogado personal Mariano Cúneo Libarona, a quien el Presidente no aceptó todavía la renuncia a la cartera de Justicia. Se supone que Cúneo sería reemplazado por el intendente de Mar del Plata, Guillermo Montenegro, íntimo de Lijo. El ex juez federal Montenegro tampoco es un emblema de la calidad institucional. No tanto porque haya aceptado en su momento el ministerio de Seguridad porteño para abandonar la causa Skanska, que tal vez lo obligaba a condenar a funcionarios kirchneristas. Tampoco porque en estos días se haya convertido en candidato testimonial a senador provincial, representación que no pretende ejercer. Lo más escandaloso de Montenegro es su idea de la legalidad. Para hacer alarde de dureza, llegó a afirmar que “los que se ponen fuera de la ley, serán tratados fuera de la ley”. Ni Eduardo Massera tuvo tanta precisión para definir su propio método. Montenegro se refería a los “trapitos” de la costa marplatense. No a los malhechores de Skanska, por supuesto.


En el campo judicial aparece en estos días otro enigma: ¿se acelerará una negociación entre la Casa Rosada y representantes de Cristina Kirchner para cubrir las dos vacantes de la Corte? Es lo que aconsejaría al delegado del “Mago” en Justicia, Sebastián Amerio, la pérdida de poder relativo de la expresidenta en el Senado después de los comicios del domingo. Comodoro Py es un frente que la señora de Kirchner debe seguir contemplando. Desde la interna peronista prometen volver a los tribunales para pedir una intervención en la conducción del partido.


Son las primeras consecuencias de una derrota electoral que el kirchnerismo a ultranza pretende imputar con exclusividad de Kicillof. El equipo político del gobernador se defiende. En principio, alega que, cuando se le discutía el desdoblamiento bonaerense, se le reprochaba someter al partido a dos derrotas. “Por lo menos conseguimos una victoria y no dos fracasos, como nos prometían”, dicen en La Plata. Allí analizan los números para quitar dramatismo al derrumbe: “Si comparamos la elección de septiembre, quitando los extranjeros, con la del domingo, perdimos poco más de 100.000 votos. Y los libertarios sumaron 550.000 de listas afines al Pro y al radicalismo, que en septiembre fueron separadas”.


Muchas veces la aritmética no coincide con la imagen. Milei se podría beneficiar de esa divergencia, pero al revés de Kicillof. Es lo que comenzará a intentar a partir de este jueves, con la reunión de los gobernadores: conseguir una mayoría parlamentaria que no le dieron las urnas.


Ese propósito podría verse facilitado con un simple cambio de piezas en el elenco oficial. Por ejemplo, convocando para la Jefatura de Gabinete al habilidoso Stefano Di Carlo, que este sábado será consagrado presidente de River y a quien sus apologistas describen como “un asesino con cara de ángel”. Mejor no preguntar a quienes lo critican. Di Carlo consiguió armar una lista que va más allá de cualquier consenso imaginable. Ahí están Guillermo Laje (primo de Martín Lousteau, presidente del Banco Ciudad); Agustín Forchieri (primo del paisajista Diego Santilli); Manuel Vidal (mano derecha del “Mago” Caputo); Julián Leunda (mano izquierda de Alberto Fernández y Cristóbal López); Juan Albistur (hijo de Pepe); Lautaro Mauro (alegrante de Daniel Scioli); Juan Manuel Gallo (exyerno de Silvia Majdalani); Eugenio Burzaco (exviceministro de Mauricio Macri); Mercedes de Miguel (ministra de Educación de Jorge Macri); y Leandro Luratti (dirigente de La Campora), entre otros integrantes de un curioso “equipo exhibición”.


Milei necesita un entendimiento similar, para encarar las dos reformas que se ha fijado como objetivo. Un cambio en el orden tributario y otro en el régimen laboral.


Los dos son endiablados por la misma razón: chocan contra el objetivo fiscal del Gobierno. Diagramar otro sistema impositivo obligaría a eliminar retenciones, impuesto al cheque y a los sellos, además de ingresos brutos provinciales. ¿Cómo hacerlo sin provocar una crisis en la recaudación?


Es la pregunta que apareció también cuando los sindicalistas comenzaron a discutir con Federico Sturzenegger los cambios a la legislación del trabajo. La negociación se retomó ayer en la Jefatura de Gabinete. Pero no hay que tomar en serio ninguna conclusión hasta el 5 de noviembre: ese día la CGT va a designar su nueva conducción. Un triunvirato formado, en principio, por Jorge Sola (Seguros), Gustavo Vila (Carga y Descarga) y Marina Jaugueriberry (Docentes Privados).


El problema central de la discusión con los gremios es que recortar los aportes de las empresas que contratan empleados deja sin financiamiento al PAMI o a la Anses.


John Maynard Keynes escribió en 1933 una carta a Franklin D. Roosevelt con un consejo inteligente. Keynes observó que el presidente de los Estados Unidos se había fijado dos objetivos en relación con la economía: recuperarla y reformarla. Le aconsejó no superponer las dos tareas, porque los sacrificios de la recuperación podían contaminar el prestigio de las reformas. ¿Le puede pasar lo mismo a Milei con las urgencias del corto plazo, como la obtención del equilibrio fiscal, y los proyectos de larga duración, como la adopción de un nuevo patrón impositivo? Una pena que tal vez no se entere de esa recomendación histórica. Es improbable que lea a Keynes.

"Editorial Dante Quinterno Correrias de Patoruzito #59"